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Si esto es un sueño, no abriré mis ojos.

–Hidden, el capitán te espera en su oficina.–me comunica uno de los cadetes de mi grupo.

Rode los ojos
«¿Y ahora qué querrá ese?».

–Bien, ¿no sabrás por qué me está llamando?–pregunté levantando una ceja y mirando directamente al informante de su "majestad".

«Por favor damas y caballeros sientan el jodido y perfecto sarcasmo»

–No, Hidden, no dijo nada, solo que te reportes en su oficina.–respondió.

Bien, supongo que tendré que ver qué quiere el jefecito.
Me encamine a su oficina, sin responderles ninguna otra palabra a el otro cadete, y segui mi rumbo a la oficina del diablo, porque señores y señoras, me dirijo directamente al infierno y sé que no tendrá un bonito final para mí, al menos que voltee las cartas a mi favor, uno nunca sabe.

Al llegar a la gran puerta doy dos toques suaves pero firmes, esperando una respuesta de Satan...

–Adelante.–se escucha al otro lado de la puerta.

Pero mira nada más Satanás percibe cuando hablamos de él, mejor hagamos silencio.

–¿Quería verme, señor?–pregunto al asomar mi cabeza por la puerta y colocar una mirada de inocencia.

«Sí claro, como si Satanás fuera creer que eres inocente de algo».

–Si, pase y cierre la puerta, Hidden.–ordena con su tono de voz frío e indiferente, pero yo sé que está molesto, no, furioso, por haberle desobedecido en la expedición frente a todos los demás, por haberle desafiado, su tono es de, "si me desobedeces las cosas terminarán mal".

«Pero mira nada más como te esta hablando Charlotte, solo falta que te diga que te pongas a cuatro patas y te hagas la muerta o que supliques».

Vamos conciencia, un poco de apoyo moral sería bonito.
Paso a su oficina y me coloco frente a su escritorio, no me siento ya que no me ha dado la orden, si, estoy siendo un poco correcta, oigan, soy una rebelde, pero este hombre de castigo pone a limpiar a las personas como si fuéramos máquinas, le gusta que se pueda ver su reflejo como si fuera un espejo nuevo, y a mí personalmente no me gusta andar limpiando el desorden de los demás.

Luego de recorrer con mis ojos toda su oficina, me siento un poco inquieta con tanto orden y limpieza, si, el jefazo tiene una obsesión con la limpieza, creo que en secreto está casado con su escoba.

–¿Y bien no piensa sentarse?¿o va a esperar a echar raíces?–pregunta con evidente sarcasmo el degenerado, lo odio.

Ruedo los ojos mentalmente, cuento hasta diez, coloco mi mano en la silla la jalo, y coloco mi bello trasero en ella.

–¿Algo en especial por qué desee verme, señor?–pregunto.

–No quiero que vuelva a desafiarme en las expediciones, ¿me oye?, yo soy su maldito superior, yo soy el que manda, que le quede claro, no vuelva a contradecir mis órdenes y mucho menos frente a sus compañeros.–espeta con un tono seco que se me antoja filoso y a modo de advertencia.

Dios, tú solo dame bastante paciencia para no responder altaneramente, pero si no lo hago no sería yo, ciertamente.
Y antes de poder cerrar mi boca y mordeme la lengua.

En otra vida, quizás.  [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora