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Quieres lo que quieres, dices lo que dices.
Parte 2.


Ya es de noche y todavía me quedan diez vueltas, desde las cincuenta tengo los brazos colgando y estoy transpirando a horrores pero no me voy a rendir, no le daré el gusto a ese imbécil.

Ya pasó la hora de la cena, lo sé porque la mayoría de las luces se encuentran apagadas, todos deben estar durmiendo, maldigo.

Cien, oh vaya mierda mi vida.

Me tiro al suelo, cerrando los ojos, no quiero ver ni las estrellas solo quiero acostarme a dormir y comer, también una buena ducha.
Llevo mi brazo hacia mi rostro ocultando mis ojos y mi mano libre la llevo a mi cuello, sobando el posible morado que debo tener, ya que mi piel es demasiado pálida, del mismo tono que el imbécil del capitán.

- A mi oficina, ahora.

Demonios, todas esas vueltas y la falta de alimento hicieron que empezará a delirar, juraría que es la voz de Levi.

- ¿Acaso no escuchas bien, mocosa?

Nop, olvidenlo si es él. Quito mi brazo de mis ojos y giro mi cuello enfocado mi vista en él, que se encuentra entrando al cuartel, bufo.
Me levanto lenta y cuidadosamente, todo el cuerpo me duele, me siento abatida, a paso lento entro al cuartel y me dirijo a la oficina del capitán.

Al llegar a la oficina doy dos toques a la puerta escuchando su voz ordenando que entrara.
Respiro profundo para luego contar mentalmente, porque sé que terminaremos discutiendo y estoy lo suficientemente agotada como para perder mi tiempo y saliva en él.

- ¿Quería usted algo, señor? -pregunto después de haber entrado y cerrado la puerta.

Levi alza su rostro imperturbable y solo se limita a observarme, me está poniendo nerviosa tanto silencio, solo deseo que termine de decir lo que quiere para irme a dormir.

Lo veo levantarse de su silla, para luego rodear el escritorio y caminar en mi dirección, no retrocedo, no voy a mostrarme amedrentada, alzo la barbilla en un gesto altanero.

Cuando la punta de sus botas tocan la puntas de las mías, él levanta una de sus manos dirigiéndola a mi cuello, no me encogo, lo dejo hacer, me sorprendo al sentir como acaricia levemente mi posiblemente amoratado cuello.

- ¿Te encanta provocarme, no es así? -cuestiona en un susurro.

No respondo, solo levanto una ceja y lo miro con recelo.

- Respóndeme, maldita sea.-ordena, dirigiendo ahora su mano a mí mandíbula, apretándola y levantando un poco más mi rostro.

Ni yo puedo creer que sea más enana que él, simplemente increíble.

En fin, como dije antes solo quiero irme a mi habitación, así que decidí responderle.

- No, señor.-respondo firmemente.

Nos quedamos en silencio unos segundos, luego él chasquea la lengua y empieza a caminar, obligándome a retroceder hasta que siento como mi espalda toca la pared, sin despegar en ningún momento sus orbes de los míos, siento como su mano libre acuna mi cintura pegando mi pelvis a la suya.

En otra vida, quizás.  [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora