Hay una paradoja tan cierta como provocadora: hay que sufrir para dejar de sufrir, pero en nuestro asunto, solo le bastó sentir amor para dejar de sentirlo.
Se habían sentado alrededor de una mesa rústica de madera. Una jarrita de porcelana se colocó en el centro y cuatro tasas de café se dispusieron en cada lado de la mesa.
- ¡Qué bueno conocerte! -exclamó por fin, Clara. Su voz resonó en un tono agudo y extraño entre ellos. Alba, quien servía el café, la miraba conmocionada con aquella expresión que se ve en el rostro de quienes contemplan la escena de un artista:
- Tulio me ha hablado muy bien de ti. Cuéntame, ¿De dónde se conocen?
Alejandra meditó unos segundos y resolvió con una sonrisa:
- No recuerdo el momento exacto, pero lo conocí cuando me pidió matrimonio.
- ¿Están casados? -respondió estupefacta Alba - ¿Cómo?.
- Si y no – ponderó Alejandrá, mientras paladeaba su café – Nos conocimos desde muy niños. Usted sabe, antes de que mi madre muriera, mi residencia quedaba justo a dos casas de la suya.
- ¡La casa abandonada de los Carrasquilla! -exclamó Alba. Y apuntando su taza de café a Clara, musitó- los Carrasquilla eran una familia de muy buen renombre, con propiedades donde tú menos crees. Sus dos hijos estudiaron y se casaron en Europa pero sus padres vivían en esa inmensa casa de 3 pisos. Todos pensábamos que eran la familia perfecta, hasta que un día la señora Herminia, salió como loca dando gritos a la calle sin razón. ¿Qué habría pasado? No lo sabemos.
- Lo que se pudo probar es que el señor Carrasquilla fue asesinado mientras dormía una siesta – dijo Alejandra, mirando secretamente a Tulio.
- ¿Qué? – exclamó Clara, tomándole la mano con fuerza a Tulio- ¡Qué espantoso!
- ¡Si! Directo en la yugular – respondió, Tulio – Había sangre por todo el pasillo. Lo sé porque cuando Alejandra y yo acostumbrábamos a jugar en la azotea de aquella casa sin que nadie se diera cuenta, salimos al encuentro de los gritos. La señora Herminia salió a la calle y el Sr. Carrasquilla iba detrás. Todavía en píe y desangrándose a chorros, justo en el pasillo que lleva hacia la salita. Cuando supimos que la gente empezaba a llegar, nos fuimos de ahí.
- La escena era impresionante -exclamó Alejandra, llevándose las manos a la cabeza-. Tuvieron que pasar meses para encontrarnos de nuevo en aquel lugar.
Se hizo un silencio ensordecedor. Se podía sentir la respiración de Clara y el ruido incómodo de las tasas tocarse con la loza.
- A propósito, Alejandra, ¿Qué ha pasado con tu ex marido? – preguntó Alba, ocultando su cara al beber el café.
- No mucho – respondió la mujer, vagando sus ojos por encima de ellos – nadie ha sabido de él, ni su familia sabe de su paradero. Recuerdo que una vez me dijo que la tortura de mi partida le haría irser lejos..
- ¿Lejos? –murmuró Clara, colocándole dos cucharadas de azúcar a su café.
- Perdón...- dijo Alejandra, fingiendo no haber escuchado.
- ¡Si! Luego de una separación, quedarse envuelto entre las mismas cosas es lo peor que se puede hacer. Yo no tendría miedo de dejar a Tulio, pero si temo de lo que quede de mi cuando él se vaya. Porque a él lo ampararían las cosas nuevas, las sorpresas del paisaje, los nuevos amores. A mi solo me quedarían los viejos amores y un montón de ruinas que me recordarían siempre a él.
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Te perdono.
FanfictionNadie sabe lo que sucede cuando se opera un suicidio y las consecuencias futuras en quienes lo practiquen. ¿Sufren? ¿Dejan de ser? Clara, una médico psiquiatra, decide quitarse la vida arrojándose desde un balcón, sin saber que su suerte empeoraría...