Capítulo XV

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Era sábado, a las 15:00 pm. Nos encontramos en la habitación de Cinthia, cercada por los dispositivos de video que proyectaban sobre ella la curiosidad del exterior. Estaba ella en el centro de la habitación, de pie y descalza, vestida con un atuendo de flores azules que le llegaba a la mitad de las rodillas. Inicialmente, la figura vaga de la mujer no parecía tener semejanza con la original, pero luego de sonar la melodía, se transformó exactamente en toda la mujer que no era. En los monitores palpitaba la silueta inmóvil, y en el corazón de Tulio la exquisita tentación de volver a tenerla.

- ¡Camine!

Cinthia asi lo hizo. Los ojos de Tulio la seguían sin parpadear. El trapécio de sus hombros, la elevación de su nuca, su talle, el leve envión de sus manos, la corta carrera de sus pies... todo era perfecto. Tulio palidecío al observarla. Estaba confuso y anhelante, sonreía por momentos para luego acariciar con ternura la imagen de la mujer reproducida en primer plano. Súbitamente, sin que pudiera remediarlo, su rostro estaba inundado en lágrimas y un pensamiento irresistible se posó sobre él, expuesto en una sonrisa extraña:

- ¡Ni se te ocurra! Cinthia no es Clara. Aún no lo es. Entretanto, necesitamos seguir con el experimento. Comunícale a la mujer que lo ha hecho bien. Hazle saber que dentro de treinta minutos le haremos llegar su próxima evaluación.

Tulio se enjugó las lágrimas y se acercó al portavoz, transfieriendo el comunicado a la habitación que, a través del vehiculo de la emoción evidente, Cinthia supo agradecer. Al cabo de unos minutos, un sobre atravesó la puerta con el siguiente comunicado:

- Hable como ella.

Luego de una hora, la figura de un hombre tocó a la puerta desde el exterior. Tulio lo miró por el escote de la ventana, al tiempo en que amasaba el mango del revólver detrás de su cintura. Divisó una bicicleta arrecostada al balconcillo de la terraza. Era Joaquín, que contemplaba la estancia con aire sospechoso. Intentó llamarla al celular pero nadie le contestó. Tulio que estaba junto a la entrada le abrió calladamente, ocultándose detrás de la sombra informe al abrirse la puerta. Habían convenido que su secuáz se encargaría de hacer el resto. Se hizo un ruido de pasos ahogados cuando el muchacho penetró en la salita. Un eco de su voz se mantuvo en el silencio sepulcral:

- ¿Cinthia? – dijo el muchacho, con la voz sofocada.

De repente, un hombre saltó sobre el muchacho, estrangulándolo. Forcejeando con el agresor, el muchacho se sobrepuso ágilmente, estrangulándole también. En una maniobra confusa el hombre se apartó del joven y le apuntó con el revólver. Joaquín empezó a temblar y tal estremecimiento se traslucía en su rostro; intentó gritar pero no profirió queja alguna, parecía que le faltaba el aliento. A cada paso que daba su victimario, el joven retrocedía lentamente, con la mirada fija en el rostro del hombre y los labios involuntariamente temblorosos, hasta agazaparse en un rincón. Dispuesto a dispararle, el muchacho en vano quiso cubrir con sus brazos su rostro, como para rechazarle, pero fue inútil: cuatro de los seis proyectiles atravesaron su pecho, cayendo redondamente al suelo. El asesino merodeó el cuerpo inerte que yacía sentado sobre un charco de sangre con los ojos abiertos. Un viento áspero entró por la puerta; hilos de sol se apagaban y encendían detrás de los árboles amarillentos que entrechocaban sus ramas secas. Tulio se estremeció y se volvió para cerrar la puerta. Cuando miró hacia el exterior, divisó la bicicleta y se apresuró a esconderla en algún sitio. Se adentró en un cuartico trasero de la casa, y la aseguró junto a otros objetos averiados de uso doméstico. Podría desvalijarla más adelante. Se enjugó el rostro brillante del sudor y luego miró su reloj. Eran las 16:15. Se sentó en el sillón y empezó a reflexionar. ¿Cuántos crímenes le faltaban aún por cometer antes de encontrar la fórmula pura? ¿Tendria éxito el proyecto CLARA2? A pesar de los resultados en Cinthia, una mujer sería capáz de enamorarse de su propio verdugo, exepto si esta misma mujer conserva la esperanza de que algún día ese hombre vuelva a tratarla como antes lo hacía.

Te perdono.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora