Las sensaciones del sueño estaban vigentes. En aquella parte de la habitación el hombre la arrinconaba. Los golpes que siniestramente evitaban las zonas vitales, pintaban con sangre las paredes en insufribles cuadros de dolor porque, aunque sus brazos estaban dislocados y sus piernas retorcidas, la victima instintivamente amparaba su rostro. Claramente Tulio no era un sujeto acostumbrado a la crueldad, aún el sufrimiento ajeno lo impresionaba. Dicen que el hábito nos endurece, nos hace las cosas más fáciles. ¡Ciertamente! Pero la muerte no es sólo un ritual, ella sortea el dolor en su máxima expresión. La muerte cuando es personal, asusta. La transición del ser y no ser puede llegar a ser una tortura, una agonía que puede hacernos desmayar, renunciar a la vida.
- ¿Quieres salir de aquí? – le hace un vago gesto hacia la puerta. – Adelante, ya no trabajas para mi.
Cinthia iba a decir algo pero él la interrumpió.
- Soy consciente que todo esto está mal. – pausa – Si al salir de aquí vas con la policía, lo voy a entender. Solo quiero dejarte claro que no me importa. ¡Ah! Si me importa, digo mejor. Si me importa estar en paz conmigo mismo.
La mujer cambia de postura. Continúa detrás de la puerta. Se siente incómoda. Su hombro izquierdo aparece desnudo. Sorprendentemente Cinthia lamenta su descisión, sobretodo aquello que tiene que ver con dejarla ir. Si tuviera la oportunidad de decidir, se quedaría a su lado. Nunca vió la utilidad de tenerla encerrada, siempre estuvo dispuesta a hacer todo lo que él le pidiera. Si saldría a la calle lo haría sólo para comer una hamburguesa. A lo mejor extrañaba ver el sol caer, las ramas en contra luz, delante de las moles de edificios. Siempre le bastó lo necesario, sólo exigía a un hombre que la amara de verdad. Se iba apoderando de ella un humor gris. Por primera vez entendió la razón por la cual estaba ahí. Ese hombre la estaba usando, estaba jugando con ella. En el fondo de su corazón resistía la idea de que ella fuera su redención, su vida misma.
- No es para tanto, Vamos a salir bien librados de todo esto...
¿Vamos? ¡Hasta dónde llega su nivel de condescendencia! Esas palabras evocaron en Tulio un sentímiento de ternura que pese a su desdicha, le hicieron sentir el cosquilleo del deseo. En la cara de la mujer asoman la tensión, los restos de la violencia y la subordinación que padeció en su aislamiento.
- Cierra la puerta. – le dice él, desviando la mirada hacia su hombro.
Cinthia le obedece. La puerta se cierra con ellos adentro. Una luz amarilla resbala sobre ella desde la cabeza hasta los pies. Está un poco rígida. Su cabello negro oculta uno de sus senos, el otro permanece descubierto, erecto. Atrás quedaron las manchas continentes de la viruela, su tez lechoza imprimía en su cuerpo la textura de una porcelana. Cinthia continuaba de pie, con los hombros encogidos y sus manos empalmadas.
- ¿Por qué insistes en quedarte? – le dice suavemente.
Parece dubitativa. Se toma el tiempo para elegir las palabras exactas.
- Esa misma pregunta me la hago yo. – contesta. Una sonrisa emerge fugazmente.
- ¿Y...?
- ... y siempre me retiene la idea de que algo mejor suceda entre los dos. – dijo, mirándolo firmemente. No se retrae. Él tampoco cede.
Sumergido en ese silencio psicológico, se pierde en la idea de imaginar que ella piensa que es todo para él. No es exactamente así, en realidad es todo lo que le queda. Se acerca hacia ella y le coloca sus manos heladas en la cintura. Ella se estremece.
- ¿Hasta dónde serías capaz de sacrificarte por mi, Cinthia? – en la voz se le nota que casi está sin aliento.
- ¿Acaso no te he demostrado que soy tuya? – palabras suaves, zalameras.
La mirada de ella no resiste el peso de la de él. Le levanta la barbilla con el índice. Ve su reflejo en su mirada húmeda. Aprecia su deseo. Ella le mira los labios con el aliento contenido. Tulio roza sus labios en su mejilla, paladea su cuello, lo muerde. Ella blanquea los ojos de placer, exhala. Lo toma por su cuello, lo aprieta hacia ella, contra sus labios, gime. Todo estaba dispuesto para que aquella noche se perdonaran los defectos: a sí misma, por el irremediable defecto de no ser como Clara; a sí mismo, por no tener el valor de enamorarse de otra mujer.
Al día siguiente se hallan los dos, bajo las mantas. Habían despertado hace unos minutos pero permanecían con los ojos cerrados. Él abraza a la mujer hasta la cintura, la misma mujer que lo imaginó tantas veces haciéndole el amor como un animal, de preferencia sin sensibilidad, dominándola, mordiéndola, gritándole palabras soheces. Exactamente la mujer que él cree ingenua y carente de afecto, de sexualidad reprimida por las buenas costumbres, y que ahora yace en su pecho. Sobreviene en ellos todo lo que han sufrido separados, las luchas infructuosas, las veces que fugazmente se han enamorado de personas que ahora son extrañas y que antes prometieron estar juntos para siempre. Todo adquiere un especial sentido, el método preciso de todo lo que no se debe hacer en el amor y que en el fondo trata de no ser como ellos.
Tulio Ferreira se sienta de la cama. Ella le examina la espalda. Tiene algunas estrías en la zona lumbar.
- ¿Qué harás ahora? – le pregunta, con el rostro hundido en la almohada.
- Debo llevarle la comida a mi hermano. Lo tengo encerrado en el patio... - se coloca de pie y se sube los pantalones. – Desde ayer a esta hora no ha comido nada.
No hizo ningún comentario. Cinthia lo contemplaba con actitud reflexiva, su expresión era de perfecto sosiego. Hasta se le ocurrió un chiste pero lo omitió para no hacerle recordar a Alejandra.
- ¿Quieres que te ayude? – le susurra.
- Eso sería magnifico. ¿Podrias ayudarme con el desayuno? – dijo él abrochándose la camisa.
Fue cuestión de tiempo para que ella viera el cadáver pero nunca hablaron de él.
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Te perdono.
FanfictionNadie sabe lo que sucede cuando se opera un suicidio y las consecuencias futuras en quienes lo practiquen. ¿Sufren? ¿Dejan de ser? Clara, una médico psiquiatra, decide quitarse la vida arrojándose desde un balcón, sin saber que su suerte empeoraría...