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—¡Maeve!— Thomas llegó corriendo

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—¡Maeve!— Thomas llegó corriendo.— ¡Ya sé montar a caballo!

—Eso es genial.— aquel pobre crío no sería heredero al trono, probablemente acabaría siendo obispo. Ya que nadie tenía interés en él, Thomas trataba de buscar algo de cariño en cualquiera.

—Deberías verme.— dijo orgulloso.

—Ahora no puedo, voy a una fiesta.— me miró emocionado, al percatarse de que mi vestido iba acorde con una fiesta informal.

—¿Puedo ir?— negué con la cabeza.— Por favor, Maeve.— rogó juntando las palmas de las manos.

—Ya sabes que Mary no quiere que salgáis del castillo.— traté de sonar convincente.

—Mary tardaría un mes en enterarse de que he muerto.— le miré boquiabierta, ya que no era corriente oír a un niño de diez años decir aquello.— Por favor.

—Está bien.— me rendí ante su tenacidad.— Tardaré cinco minutos en salir, ese es el tiempo que tienes para cambiarte de ropa.

El niño echó a correr y al cumplirse el tercer minuto apareció vestido con la ropa de algún hijo de granjero al que se la habría comprado.
Por tanto, tuve que cumplir mi promesa y llevarle conmigo al pueblo.

No tardamos en llegar, ya que el caballo era veloz. Le dejé atado en un abrevadero y fuimos hacia donde provenía la música.

Thomas fue directo donde los niños bailaban en círculos jugando entre ellos, era algo de lo que el pequeño príncipe no solía disfrutar.

—Parece que la reina nos honra con su presencia.— murmuró hacia mí un hombre que cubría su rostro bajo una capa.

—¿De qué hablas? Yo no soy la reina.— desde luego, no nos parecíamos en nada, ni en el blanco de los ojos.

—Ya, pero todo lo que tú descubras lo sabrá la reina.— hice un gesto para que bajase la voz. Si nadie confiaba en mí, no me contarían nada.

—Descubre tu rostro.— este lo hizo. Tendría la misma edad que la reina, pero al ser sus facciones duras, parecía algo más joven. Sus ojos eran de color miel, su pelo moreno y algo rizado, además una cicatriz surcaba su mejilla izquierda haciendo que pareciese peligroso.

 Sus ojos eran de color miel, su pelo moreno y algo rizado, además una cicatriz surcaba su mejilla izquierda haciendo que pareciese peligroso

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Detrás de un gran reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora