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—¡Maeve!— oí gritar a unos metros

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—¡Maeve!— oí gritar a unos metros.

Llegué al calabozo sin problemas, todo el pueblo estaba demasiado ocupado celebrando la muerte del rey por la que tanto habían rezado.

El caballero estrella ayudaba a Arthur a subir sobre su caballo blanco.

—Vamos, no tenéis tiempo que perder. Cuanto más lejos del reino, más seguros estaréis.— abracé al caballero y puse el dedo índice sobre sus labios.

—El rey ha muerto.—les di la noticia con una sonrisa en la boca.—La reina está ahora en el trono.

—Debo presentarme como caballero.— dijo Arthur ayudándome a subir a su caballo.

—Yo también.— dijo el caballero estrella, cuyo puesto peligraba.

Galopamos hasta el castillo, la puerta principal estaba cerrada con motivo de la coronación, pero yo conocía otra entrada que daba a las cocinas.

La escena que nos encontramos allí no fue precisamente idílica, Ulric forcejeaba con Joan tratando de arrancarle el vestido.

El caballero no dudó ni un segundo y rajó el cuello de Ulric con su espada.

—Gracias.— murmuró Joan a penas con un hilo de voz.

—El hijo de la reina...— le di una no tan suave patada en la cara, para comprobar que efectivamente estaba muerto. Nos acabábamos de librar de un heredero tan tiránico como su padre.

—¿Cómo os llamáis?— el caballero parecía absorbido por los ojos de Joan.

—Limpiad la sangre y llevad el cadáver a los cerdos.— dijo Arthur.—Mi esposa y yo hemos tenido suficiente. Asentí y le acompañé hasta mis aposentos.

Detrás de un gran reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora