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—Maeve, apártate

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—Maeve, apártate.— Arthur me colocó detrás de él, lo cual fue extraño pues era él mismo quien más peligro corría.

—¿A caso no tienes ningún respeto a la corona?— gruñó el rey, que resultaba menos convincente vestido con su camisón y sin un solo guardia.

—Tengo respeto por un buen rey, algo que no sois.— las palabras de Arthur hicieron que su cara hirviese con furia. El resto de los allí presentes nos quedamos petrificados.

—¡Guardias! Vas a morir públicamente, ahorcado, ahogado, destripado hasta la muerte...—al rey le faltaba el aire tras decir tantas palabras seguidas.

—No creo que sea una buena idea.— intervino la reina con su característica tranquilidad.

—Silencio mujer, el rey soy yo.— las escaleras se llenaron de pasos rápidos. La guardia real había llegado y tomaron a Arthur.

—No tenéis ningún valor, reto a su majestad a un duelo por mi libertad.—el rey sonrió, era obvio que aquella mole de carne y maldad no iba a arriesgar su vida.

—Acepto y elijo como paladín al campeón del rey.— un joven dio un paso al frente. Tenía el cabello castaño, los ojos oscuros y un poco de barba. Era más alto y musculoso que Arthur, y eso hizo que yo empezase a temblar.

 Era más alto y musculoso que Arthur, y eso hizo que yo empezase a temblar

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—Mañana al alba.— indicó el rey.— Llevadle a los calabozos.

—¡No!— sabía que sin nadie para protegerle, harían daño a Arthur antes de que el duelo comenzase.

Detrás de un gran reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora