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—¿Maeve?— al verle tendido en el suelo me arrodillé a su lado

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—¿Maeve?— al verle tendido en el suelo me arrodillé a su lado.—Creí estar soñando.— murmuró acariciando mi mejilla. Me detuve a observar su cuerpo magullado, lleno de zonas purpúreas y ensangrentadas.

—Arthur, lo siento, lo siento mucho.— besé sus labios con extremo cuidado, pues también estaban heridos.

—Eh, yo también quiero.— gruñó otro preso con un tono repugnante acercándose. Arthur hizo el amago por levantarse a defender mi honor, pero bloqueé su avance y saqué una daga de mi bota.

—Atrás, con las manos en alto.— el reo puso miedo en su gesto y retrocedió. Me giré para ver lo que tanto le aterraba.

—¿Os están molestando?— preguntó el caballero estrella del rey. Asentí.— Te traje aquí por molestar a las doncellas, parece que no aprendes.— lo agarró del pelo y lo arrastró fuera de la habitación.

—Maeve, este no es un lugar seguro.— saqué las vendas ungidas en el bálsamo especial que preparaba la curandera.—¡Au!

—¿Esto es lo más doloroso?— reí ante la ironía. Él se limitó a contemplarme como si fuese un atardecer desde la cima de la colina más alta del reino.

—Mañana ganaré ese duelo y podremos estar juntos.— parecía terriblemente cansado.

—Ya estamos juntos.— dije abrazada a su pecho.

Detrás de un gran reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora