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—Maeve ¿qué ocurre?— Thomas vino corriendo hacia mí

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—Maeve ¿qué ocurre?— Thomas vino corriendo hacia mí.

—¿Qué hace aquí el príncipe?— preguntó él, con un tono genuinamente preocupado.

—¿Quién eres?— pregunté colocando al niño detrás de mí.

—Es John.— dijo Thomas tirando de mi vestido para que le escuchase.

—Soy uno de los hombres de confianza del rey.— contestó en voz baja.

—Maldito seas, trato de hacer mi trabajo aquí.— rugí dejando que el niño volviese a jugar.

—Perdón por tratar de ser agradable.— contestó en tono sarcástico.

—¿Así es como conquistas a las damas? ¿Asustándolas?— estaba en pleno ataque de rabia, con la sensación constante de estar a punto de darle una bofetada.

—Mis disculpas, no era mi intención.— comprendió que me había molestado mucho.

—De acuerdo...— comencé a caminar hacia otro lado, pero él me agarró del brazo.

—Espera, ya que te he perjudicado, lo compensaré. ¿Quieres saber la información que he recogido para el rey?— abrí los ojos como platos.

—¿No la necesitas?— la importancia residía en tener conocimiento exclusivo.

—El rey nunca la escucha, está demasiado ocupado comiendo y fornicando.— al parecer, no era un secreto en palacio la naturaleza hedonista de su graciosa majestad.— ¿Y bien?— asentí poniendo atención a su voz ronca.— Se comenta por el pueblo que alguien está pagando a quien se ofrezca para matar al rey y poder ganar la corona.

—¿Qué diablos dices?— miré a Thomas, no sería tan temible que su hermano jamás gobernase en el reino.

—Es una antigua ley que permanece intacta.— aclaró con un toque de cariño en su tono.— Cuando el rey es asesinado, el asesino pasa a ser rey.

Detrás de un gran reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora