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—Maeve, por favor, tomad asiento

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—Maeve, por favor, tomad asiento.— no podía evitar el impulso de saltar y detenerles.

—No puedo, amo a ese hombre.— los rostros a mi alrededor de sorprendieron, no fui consciente de lo alto que hablaba. Finalmente, me senté.

El duelo dio comienzo y Arthur cayó al suelo con la primera envestida, tal y como me temía.
El rey comenzó a aplaudir, pero nadie más lo acompañó.

El caballero estrella se quitó el yelmo y se acercó a las gradas mientras Arthur luchaba por arrancarse el yelmo también.

—Su majestad, el duelo ya tiene su resultado, ¿debería perdonar la vida de este joven enamorado?— preguntó el caballero.

—¡¡¡Sí!!!— chillé al volumen máximo que alcanzaron mis pulmones.—¡Perdonadle!

—¡Perdonadle!— me acompañó un coro de todas las voces del reino, desde John hasta la panadera.

—Perdonadle.— intervino la reina, que salió de una carroza de la que nadie se había percatado. Esto enfureció por completo a su majestad.

—Ya que todo mi reino lo pide, mi caballero no le quitará la vida a Lord Arthur, pero— el corazón estaba a punto de salir de mi pecho.— será ejecutado a media noche.

Se produjo una inmensa avalancha de abucheos e insultos, entre los que destacaba mi voz.

—¡Silencio! Yo decido, yo reino. La vida me pertenece, yo ordeno la muerte ¡Yo tengo la palabra de Dios!¡Yo soy Dios!— el monarca subió a la carroza antes de que se formase el motín inminente.

No iba a dejar que esto quedase así.

Detrás de un gran reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora