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—¡Maeve!— gritó Arthur abriendo las puertas de mi alcoba sin ni siquiera llamar

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—¡Maeve!— gritó Arthur abriendo las puertas de mi alcoba sin ni siquiera llamar.—Se lo has dicho ¿verdad?

—¡No!— tardé unos segundos en relacionar sus palabras con el veneno que me había regalado.

—¿Por qué si no me mandarían a palacio?— parecía haberse calmado un poco, me levanté para cerrar la puerta dándonos algo de privacidad.

—Yo te he hecho llamar.—me dejé caer sobre la cama y señalé el lugar junto a mí para que se sentara.— Necesito tu ayuda.

—Soy todo oídos.— sucumbió a ocupar el lugar que indicaba.

—Yo sirvo a la reina... y ella con muy buenas intenciones... bueno, buscaba con quién casar a Ulric, una princesa y...— comprendí que estaba parloteando sin sentido y decidí ir al grano.— Necesito que te cases conmigo, por favor.

—¡¡¡Diablos!!!— saltó hacia atrás como si me hubiese transformado en una bruja.— Lo siento pero... un día te beso y al siguiente me estás pidiendo matrimonio.

—¿Se puede?— reconocí la voz de Clarise.— Los reyes quieren invitaros a cenar esta noche, a las nueve en punto.

—Pero... ya son las nueve.— Arthur señaló el reloj de sol que se veía desde la ventana.

—Entonces no hay tiempo que perder, debéis ser puntuales.— Clarise dejó sobre la cama un vestido muy elegante y una camisa con capa, pantalón y zapatos a juego.

Detrás de un gran reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora