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—Maeve, deja de mirarle así

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—Maeve, deja de mirarle así.— Mary parecía preocupada ante la forma en la que asesinaba al rey con la mirada.

—Es asqueroso.— solo podía ver cómo se le cerraban los ojos y luchaba por seguir respirando.

—Quisiera dedicar los siguientes versos a su graciosa majestad.— todos aplaudieron al juglar que comenzó a acompañar sus palabras con acordes de laúd.—
Esta historia comenzó hace mucho tiempo.

Cuando al otro rey le quitaron el aliento.

Este gran hombre le apuñaló por la espalda.

Para que el trono lo ocupase una falda. — todo el salón enmudeció y al rey se le abrieron los ojos por completo.—

El rey es nada sin su reina.

Nada sin su corte divina.

Y aún menos sin sus gentes,

que pagan los aguardientes.— el rey se levantó del trono y comenzó a caminar hacia el juglar.—

Siento que mis palabras le hayan ofendido,

pero más desea el pueblo que seais despedido.

—¡Muerte!— consiguió vomitar la palabra con mucha dificultad.

—Querido, vuestras ofensas hacia la corona podrían causaros la muerte.— la reina caminó hacia allí como si levitase.— Pero creo que con el exilio será suficiente.

—Gracias, mi reina.— se esforzó en demostrar que hacia ella sí tenía respeto.

—Desearía que Arthur hubiese estado aquí.— era la clase de poesía revolucionaria, con un significado profundo que le encantaría.

Detrás de un gran reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora