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No podía creer que un akuma estuviera atacando tan temprano en la mañana, y mucho menos podía entender porqué aquel akuma no había sido obra suya. ¿Acaso había perdido el toque?
Todos los akumas -o al menos la mayoría- eran su responsabilidad, ya sea por una crítica constructiva o por un simple comentario. Claro, ellos no lo tomaban así y terminaban ofendiéndose o deprimiéndose. Colín no sabía porque pasaba aquello.
Todos los de la clase salieron corriendo tratando de ponerse a salvo, ayudándose mutuamente pues una de las explosiones había sido cerca, causando gran daño en el edificio. Ahora el salón estaba lleno de algunas ventanas rotas, trozos de pared y techo destrozados y esparcidos por los suelos.
Siempre que algo de tal magnitud ocurría, Samuel quedaba congelado. Él podía lidiar con personas locas gritándole a Lordbug y a Chat Noir que le entregaran sus prodigios pero no con eso, no de nuevo. Él ya no sabía como reaccionar a algo así.
Colín podría ser un asco de persona, y vamos, a veces lo era. Pero Samuel era su amigo, el único que le quedaba. No podía dejarlo ahí cuando corría el riesgo de que le cayera el techo encima.
—¡Samuel, reacciona!— gritó antes de salir del salón, deteniéndose al notar la ausencia del pelinaranja.
El ruido de las calles no se comparaba en nada al que había dentro. El colegio no era el único lugar afectado, y Samuel no era la única persona que podía morir en cualquier momento.
—No puedo.— contestó. —No puedo moverme.— giró su mirada a Colín, pidiendo ayuda. Tenía miedo, estaba paralizado.
—Samuel vamos...— una explosión se escuchó desde el patio. El akuma estaba malditamente cerca. —¡Haz algo!, ¡muevete!— pidió asustado.
Colín estaba aterrado, aunque no lo aparentara. Los últimos akumas eran demasiado fuertes... O demasiado desquiciados.
Nunca antes se habían metido con gente inocente. Siempre sus poderes eran inofensivos hasta cierto punto, siempre en contra de los héroes.
Pero ahora atacaban a los parisinos, atacaban lugares y tomaban rehenes. Al parecer Papillon estaba desesperada, y ésta vez de verdad. Parecía que ya nada le importaba a esa mujer, la muerte de inocentes valían por mucho menos que su deseo de conseguir los prodigios.
—Samuel te lo pido. — habló al ver como una grieta se formaba en el techo. Sintió su pecho oprimirse. —¡Sal de ahí!
Nada, Samuel no se movía ni un centímetro. Tenía la vista clavada en el suelo, sus manos temblaban y sus ojos estaban cristalizados.
Y por más que quisiera enojarse con el de lentes por no obedecerlo, no podía. Solo sentía una inmensa ansiedad por la situación y por no poder pensar claramente. ¿Qué se supone que debía hacer?, quería ayudarlo, ¡obviamente quería salvarlo pero no podía transformarse frente a él!
Si fuera un héroe sería mucho más sencillo, pero no era así. Un paso en falso y no solo su mejor amigo moría, sino que él también.
Un crujido lo devolvió a la realidad, la viga que estaba en el techo se quebró finalmente dejando caer la parte que estaba justo arriba de Samuel.
No sabía que lo había impulsado a tal acto suicida ni de donde había sacado el valor de hacer semejante locura. El Colín Bourgeois que todos conocían no se hubiera lanzado a empujar a su amigo para evitar que muriera aplastado y mucho menos se hubiera arriesgado a que un trozo de construcción le cayera en la espalda. ¿Quién era él entonces?
Quedó en el suelo un momento, con el trozo de construcción encima. Se hubiera quejado, pero sorprendentemente no había dolido tanto como imaginó que lo haría, se removió tumbando los escombros y se arrastró hasta el otro.
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Él No Es Chloe.
FanfictionEs obvio que Colín Bourgueois no es un ejemplo a seguir, en ninguna dimensión existente lo sería... Con excepción tal vez de ésta. ¿Cómo es que el egocéntrico hijo de la alcaldesa terminó en un lugar tan extraño como ese?, ¿por qué todos lo miraban...