D O C E

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[...]

Había llegado al hotel, y sin dirigirle la palabra a André se encerró en su habitación.

No quería admitirlo, pero que Marinette le haya consolado le ayudó bastante, más de lo que creyó necesitar. Sentía que... ¿cómo explicarlo? Sentía que no estaba solo.

Ya no.

Se recostó en la gran cama, estaba muy cansado. Sintió un pequeño bulto en su lado izquierdo, soltó un pequeño quejido. Buscó lo que sea que le estuviera incomodando sin levantarse, su mano topó con algo suave.

Era abracitos.

¿Qué hacia ese oso en la cama?, ¿no estaba guardado en su guardarropa?

—Cierto... no es mío...— recordó. 

Miró con atención al peluche y sonrió nostálgico sin querer. Acarició con delicadeza aquellas pequeñas orejas, aquellos ojos de botón; este aún conservaba ambos, ya lo había notado antes.

Su sonrisa se borró al instante al recordar el porqué al suyo le faltaba el derecho. Había sido culpa suya, su padre le ordenó botarlo a la basura y él se había negado. ¿Cuántas veces más había discutido con su él después de eso?, había perdido la cuenta ya. No valía la pena pensar en eso pero...  ¿y Chloe?, no podía evitar preocuparse. Esperaba de verdad que para ella todo fuera mejor.

Su mente se inundó, de nuevo, con todas la palabras de aquellas discuciones.

Dejó a su amigo sobre su pecho, miró al techo, sintiendo su estómago revolverse. Quería vomitar.

—¿Cuándo fue la última vez que te abracé? — preguntó al aire. —¿Uno... dos años?— contestó. —Estás tan solo... —susurró. —¿También me odias por haberte abandonado?

El silencio reinó durante unos minutos. No sé atrevió a decir nada más, conocía la respuesta después de todo.

Cerró los ojos. Ni siquiera se molestaría en ponerse el pijama.

Quedó dormido casi al instante.

(...)

Una fuerte punzada cerca del corazón le había despertado de golpe, le ardía el pecho.  Le dolia el respirar, sentía que le faltaba el aire. Quería gritar por ayuda, pero su voz no salía.

Sintió un terror horrible.

Rodó por la cama, intentando levantarse pero lo único que logró fue caer al suelo. Creyó haber sentido su piel abrirse, seguramente alguna sutura se había roto. Apretó con fuerza su suéter.

Fue poco, unos segundos... de los peores de su vida.  Comenzó a normalizar su respiración, y el dolor comenzó a disminuir un poco. Tomó bocadas de aire desesperado.

Miró a su alrededor, y a pesar de estar en completa oscuridad  y con su borrosa vista pudo ver una silueta sentada en la cama. Un escalofrío le recorrió.  Intentó levantarse lentamente y sin hacer ruido pero no pudo evitar soltar un quejido al sentir otra punzada en la espalda. La figura giró a verlo bruscamente.

Si bien la escena parecía sacada de una película de terror, Colín no sintió miedo al verlo de frente. Tenía unos ojos azul que le transmitieron paz y alivio. Y ahora que ponía atención, no era una simple silueta borrosa.

Cabello rubio en coleta, chaqueta amarilla y lentes de sol blancos. Conocía perfectamente  a la chica frente a él.

—Chloe...— susurró sorprendido.

—Tu...— se levantó y se acercó al chico. —¿Puedes verme?

—Si...— sonrió. —Por Dios, ¡estás bien!, Adrien me dijo lo que ocurrió antes de que yo llegara.

—¿Lo que ocurrió?— parecía confundida, desorientada. —Vi a un monstruo...— explicó.  — ... y a una chica pelirroja, yo la protegía de algo... luego el pecho comenzó a dolerme...

—¿Una chica pelirroja?, ¿la viste?, ¿cómo está?, ¿ella está bien?— preguntó, casi histérico.

—No sé...— comenzó a llorar. —No sé que pasa.— tomó su cabeza, como si le doliera. — Recuerdo cosas,  ambas son tan similares y... tan diferentes... no se cuál es cuál. — miró a Colín directamente a los ojos. Él supo leerlos, supo lo desesperados que estaban. —No sé qué soy, no sé porqué la chica rubia no me nota, no sé porque el pelinaranja me ignora... ¡no sé porqué me da tanto miedo!

El rubio la interrumpió abrazandola. Abrazándose.

—Tranquila...— se sintió increíblemente débil al verla llorar. —Todo va a estar bien, Chloe.

—¿Por qué mientes?

—Esta vez no lo hago. — notó que la rubia le devolvía el gesto.

—¿Quien eres? — le preguntó susurrando, sintiéndose de pronto segura y protegida.—¿Por qué siento que te conozco tanto cuando no sé ni quien soy yo?

—Porque... — sintió su voz flaquear.  —Yo soy tu...

Se separó de él más que confundida. Buscó sus ojos, al verlos, supo que no mentía. Ya no lo hacía. No lo creyó imposible, ya nada lo parecía después de todo lo que había  visto  y vivido en los últimos días.

—¿Qué nos pasó?

—No tengo idea...— rió.  —Pero lo resolveré.

—No tienes que hacerlo solo.

—Obvio no, tonta. — regañó. —Tu vas a ayudarme. Pero primero necesito que me digas unas cuantas cosas...

(...)

Abrió los ojos de golpe, lastimandose un poco por la repentina luz. Seguía en su cama, en la misma posición de la noche anterior.

—Fue un sueño...— dedujo. Se levantó, sintiendo de nuevo una punzada en la espalda baja. Se cuestionó su afirmación de hace un segundo, pero no le dio importancia.  Tenía cosas más inconstantes que hacer. Se arregló lo más pronto que pudo.

Aún faltaban dos horas para el inicio de clases, pero aún así ordenó al chófer que lo llevara al colegio.

Una vez ahí, caminó hasta casa de Marinette.

Tocó una y otra vez la puerta de la panadería, hasta que una pequeña mujer le atendió.

—Lo siento mucho, joven. El pan aún no está listo...— Explicó. Detrás de ella un hombre alto se acercó a la puerta, tenía un pequeño mandil sucio de harina. — Pero si gusta puedo ofrecerle algunos de ayer, están deliciosos y...

—Oh, no. —interrumpió sonriendo. —No vengo por pan, sino por Marinette. — contó, provocando que el hombre frunciera el ceño levemente.  —Está en su habitación dormida ¿no? Tranquilos, sé dónde está, gracias.

Ya había visitado la habitación de su Mario transformado en King Bee en más de una ocasión. Por akumas locas (también locos) y enamoradas (también enamorados) de él, claro, no por gusto. Y solo por que Lordbug y Chat Noir se lo habían pedido.

Tom y Sabine, en lugar de objetar o negarse ante el desconocido, vieron como el chico entraba al lugar como si fuera de su propiedad. 

Sólo un pensamiento apareció en ellos; ¿quién demonios era él?

[...]

Él No Es Chloe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora