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¿Cómo explicar, sin sentir sus ojos arder y su garganta cerrarse a causa de la frustración y enojo que sentía hacia sí mismo, que en todo ese mes no había conseguido absolutamente nada?
Se quedaba sin ideas, sin ganas y sin fe.
En sus brazos aún estaban las recientes marcas del teaser que había comprado. Lo había usado como último recurso hasta que no pudo moverse a causa del dolor y de lo entumecido que estaba; juraba que aún sentía las corrientes electricas recorrerle.
Sabía que no iba a funcionar, el maestro Fu le había explicado que se necesitaba energía mágica para aquello, pero ¿de dónde se supone que iba a sacar eso?, hasta donde tenía entendido no se vendían botellas de mágia por internet.
Si, Marinette lo había descubierto en un descuido suyo y ya se había encargado de regañarlo junto a Adrien por sus "tonterías", y a pesar de eso ahí estaba; frente a la máquina de nuevo. Se veía tan tentador.
Trató de despejar su mente pensando en las cosas positivas que todo esto había traído: conocer a todos los de su clase, por ejemplo.
¿Tenía que mencionar que la farsa que tenia planeada de fingir ser Chloe había terminado?, todo mundo lo sabia ya. Sabrina lo descubrió unos días después del incidente con el profesor; aquel en donde sufrió el primer golpe de negatividad definitiva. Los demás se fueron enterando después, y para ahorrar tiempo, le habían dado su atención durante un desayuno entero para permitirle explicar que es lo que había sucedido. No dió tantos detalles como cuando se lo explicó a Mari o Adrien, pero trató de ser conciso. Todos le habían ayudado a investigar y a formular teorías, y aunque no sirvieron de mucho, el sentimiento de apoyo que le dieron fue suficiente por un tiempo.
Algunos curiosos preguntaron por sus otras versiones, y él se había dedicado a contarles todo lo que podía, se inundó en la nostalgia pura al recordarlos a todos y se alegró muchísimo al escuchar a todos hablar de Chloe con aquel peculiar cariño. Ellos la extrañaban, más de lo que podían notar. Quiso creer que en su mundo las cosas eran similares.
Claro, hubo quienes aprovecharon que él era mayor y le pidieron ayuda en temas escolares. Colín había aceptado solamente para distraerse y presumir de su gran inteligencia.
A pesar de todos esos pequeños momentos, era obvio que su estado estaba empeorando: tenía que usar las gafas cada vez más seguido, las ojeras ya eran una característica suya, había adelgazado pero se negaba a pesarse y saber cuánto exactamente, pero lo que más le carcomia era ver que no era el único, esos niños (a los que ahora podía llamar amigos sin problemas) podían compararsele, y eso solo lo hacía sentir miserable.
Se acostumbró, de cierta forma, a los dolores de cabeza y mareos. ¿Su motivación de seguir?, comenzaba a perderla. No recordaba porque insistía tanto. De cualquier forma, ¿qué ganaba volviendo?, ¿a quién demonios le importaba si él no estaba?, esta ni siquiera era su dimensión y estaba causando más problemas que nadie.
La puerta que llevaba al balcón se abrió bruscamente, sacándolo de sus pensamientos.
—Colín...— le llamó Ladybug. Venía acompañada de Chat Noir, ambos claramente agitados. —Lo tenemos...
El rubio dejó de tallar su rostro al escucharla. Sintió un escalofrío.
—¿Qué?
—Lo logramos.—habló el ojiverde.— Tenemos una alternativa... y es muy probable que funcione.— comentó sonriendo, contagiando a la azabache.
Y el que se supone debería estar saltando de alegría, estaba sentado casi petrificado. Al contrario de lo que imaginaron, no sonrió, sino que una mueca de miedo apareció.
—No...— les susurró —No mientan...
—Colín, lo logramos.
Los otros dos se acercaron para tomar con fuerza las manos del mayor, que no dejaban de temblar. El rubio no lloró, no sonrió y no quiso ilusionarse porque no estaba preparado para una decepción de tal magnitud.
(...)
Las clases estaban llevándose a cabo como de costumbre; en silencio y penumbra. El profesor Mendeliev explicaba el tema sin muchas ganas, el ver a sus alumnos tan abrumados terminaba por contagiarlo en sentimiento.
—¿Hay alguna duda?— preguntó por las formalidades porque sabía que nadie respondería.
La campana sonó, anunciando el comienzo del almuerzo. La mayoría abandonó el salón para ir a la cafetería, otros simplemente se quedaban en sus lugares como estatuas.
Una repentina tos interrumpió aquel silencio que se negaba a desaparecer, ésta no hubiera llamado tanto la atención de no ser porque el sonido provenía del asiento vacío junto a Samuel.
El de lentes se levantó del lugar asustado y confundido. Una brillante luz comenzó a emerger de la nada para después simplemente desaparecer.
Todos estaban expectantes, esperando por algo más pero sin saber qué exactamente.
Un grito se escuchó desde el techo, y por suerte para la chica que apareció ahí, Samuel había logrado reaccionar; atrapandola y evitando que cayera al suelo.
La rubia se aferró asustada a los brazos que la rodeaban, sin entender muy bien que había ocurrido. Se alejó para poder tener mejor visión de todo después de unos segundos.
—¿Samuel?— preguntó, viendolo con sorpresa.. —Estás tocandome... puedes verme ¿verdad?— sonrió, abrazando con fuerza al otro.
Se bajó por su cuenta unos segundos al ver que el pelinaranja parecía no reaccionar.
—¿Quién eres?— se acercó Mario con cautela.
La chica giró a verlo con una gran sonrisa en el rostro.
—Soy Chloe Bourgeois, hija del alcalde de París. El gusto es tuyo, obviamente.
Mario le devolvió la sonrisa, tenía el presentimiento de que todo acabaría pronto.
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Él No Es Chloe.
FanfictionEs obvio que Colín Bourgueois no es un ejemplo a seguir, en ninguna dimensión existente lo sería... Con excepción tal vez de ésta. ¿Cómo es que el egocéntrico hijo de la alcaldesa terminó en un lugar tan extraño como ese?, ¿por qué todos lo miraban...