Cuando intentaba hablar acerca de que sería bueno que se diera un descanso, que desconectará con todo, que dejará la cocina, y que se tomará un tiempo para recargar sus energías. Y digo intentaba, porque no me dejaba terminar. Mario decía que si se iba el negocio se acabaría, tenía un ego más alto que sus 1,70. Se había vuelto amargado, terco y prepotente.
Estábamos cada uno luchando con nuestros propios fantasmas, pero ninguno de los dos decía o hacía nada. A veces el silencio se apoderaba de nosotros, yo fingía, cuando el a hurtadillas a veces me miraba porque sabía que el también en el fondo pensaba lo mismo, y es que después de diez años de convivencia, es normal que podamos intuir como piensa el uno del otro. O por lo menos ese era mi caso.
Conocía al Mario de antes del cual me había enamorado o eso creo, y también conocía al Mario de ahora. Ambos muy diferentes.
Habían tantas cosas que ya no me gustaban de Mario, no encontraba nada en él que me recordase el amor que un día sentí, a lo mejor nunca estuve enamorada. No sé, me confundía mucho cuando en eso pensaba. Estaba hecha un completo desastre con mis sentimientos. No sabía mucho lo que quería pero si sabía lo que no quería y eso era seguir conviviendo y trabajando con él.
No sé cuando empece a sentir como si todo de el me fastidiara. Como he podido convivir con un hombre que puede caminar por el apartamento con la boca abierta mientras se cepilla los dientes, y lo que es peor aún hasta puede hablar sin importarle que la crema muchas veces caiga en su ropa, y lo que es más tenáz como puede salir a la calle así con esa mancha de dentífrico encima. Al principio se lo decía. No de sus técnicas de cepillado dental, sino de la mancha que siempre lucía en su ropa, Mario decía me da igual yo no vivo del que dirán!!!, pero y ¿quien vive de eso? le decía yo en tono de reproche.
Pero Mario nunca escuchaba y menos si se trataba de él. A veces no se manchaba y hacía alarde de eso, diciendo: Ves hoy no me he manchado!! a esas alturas a mi ya es que me daba igual, ni siquiera me giraba a ver lo que con insistencia quería mostrar casi que con orgullo. Menudo gilipollas!!! Me repetía a veces. En fin era muy difícil hablar con alguien que es completamente cuadriculado, inflexible y que piensa que siempre tiene la razón.
Madre Mia!!! LLeve mis manos a la cabeza al darme cuenta que entre más pensaba en Mario, más defectos le encontraba, era como si un montón de imágenes se agolparán una tras otra. Nada me gustaba de él. Buscaba en mis recuerdos algo que me hiciera sentir mejor con respecto a el, pero no encontraba. Es como si no hubiese existido nada bonito entre nosotros. Que sensación más desagradable.
A veces daba vueltas por mi cabeza, la idea de irme a otro apartamento, pero el negocio no estaba bien y no me lo podía permitir. Mis padres estaban viviendo en la capital y si decidiera irme, nuevamente a vivir con ellos, como podía llegar con una mano atrás y otra adelante. Y menos a esta edad. Estaba claro que esa no era la solución, esa opción estaba descartada, yo me veía como si estuviera en un laberinto sin salida.
Tenía que hablar con Mario. Muchas veces me imaginaba soltándo de golpe: Un ya no te quiero, ¿Que vamos a hacer? y en mi mente hasta puedo escuchar su respuesta de algo así como y ¿ Que quieres que hagamos? en su maldito tono prepotente. Cuando imaginaba esa escena podía sentir como mi rostro se enrojecía de la rabia y la impotencia se apoderaba de mi . A veces iba más lejos con mi pensamiento y en ese momento me armaba de valor para soltar un Por ejemplo podrías irte a la mierda!!! De soló imaginarlo sentía un alivio grande, pero no tenía el valor para enfrentarlo así de esa manera.
Mario no tenía familia en la ciudad. Sus padres también vivían en la capital, pero el había nacido en un pueblo lejos muy lejos del mar. Habíamos decido venir a vivir cerca del mar, después de unas mini vacaciones si podemos llamar así a un fin de semana que por locura seguimos a otra pareja de amigos nuestros y que por cierto ya están separados.
Fue la primer vez que Mario vio el mar, y quedo completamente hechizado. Recuerdo que se paro en frente de la playa y descalzo empezó a jugar en la orilla, con las olas que iban y venían, parecía un niño. Hundía sus pies en la arena mojada y tiraba arena con sus pies dentro del mar. Es hermoso!! dijo mientras cerraba sus ojos y llenaba sus pulmones hasta el fondo con la brisa marina. Abrió sus brazos como si intentará abrazar esa inmensidad de mar mediterráneo, que tenía en frente solo para él. Lo saqué de su éxtasis cuando empece a hablar de que a mi me gustaba más el Mar caribe por su color cristalino, y por la cálida temperatura de sus aguas.
A veces le ignoraba, más de lo corriente, a lo mejor me ponía en su mismo nivel. Como intentando en mi desesperación dar más motivos para tensar la situación igual que un resorte cuando se estira y se estira, quería reventar y romper con todo.
Que bueno sería que fuese él que iniciara una charla algo así como Alice, tenemos que hablar. Pero nada. No pasaba nada, al menos como yo deseaba. Eramos invisibles el uno para el otro.
Nuestra vida era un mar de costumbres, no le quería, no le culpaba por nada, simplemente pienso que todo igual que empieza también termina y el amor no era la excepción.
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NO HAY MAL QUE DURE CIEN AÑOS [sin editar]
General FictionEl desamor y un negocio que no va bien, es lo único que une a esta pareja. Se encuentran en una zona de confort. Uno de los dos deberá salir y romper con ese ciclo. Es vital encontrar una solución justa y equitativa para los dos. Pero el destino...