Parte 12

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Empezamos nuestro noviazgo con Mario tontamente, y lo defino así porque no sé en que momento nos empezamos a gustar. Por circunstancias de la vida, y  después de nuestro nuevo  encuentro en Pancho Villa, seguimos comunicándonos por mensajes, y a veces era tanto lo que queríamos decirnos,  que era él o sino yo que dejabamos de escribir para empezar una llamada. 

Hablábamos de todo, de su trabajo, del mío, de noticias, hasta de la última salsa que el  había creado y bautizado con el nombre de "Salsa Acapulco"  yo le decía  Mario ese nombre no es pegajoso, debes poner un nombre más corto para que la gente lo recuerde, y el decía mi salsa será inolvidable, y algún día iremos a Acapulco, si si claro le decía yo en tono burlesco, pero primero tendré que darte algo que te duerma tan profundo antes de subir al avión, para que cuando despiertes ya  estemos en Mexico con unos  cantantes de mariachi alrededor, una botella de tequila, limón y sal. Bromeábamos mucho, en ese tiempo.  El sabía sacar lo mejor de mí,  hasta me aventuraba a improvisar con algo y a veces lograba ser también graciosa. 

  Al principio cuando el restaurante empezó a tener crisis. Le sugerí a Mario que cambiará la carta y la decoración y hasta el nombre. El era bueno con la comida Mexicana, estuvo trabajando más de diez años en "Pancho Villa" . Pero el decía, para eso esta el Pancho Villa. Claro que sí. Pero ese restaurante esta a 20 km de aquí. Y al rededor no hay restaurante Mexicano. 

 Era casi igual que hablar con una pared  

No se cuando ni como dejamos de reír le dije a Mario. El se quedo mirando a la nada, y me dijo no sé, te parece gracioso lo que esta pasando. Como para réirnos de esto.  Le dije: Claro que no, no es para nada gracioso ni mucho menos, pero antes te acuerdas que nos reímos hasta de tonterías, ¿Te acuerdas Mario?

Y que ganamos con acordarnos de eso.  Me contestaba como un reproche, como si solamente yo, tuviera la culpa de la  mala situación con el "Sabroso"  nosotros y todo.

Cada vez el ambiente era más y más tenso. Teníamos uno que otro cliente  que venía a tomarse una bebida, y se sentaba en la barra a veces se iniciaba una conversación  sobre una noticia o cosas que se suelen hablar siempre casi sin importancia, y yo veía que a Mario le fastidiaba, no sé porque. A veces venía y se paraba en la puerta que comunicaba la entrada de la cocina con la barra donde yo solía estar.  Y ponía la peor de sus caras, el cliente a veces  se daba cuenta, pero a Mario no le importaba. 

Mi inglés era bueno, lo había aprendido desde que era adolescente y escuchaba esas baladas americanas de los años 80. Me gustaba mucho escuchar esa música, aprendía hasta el cansancio los coros de las canciones que más me gustaban, y Martina en tono burlesco me decía es  que solo puedes cantar eso???  Un día me propuse a hacer un curso de inglés y mi padre la encanto la idea.  Y a mi mucho más.  Luego me apunté a  francés y  aunque no termine el curso podía defenderme no tanto como en ingles pero para mi era más que suficiente.

El nivel de inglés de Martina en ese tiempo era menos que básico, ella decía a Mark entre risas, yo hablo spanglish y era totalmente cierto. Ahora y después de vivir algunos años en Londres, su  inglés ella decía que era bueno pero nunca quería hablar conmigo.  

Cuando venían turistas ingleses al "Sabroso", ellos se sorprendían por mi buen nivel de inglés,  hacían también bromas diciendo que también podían hablar español y  repetían no sin antes pensar,  palabras como" una cerveza por favor", "la cuenta por favor" y eso era todo. A veces me preguntaban como se dice tal o  tal cosa. Y yo les enseñaba.  Mientras volvía a la barra a servir las bebidas, escuchaba los sonidos de Mario y digo sonidos porque mi cerebro no podía procesar esa información o eran mis oídos que no querían escuchar sus tonterías, pero el seguía y seguía hablando solo en la cocina.  Es insoportable!! me repetía una y otra vez.  

Había agarrado un hábito que a mi me desquiciaba, cuando alguien se sentaba en la terraza, y yo salía atenderles, Mario se paraba en la puerta de la cocina, para mirar yo  que decía,  o que decía, no sé porque lo hacía, pero eso a mi me fastidiaba un montón. 

Me daban ganas de decirle ¿Que miras? pero a veces me parecía un poco exagerado que yo preguntará ese tipo de cosas. Total la gente puede mirar adonde se le antoje, y Mario a lo mejor no me miraba a mí.  Y eso era solo una paranoia mía.  Por si acaso es mejor no alborotar ese avispero, me refería a Mario. 

Yo no quería hacer ni mucho menos decir nada, que hiciera que el empezará a hablar, a refunfuñar, como un desquiciado. 

No eso no, no quería escucharlo.  


NO HAY MAL QUE DURE CIEN AÑOS  [sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora