Parte 3

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Últimamente me había especializado en salir primero de casa. Tampoco era tan difícil, siempre fui rápida para arreglarme, además ya no me preocupaba por la  ropa, que por cierto era básica y limitada, el shopping no era algo que me motivará como años atrás y poco a poco me fui llenando de ropa  para trabajar.  Varios pantalones negros, y las camisas blancas de manga larga, para cuando era invierno y camisetas blancas de manga corta, 100 % de algodón para los meses de verano.  No nos preocupa comprar ropa, no teníamos vida social, y nuestra vida se limitaba de ir del restaurante a casa y viceversa.   

Mario se tardaba mucho más, mientras se afeitaba, duchaba, vestía.  y preparaba su desayuno. Podían pasar perfectamente dos horas. No sé como podía tardar tanto. Ya que  tampoco  lavaba un plato, ni limpiaba, ni tenía la más mínima idea de como poner una lavadora, porque nunca lo había hecho en toda su vida. Tampoco ya quería recoger la ropa sucia que dejaba en el baño, yo prefería recogerla por inercia, con tal de no discutir con él, simplemente  yo lo hacía todo, con tal de no escuchar su voz y sus tonterías. Así evitaba otro mal rato para mi.

 Era hijo único de Mariana, una mujer buena, pero que lo había mal criado. Era un completo inútil. Ella había enviudado joven, cuando Mario solo tenía tres años, le había consentido  hasta el limite de seguirlo tratando como si fuese un niño. Todo lo que Mario decía o hacía era perfecto para ella.  Seguro ella estaría completamente feliz si Mario volviese a vivir con ella, para mi sería un alivio, un descanso a esta tortura, pero no se que pensaba él, y ni modo de averiguarlo porque el no quería hablar nunca. 

 Mario  había adoptado la costumbre al igual que yo, de vestirse con el uniforme desde casa. En  uniforme de Chef  en su chaqueta y  a mano izquierda se podía leer el bordado de "Chef Mario"  el mismo había diseñado la letra y había escogido el color rojo para que se notará según él.  El gorro de su uniforme que también era bordado con su nombre, hacía tiempo que no se lo veía puesto. Su pantalón era el típico gallineto propio de las personas que trabajan en la cocina. Poco a poco el había aumentado una o dos  tallas más de pantalón. No lo sé con exactitud.

Yo me ocupaba  de la barra,  también  hacía de camarera, y  limpiadora. Y la mayoría de los días también ayudaba a Mario a sacar o entrar la terraza.  Mario deberíamos de llamar otra vez a Nico para que se ocupe de la terraza.  Le decía.   Yo puedo hacerlo solo, me decía. Pero  se notaba que a él  le costaba esfuerzo  para sacar las  15 mesas  con cuatro sillas cada una, que formaban la terraza.   Antes  Nico el hermano de Lucinda se ocupaba de sacar y entrar luego por la noche la terraza.  

 Cada vez venía menos  Lucinda ella era una chica inmigrante y muy apañada. Era  joven, no tenía más de 25 años, le gustaba hacer de camarera,  y a mi parecer lo hacía bien, siempre estaba sonriente y atenta a todo. Venía a ayudarnos a veces uno o dos días siempre en fin de semana. A mi pesar cada día le necesitaba menos.  Siempre me decía llena de optimismo, que ojalá y que tuviésemos tantos clientes, que también pudiese trabajar Nico con nosotros. 

Madre Mia!!!    Lleve mis manos a la cabeza al darme cuenta que entre más pensaba en Mario, más defectos le encontraba, era como si un montón de imágenes se agolparán una tras otra. Nada me gustaba de él. Buscaba en mis recuerdos algo que me hiciera sentir mejor con respecto a el, pero no encontraba. Es como si no hubiese existido nada bonito entre nosotros. Que sensación más desagradable.

A veces daba vueltas por mi cabeza el irme a otro apartamento, pero el negocio no estaba bien y no me lo podía permitir, mis padres seguían  viviendo en la capital a seis horas de donde yo vivía  y si decidiera irme, como llegar con una mano adelante y otra atrás y a esta edad. Estaba claro que esa no era la solución, estaba en un laberinto y no veía la  salida.

Tenía que hablar con Mario.  Muchas veces me imaginaba soltándole de golpe un ya no te quiero, ¿Que vamos a hacer? y en mi mente hasta puedo escuchar su respuesta de algo así como y ¿ Que quieres que hagamos? en su maldito tono prepotente. Cuando imaginaba esa escena podía sentir como mi rostro se enrojecía de la rabia y la impotencia. Las manos sudaban. A veces iba más lejos con mi imaginación  y en ese momento me armaba de valor para soltar un Por ejemplo podrías irte a la mierda!!! De soló imaginarlo sentía un alivio grande, pero no tenía el valor para enfrentarlo así de esa manera.

No quería ser grosera, no quería hablar en malos términos. No quería discutir.  Yo solo quería soluciones y sola no las podía encontrar.  Yo  no tenía ni la más mínima idea de lo que Mario quería, tampoco de lo que el estaba pensando.   Lo veía tan despreocupado por el negocio, y por la vida misma.  

A veces le ignoraba, más de lo normal. Por mi mente pasaban cosas  como por ejemplo darle más motivos para que fuese él que iniciara algo así como: Alice, tenemos que hablar. Pero nada. Nada pasaba, al menos como yo deseaba. 


NO HAY MAL QUE DURE CIEN AÑOS  [sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora