Parte 10

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A veces mi hermana Martina me llamaba.    A menudo  me reprochaba porqué yo nunca lo hacía primero.  Ella seguía feliz con su vida, y escucharla eso a mi también me daba mucha alegría.  Siempre hablaba que permanecía mucho tiempo sola con  los gemelos, porque Mark trabajaba y viajaba mucho.    También comentó que había terminado un  curso de cup cakes, y que cuando viniera de visita, nos prepararía muchos y de diferentes sabores y que su favorito el que le quedaba mejor era el de chocolate blanco. 

 Martina a veces hablaba tan rápido que a veces tenía que esforzarme por seguir el  hilo de la conversación. Siempre tenía mucho que contar, acerca de ella, de los gemelos y también de Mark pero un poco menos.

Estaba eufórica, Mark le había prometido que irían a las Islas Bahamas en otoño. Sería un viaje de negocios, ya que uno de los clientes más importantes del Bufete de Abogados  donde él trabaja,  quería encomendarle un caso muy especial,  que era confidencial, y por eso el debía viajar hasta allí. Esas serían las únicas vacaciones para ellos puesto que Mark estaba muy ocupado y durante el verano no le había dado tiempo  de salir de viaje con la familia  ni tan siquiera un fin de semana. 

Me sentía feliz por mi hermana, el escucharla siempre tan animada, con su vida. Que no tenía ni punto de comparación con la mía.  La vida de Martina sino era perfecta, era lo que más parecía. 

Cuando mi hermana termino de hablar de lo fantástica que le parecía la Isla de las Bahamas. Pregunto lo que yo no quería que preguntara. Y tú   ¿ Como estás Alice, y como va todo con Mario?         Madre mia!!!!    Dos preguntas y ambas al mismo tiempo eran demasiado para mi. Sobre un tema que no podía hablar con ella.  Simplemente le conteste con un bien gracias, todo bien aquí.    ¿Pero  con quien te crees que estás hablando Alice?      Eso mismo retumbo en mis oídos algo así  como:   ¿Crees que soy tonta???   Te conozco Alice, siento que no estás del todo bien.  Subí el tono a mi voz para que fuese más creíble y , le dije sí claro acaso  porque no debería de estarlo.

Antes que lo olvide, le dije,  enviame las últimas fotos  de los gemelos del día ese que me dijiste, que fueron al cumpleaños de  tu amiga, como es que se llama ???   AHH si, el cumpleaños de Jessi la niña de mi amiga Carolina, es cierto!!     Lo había olvidado, es que estás dos últimas semanas estuve sin la empleada que viene a ayudarme en las labores de la casa,  y por eso no tuve tiempo  de  enviarte las fotos. 

Suspire sintiendo un alivio muy grande cuando muy a mi pesar, alcance a escuchar llorar a uno de los gemelos y fue entonces cuando Martina se despidió de prisa, y no tuvo más tiempo de someterme a lo que para mi  era casi un interrogatorio.  

No me atrevía a decirle nada, al fin y al cabo era mi problema y el de Mario  y solo nosotros deberíamos de solucionarlo, Yo no tenía porque preocupar a mi hermana acerca de algo que no valía la pena. 

Yo no le tenía envidia a Martina, la adoraba con locura, era mi hermana pequeña. Ella merecía todo lo mejor que la vida pudiera darle y más mucho más. Ella siempre fue más traviesa, era muy inquieta y un poco dañina. Muchas veces nos castigaron a las dos, porque aunque mi madre sabía que yo era más tranquila y que Martina era la culpable, ella se enfurecía porque quería que yo dijese la verdad de quien había hecho la travesura, y yo nunca fui capaz de acusar a Martina, el castigo siempre era para las dos.

El castigo consistía en no salir del cuarto, y no ver nuestro programa favorito de dibujos animados, algunas veces era de la pantera rosa, Tom y Jerry, o los Picapiedra. Siempre eran a la misma hora, a veces eran clásicos de Disney, ese era nuestro castigo.

Nosotras nos quedabámos encerradas en el cuarto, me gustaba escribir en mi diario.  O hablando de lo que nos gustaría ser de mayor. Martina decía que quería ser científica, para curar a la gente. Yo le explicaba que entonces ella quería ser Doctora, y ella decía, no eso no. Yo quiero curar a la gente pero no quiero ver sangre. Tampoco quiero pinchar a nadie con agujas, ella le tenía pánico a las vacunas.

Hay un refrán que dice: Que cuando alguien no tiene hijos, la vida se encarga de darle sobrinos. Este refrán era perfecto para mi. Adoraba a mis sobrinos, los veía tan lindos en esas fotografías que mi hermana me enviaba. 

Yo nunca tuve hijos.  Hace mucho tiempo cuando Mario y yo hicimos los planes para casarnos, también hablamos de los hijos que nos gustaría tener, Mario decía que le gustaría tener tres hijos, o que se conformaría con dos, pero nunca con uno, debido a que el fue hijo único, el quería una familia con mínimo dos. 

Cuando decidimos ser padres, empezamos a tener relaciones sin utilizar ningún método anti conceptivo, pero nunca pude quedar embarazada. Fuimos al médico y el Dr, nos envío algunas pruebas,  para al final decirnos que Mario tenía un problema de baja producción de esperma,  eso tenía solución, pero que el debía someterse a un tratamiento.  El nunca acepto esos resultados, argumento que eso simplemente no podía ser cierto. Y finalmente nunca se sometió  y  yo tampoco le insistí. 

A mi edad no me cuestionaba ya ser madre, me parecía que yo ya no estaba para eso. No perdía mi tiempo con esos pensamientos, simplemente era algo que no lo consideraba. 



NO HAY MAL QUE DURE CIEN AÑOS  [sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora