Volvió a apagar la pantalla. La encendió y otra vez la apagó. Tamara Masson era incapaz de marcar el número de Aaron Cowen, que no había ido ese viernes a trabajar. Ella, apurada y suponiendo que él estaba en la oficina, había subido a buscarlo y se encontró con la elegante y seria Angélica Lemoine, directora de Aphrodite, que le dijo que el editor en jefe estaba preparándose para viajar.
—Tenemos desfile en Italia la semana que viene y no puede faltar. ¿No te lo ha dicho? Creía que iría contigo.
La señora rubia, con su ajustado traje negro de chaqueta y la esbelta figura, parecía una copia de Pink en los Grammys, aunque con estilo. Se quitó las gafas de sol, pese a que estaban en el interior, y frunció el ceño.
Tamara suspiró.
—Supongo que se lo pensó cuando rompimos...
—Al menos supo manejar la ruptura. No soporto ese aire romántico que le daba a las publicaciones. Demasiada felicidad para mí. Nunca me han gustado las relaciones entre compañeros, ¿sabes?
Volvió a colocarse las gafas de sol y suspiró.
—Espero que esté haciendo la maleta y no pensando en suicidarse.
Dejó a Tamara sola, plantada en la sala de oficinas donde los redactores y correctores finalizaban las columnas de la siguiente publicación de Aphrodite. Esta vez contarían con una exclusiva sobre Garreth Ollard y sus chicos, y la sesión de fotos de otoño-invierno de Stephanie Hinault.
A las cinco Tamara se despidió de Jessica para llegar a casa cuanto antes, hacerse una ensalada de queso parmesano, pollo y salsa César, y sentarse en la cocina a llamar a Aaron.
Pero entró una llamada de su madre.
—Cariño, me ha subido a nivel 3.
—¿La diabetes?
—El médico me ha mandado inyectarme la insulina. Me la recetó gracias a que tu difunto padre era sargento pero...
—Mamá, ¿por qué no te cuidas? Te he dicho mil veces...
—No me regañes, que si me voy a morir, prefiero que sea comiendo magdalenas.
—Quiero que veas a Tania graduarse, ¿entendido? ¿Necesitas más dinero?
—No, cielo, tu novio mandó un cheque hace tres días. Te digo que ese chico...
—¿Aaron? ¿Mi Aaron? ¿Y cómo se ha enterado de...?
—Tania le escribió al correo que tiene en la página de la revista. Es que estos niños saben tanto del Internet...
—¡A Aaron no tenía por qué pedirle dinero!
—¡Es mi yerno!
Atónita, Tamara colgó bruscamente. Se le estaban inundando los ojos de lágrimas. Empezaba a desatar un torbellino de emociones que la tenían entre la deuda y las ganas de estrangular a Aaron. Se levantó, tan inquieta que quiso mordisquearse la mano entera, sin saber si llamar a Aaron o a su hermana, cuando le entró otra llamada.
Jessica Gardner.
—Jess, ¿qué pasa?
Jessica, que debía estar preparándose para salir de fiesta, seguía en casa.
—Ya ha salido a la venta la exclusiva de Aphrodite. ¿La tienes?
—No.
Corrió de todas maneras al salón, a sacar de su bolso el laptop negro de Apple y encenderlo. Normalmente era la primera en llevarse la revista, pero aquel día había olvidado por completo pedírsela a Angélica Lemoine. Sin embargo, si Jessica la estaba llamando, se debía a que algo especial se escondía en la revista.
—Tienes que leer la columna de Aaron.
Tamara accedió rauda y veloz a la página web de Aphrodite, buscó el ejemplar online y seleccionó en el índice la entrada "'A la mujer del año' por Aaron Cowen", sintiendo el corazón destrozarle el pecho con cada latido.
A esa mujer de ojos negros que matan,
A esa mujer que llevo en mi piel grabada,
A esa mujer alérgica a los cacahuetes y a los chicos sin alma,
que llora en silencio, que quiere su propia canción
A esa mujer que ama las amapolas y las tardes en pijama,
A esa mujer que hace todo tipo de ensaladas,
A esa mujer que detesta su sonrisa, sus rodillas,
que sabe de lo que es dueña, que provoca, que jamás se equivoca
A la mujer que odia el frío pero no sentarse con los grillos,
Que respira country y sabe a café solo,
Que comparte mis sueños, mis logros
Que vio en mí lo que ni mis padres vieron
que me regaló un mes entero
para demostrarle que la quiero
Sin palabras, con hechos
-Aaron C.
P.D.: No llores que se te corre el rímel de Dior
Tamara se apartó la lágrima negra de la mejilla.
El frío de pronto paralizaba sus huesos, atravesando el suéter negro y las ventanas cerradas. Aaron no lo había escrito esa mañana; ella lo sabía.
Agarró su teléfono otra vez, pero en vez de marcar ese número que la atormentaba, pulsó el de Jessica Gardner. Tres tonos sonaron antes de que su aguda voz respondiera:
—¿Y bien?
Tamara tembló al respirar:
—¿A qué hora decías que salía el vuelo?
***
Helloooo, aquí Tamara Masson con ustedes:)
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𝟑𝟎 𝐝í𝐚𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐫𝐞𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐫𝐭𝐞
RomanceAaron Cowen, editor para una agencia de modelaje, acaba de arruinar una relación de dos años por una polémica foto filtrada y todo Chicago ha puesto sus ojos en él, en su ex y en la presunta amante. Tamara Mason está destrozada y no quiere saber nad...