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CAPÍTULO 10.5
La Noche.


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El azabache cargó a la castaña con firmeza hasta llegar a sus aposentos, donde se las ingenió para abrir la puerta sin tener que soltarla o hacerla despertar. La llevó hasta su cama, dejándola con delicadeza sobre el lado izquierdo de esta y regresó a cerrar la puerta dorada. Apoyó su espalda en su superficie y su atención fue de vuelta a la castaña profundamente dormida, cuya figura era distinguible gracias a las antorchas encendidas en lugares estratégicos de su habitación. Deshizo el agarre del broche que sujetaba la capa a su cuello y la dejó en el espaldar de su sillón de lectura, ubicado a su izquierda. El menor observó de nuevo la prenda que la joven lucía y no pudo evitar fijar su atención en la zona de su escote, sintiendo un amargo sabor de boca al pensar que su hermano –y quizás algunos otros– se había deleitado fijando su atención descaradamente allí. Sin embargo, él también era un hombre, con gustos y necesidades, por lo que decir que la vista no era agradable sería una completa mentira, pero por decencia y no faltarle a las enseñanzas de su madre, debía cubrirla y evitar mirar más de lo debido.

Se acercó a ella, sentándose al borde de la cama, posó su mano en su hombro justo encima de la tela magenta y con delicadeza tiró y desabrochó los collares en su cuello, también retiró el resto de joyas que quizás le estorbarían para dormir. El azabache se permitió observarla mientras descansaba, detalló sus delicadas facciones y la tranquilidad que demostraba. Quiso atreverse a tocar su rostro, recorrer sus mejillas suavemente con sus dedos, ver la sensación que podría causar su piel bajo su toque; más se arrepintió antes de convencerse de hacerlo. Suspiró con pesadez antes de levantarse y dirigirse al baño para asearse un poco y cambiar sus prendas. Estuvo atento a todo sonido que pudiera provenir de su habitación, pero no captaba más que la música lejana del Salón Real, cuyo eco llegaba hasta su habitación.

Al regresar, lo único diferente fue la posición en que Syntherea dormía, encarando el balcón que tenía. Buscó dos sábanas y con una arropó a la castaña, se recostó con cuidado en el lado vacío de la cama, acomodándose y cubriendo su cuerpo con la sábana esmeralda que había tomado, respiró hondo al poder descansar de nuevo en su cómoda cama. Volteó su cabeza hacia la derecha, encontrándose de nuevo con Syn, dándole la espalda. Giró su cuerpo, acomodándose para verla mejor y perdió la cuenta del tiempo que pasó admirando su silueta, quizás incluso se había quedado mirando a la nada mientras soñaba despierto.

Estiró su mano izquierda hacia ella, llegando a tocar la piel descubierta de su brazo, palpando su suavidad por un instante antes de tomar el borde de la sábana y cubrirla hasta el hombro. Por mucho que deseara tocarla de nuevo, sabía que no debía; además, prefería tener su consentimiento antes de llevar a cabo cualquier acción. Pronto sintió sus ojos pesar, dejándose entrar en un sueño tal y como la joven a su lado, pero un ruido le hizo despertar de golpe, el cual provenía de un escándalo a las afueras de su habitación. Pudo diferenciar una escandalosa carcajada femenina y palabras entre risas que no lograba entender; escuchó también la conocida risa de su hermano, silenciando a la chica que había traído para no despertar al menor o llamar la atención. Cosa que habían fallado estrepitosamente.

El azabache, aún medio dormido, no pudo evitar pensar que su hermano no perdía el tiempo, no entendía cómo podía involucrarse con alguien de esa forma sin siquiera conocerle –a no ser que lo hiciera y él no se había dado cuenta de ello–; se le consideraría chapado a la antigua, pero creía en la idea de que una acción como esa se hacía con sentimiento, tenía que significar algo más que un deseo, o al menos así llegó a enseñárselo Frigga, y concordaba con ello.

Notó por el movimiento en su cama que la castaña había despertado, todo por el ruido de Thor y su acompañante. Se acercó a ella, posando su mano en su hombro para tranquilizarla y estando dispuesto a usar un hechizo momentáneo para que durmiera de nuevo. Siseó con suavidad en su oído y se alertó levemente cuando sintió su toque débil alrededor de su muñeca.

—¿Qué sucede? —logró formular ella en un murmuro, aún somnolienta.

—No es nada. Duerme.

Logró escucharle respirar hondo antes de usar el hechizo en ella, y justo a tiempo, ya que en ese momento se logró escuchar un fuerte portazo proveniente de los aposentos de Thor. Apartó su mano con lentitud tan pronto notó que volvía a quedarse dormida y la mano que lo sostenía caía a un lado. Un impulso causado por la situación, la cercanía que tenían, su somnolencia y quizás algo más, lo llevó a dejar un casto beso en su hombro, cerca de su cuello, antes de volver a su anterior lugar e intentar dormir sin ser interrumpido por las risas y jadeos repentinos que llegaban a él desde la habitación de su hermano.

Sería una larga noche.

Nothing Else Matters | Loki LaufeysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora