Capítulo 1 | Sin poder decir adiós.

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Lunes 8 de Octubre del 2018— 15:40.

El invierno ya había llegado, las calles se enfriaban a medida que el tiempo pasaba. En plena tarde, la nublada ciudad se sumía en una de las más frías temperaturas del siglo. Un chico que caminaba con uniforme escolar estornudaba mientras maldecía sus frágiles defensas, algo peculiar, ya que él amaba el invierno. A pesar de eso, el resfriado no le importaba ya que se encontraba cerca de lo que él llamaría casa, este sería el tercer piso de un pequeño edificio ubicado en uno de los lugares más recónditos de la ciudad. En eso, cuando estaba a punto de abrir la puerta, oyó algo que lo dejó helado en ese instante.

—A mí... ¡Me gustas! ¡Desde hace mucho! ¿Q-quisieras ser mi novia?

— ¡S-sí!

Pensando que quizá la pareja esté ocupada, el chico salió de ese lugar y se paró en la ventana que se hallaba cerca de las escaleras de donde subió, una calle de doble dirección fue lo primero que vio, para después observar las casas que se encontraban frente suyo, a lo lejos se fijó que un par de niños reían sin parar, sin perder tiempo alguno, él corrió y entró a la sala de su casa. Sonrojado y con algo de enojo increpó a la persona que se hallaba en ese lugar.

— ¿Desde cuándo miras eso?

Todo pasó tan rápido que no se dio cuenta de su error, de hecho, lo primero que debió hacer era entrar, él lo sabía muy bien, solo dos personas podían decir aquella confesión de amor, y estas eran sus padres los cuales estaban trabajando, por lo que, la única persona que quedaba libre en esa hora era su hermano menor, Mateo. Él era un jiño de unos 13 años, con un cabello ruloso, de tamaño pequeño y una personalidad infantil, pero que Dylan a pesar de todo, lo quería.

— ¡No tenía opción! Era esto o mirar las novelas que suele ver mamá, que de por sí, son más cursis.

Justificando lo que veía, su hermano menor resopló todo el aire que tenía dentro, no le era fácil vivir sin los demás canales de televisión y mucho menos sin un celular.

—De cierta manera, tienes razón, te compadezco.

—Soy un héroe, ¿no Dylan?

—Lo eres, en serio.

Asintiendo lo que decía, Dylan caminó hacía su cuarto, el cual lo compartía con Mateo, por lo que, solo las tardes tenía la privacidad que siempre ansiaba.

Para Dylan este iba a ser su último año de estudios en el colegio, a solo medio año de terminar, tenía que pensar en qué estudiar. Un tema que le rompía la cabeza.

¿Ser ingeniero? ¿O tal vez médico? ¿Abogado? ¿Contador? ¿Arquitecto? ¿Administrador? ¿Científico? ¿Profesor? ¿Escritor?

Un millón de profesiones, y aún no tenía nada pensado, aunque no podía negar que se inclinaba hacía las ciencias, un tema que le gustaba desde hace un tiempo. Si tendrían que describirlo, él sería un simple chico de 17 años, cabello algo revoltoso, alto y sin músculos. Entre sus pocas aficiones sería la astronomía y los juegos de disparos, los cuales la mayoría de las veces las pasaba con sus amigos.

Ahh, esto es vida...

Como de costumbre, prendió su celular y se dirigió rápido al chat de cierta persona, esperando que quizá, le haya respondido el mensaje que había enviado en la mañana, para su suerte, si estaba aquel mensaje.

«Isabella: ¡Todo bien! Ehm, ¿tienes algún momento disponible? Quiero hablar en persona sobre algo...»

Dylan no pudo evitar emocionarse tras leer ese mensaje, Isabella no era cualquier chica, era una muy especial para él, alguien en quien siempre confió cualquier cosa y que ahora, amaba. Por eso mismo, pensaba que era posible que sea una confesión, sin embargo, también existía la posibilidad de que sea un tema familiar. Ese tipo de situaciones eran tan comunes en su edad, por lo que resultó muy difícil que sea una declaración.

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