Capítulo 20

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-¿Fuego? ¿¡Es fuego!? – exclamo Inuyasha en el asiento de copiloto, Bankotsu manejaba por seguridad de ambos, de los dos, el moreno era él más tranquilo.

-Mierda – mascullo Bankotsu.

-¡Acelera Bankotsu! – era de madrugada, casi el amanecer cuando estaban llegando al lugar en donde, se suponía debía de estar Kagome.

Bankotsu no respondió y sin decir nada acelero, ganando la delantera a los policías, del lado contrario a ellos, se acercaban las ambulancias, más policías y el camión de bomberos. Derrapo en cuanto freno a varios metros e Inuyasha bajo rápidamente, mirando en la finca que de apoco se consumía por el fuego quedando nada de la construcción.

-Kagome – empezó a temblar, Kagome, su azabache ¿Estaba allí adentro? ¡No eso no era posible! - ¡Kagome! – exclamo y se abalanzo en dirección a la finca consumiéndose por las llamas, los escombros, el techo empezaban a caerse.

-¡Inuyasha! – sintió los brazos de Bankotsu cerrarse alrededor de su cuerpo, en una llave sin dejarlo con posibilidad de moverse. – Tranquilízate, tranquilo – Bankotsu ahogo un sollozo, contenía sus ganas de llorar, no era posible que Kagome... no, no lo era.

-¡Déjame ir Bankotsu, déjame ir! ¡KAGOME! – gritaba haciendo doler sus cuerdas vocales, se removía descontroladamente en los brazos de su amigo.

Observaba con terror como los bomberos trataban de apagar el fuego, algunos entraban en busca de algún cuerpo, de acuerdo con la información que los policías y detectives le brindaron. Inuyasha y Bankotsu cayeron de rodillas, rogando que Kagome estuviera bien.

-Déjame Bankotsu – murmuro con frialdad.

-Inuyasha...-

-¡Que me sueltes! – el moreno dubitativo lo soltó, Inuyasha se puso de pie y se alejó, derramando lágrimas, tirándose de los cabellos y golpeando objetos invisibles con sus pies y manos.

Camino por el campo, alejándose de la finca, no quería presenciar el momento en el que sacaran el cuerpo de la mujer que ama. Los gritos de los policías, de los paramédicos y los bomberos lo perturbaban, no quería escuchar cuando alguien gritara el hallazgo de algo.

Abrió sus ojos lagrimosos y vio a su alrededor, empezaba a sentir algo, empezaba a sentir la esperanza. Busco, busco lo que sentía.

Sus ojos se abrieron de sorpresa en cuanto vio un cuerpo a unos metros de él, un cuerpo delgado y pequeño. Con su respiración entrecortada corrió con desesperación, cabellera azabache, piel nívea y su rostro... como un ángel, con sus ojos cerrados, en paz.

-¡Kagome! – se arrodillo con cuidado al lado del cuerpo frágil de la azabache. Paso su mano por encima del cuerpo, relajado, temiendo que al tocarla se rompiera – Kagome – la llamo y la tomo en sus brazos, apoyando su cabeza en sus piernas, respiraba y dormía. – Kagome, Kagome... mi amor – le acaricio el rostro con delicadeza, grabando cada rasgo de ella en su memoria, en su piel. Apretó los puños y aguanto las ganas de maldecir en cuanto se dio cuenta de que estaba en ropa interior siendo cubierta por una bata sucia masculina.

-¡Inuyasha!

-¡Aquí esta Kagome! – grito con alegría y aliviado. Seguido todo paso demasiado rápido, paramédicos se hicieron cargo del bienestar de Kagome, había aspirado un poco de humo por lo que le pusieron una mascarilla.

La esperanza aún los seguía acompañando.

-Ve tú – le dijo Bankotsu en cuanto solicitaron un acompañante para Kagome en la ambulancia, Inuyasha asintió y le sonrió agradecido.

ESTÚPIDO (ADA#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora