Capítulo 2

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- ¿Cuánto falta?

- Eres una pesada María, ya te he dicho que casi llegamos.

Julia bufó ante la insistencia de su hermana pequeña y volvió a ponerse los auriculares. Por fin divisaron el pequeño pueblo. Estaba rodeado de árboles y todas las casas eran de un color blanco gastado. Su madre guió hacia un camino de piedra que bordeaba el bosque. Entonces, mirando por la ventana, le pareció distinguir una figura masculina, de pie frente a los árboles. Pestañeó y la figura desapareció.

Aparcaron en el lado izquierdo de la casa. Tenía un tejado a dos aguas color rojo desgastado y una puerta de madera de aspecto antiguo. La casa tenía además una terraza con uno de esos sillones que se balancean. Sacaron las maletas del coche y entraron.

- ¡Me pido la cama grande! - chilló Julia y , sin dar tiempo a su hermana a rechistar, corrió hacia la habitación.

- ¡Eso no vale! ¡MAMÁ! - gritó ella corriendo también.

- Vamos, no seas egoísta. - dijo el padre de las niñas entrando en la habitación tras ellas. - Julia es la mayor. Además, es su cumpleaños.

- Jo.

Julia le sacó la lengua y se giró a deshacer la maleta. Media hora después su padre entró en la habitación, a anunciar que aquella noche había fiesta en el pueblo.

- No sé si tengo muchas ganas de ir, la verdad...

- Vamos, te lo pasarás bien, incluso puede que hagas nuevos amigos. Aquí la gente no sabe...

- ¿Que veo muertos y hablo con ellos? A mí también me gustaría ser normal por unos días papá, pero es que no puedo. Es algo que va dentro de mí, me guste o no.

El hombre hizo una mueca de tristeza. El don de su madre siempre lo había asustado,y había procurado mantenerse alejado de él. Sin embargo, ahora que su hija lo tenía,intentaba comprenderlo, y ayudarla en todo lo que pudiese. Julia lo miró con una media sonrisa.

- Iré a la fiesta, pero sólo un rato. 

*                                                                                      *                                                                                              *

- Tres cervezas por favor - pidió Julia en la barra. Estaba atiborrada de gente, y tuvo que repetir un par de veces la orden para que el encargado la entendiese. Las cogió como pudo y se dirigió a la mesa donde se encontraban sus padres. Miró a su derecha y le pareció verlo de nuevo. La figura del bosque. Sintió un impacto en el pecho y tiró las cervezas al suelo.

- ¡Lo siento! - el chico con el que acababa de chocar se arrodilló frente a ella. Miró de nuevo a la derecha. La figura no estaba. - Pagaré eso...

- Tranquilo, no miraba por donde iba.

Julia se topó con un muchacho rubio de ojos verdes algo más alto que ella. 

- Lo digo en serio, lo pagaré. ¿Te he manchado?

- No, tranquilo. - contestó ella tratando de sonreír. Desde hacía un tiempo se había mostrado reacia al contacto con personas nuevas. La llevó hasta la barra y le consiguió tres bebidas nuevas. Lo atendieron mucho antes que a los demás.

- ¿Cómo lo has hecho? - preguntó ella entonces. - Yo he tenido que esperar veinte minutos.

- Bueno, mi padre es el alcalde - explicó el muchacho con algo de vergüenza - Supongo que este es uno de los beneficios. Por cierto... Me llamo Diego. 

- Yo soy Julia.

- No eres de por aquí... ¿Verdad?

Ella negó con la cabeza. El chico cogió dos cervezas y le entregó una a ella. Comenzaron a caminar hacia la zona de las mesas.

- ¿Estás aquí de vacaciones?

- Sí. 

- ¿Y qué te parece? Ya sé que este sitio no es gran cosa...

- No, no. Está genial. Creo que no había visto tanto verde en mi vida. Donde yo vivo sólo hay palmeras y... cactus.

- ¿Vives en el desierto?

- Más o menos... Aquí es -  dijo señalando con la cabeza la mesa de sus padres. El muchacho la acompañó hasta allí.

- Y tú que decías que no ibas a hacer amigos. - dijo su padre en cuanto la vio llegar.

- Él no... Yo sólo...

Diego la miró con una mueca divertida.

- Vamos, vete, y diviértete. 

Su padre la dio una palmadita en la espalda, empujándola hacia el chico.

- Bueno... murmuró ella una vez se hubieron alejado - Y... ¿Qué hacéis aquí para divertiros? 

- Lo mismo que el resto de adolescentes, supongo, bailar, beber, cantar... Ah y jugar.

- ¿Jugar a qué?

Él la miró con una sonrisa pícara.

- A verdad o reto. 

- Nunca he jugado a eso...

- ¿De verdad?

Julia negó con la cabeza.

- Bien, pues eso esta noche va a cambiar.

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