Capítulo 20

84 8 0
                                    

– ¿Qué?

– Sé como salvarte. Me lo ha dicho mi abuela. Ella ha aparecido y...

Diego la miraba con desaprobación, pero no se atrevía a abrir la boca, por miedo a las represalias de Bruno. Julia se giró.

– Diego... Él no tiene la culpa... Está amenazado... Igual que nosotros.

Bruno miraba hacia abajo. Levantó la cabeza.

– Se trata de supervivencia.

– Estás ciega. – murmuró Diego. Julia no le reprendió. No esperaba que perdonara a Bruno, ni mucho menos que trabajaran juntos, después de todo aquello. De hecho, seguía preguntándose como ella aún quería salvarlo.

– ¿Qué tenemos que hacer para acabar con "él"? – Bruno se dirigió a Julia.

– Para empezar. "Él" es una mujer.

– ¿Qué?

– Tiene un frasco. Un frasco con recuerdos de cientos de espíritus.

– Mi asunto pendiente...

– Eso es. Ya se han olvidado de ella. Pero con vuestros recuerdos puede seguir existiendo. Y no sólo eso. Os utiliza para encontrar la forma de volver a la vida.

– ¿Por qué creo que tú eres la fórmula?

Bruno la recorrió con la mirada, haciendo que ella se sonrojase.

– Hay que encontrar ese frasco.

– Parece muy fácil cuando lo dices.

Diego entró en la conversación. Inmediatamente después de decir eso sacudió la cabeza.

– Pero es nuestra única opción. ¿Dónde está?

Julia miró a Bruno.

– "Él" no tiene residencia fija. Debería llevar el frasco siempre encima.

– Entonces sólo hay que esperar a que venga.

Julia se dirigió a la cama y se sentó. Miró a Diego y este se encogió de hombros. En aquel momento comenzaron a sentir frío.

– Ya está aquí. – murmuró Diego.

"Ella" apareció. Atravesó la pared con sutileza. Primero miró a Bruno.

– Debí suponerlo.

Luego su mirada se dirigió a Julia. Ella se la devolvió, buscando, en realidad, el frasco. Llevaba una amplia capa. Supuso que debía estar debajo. El problema estaba en llegar hasta él.

– Quería despedirme de ella. Voy a cruzar al otro lado después de esto. – murmuró Bruno.

– ¿Quién dijo que vas a cruzar al otro lado?

– Ya te he ayudado lo suficiente. ¿No crees?

El fantasma se mordió el labio y apretó los puños.

– Tienes razón. Tengo que devolverte esto.

Efectivamente. Ahí estaba el frasco. Lo sacó de debajo de la enorme capa rojo sangre.

Diego miraba a Julia. No veía nada, por lo que tenía que averiguar lo que estaba pasando a través de las reacciones de la chica. Miró a Bruno suplicante. Aquél era su momento. El frasco estaba lleno de una neblina morada.

– Pero antes tengo que acabar con ésto.  – volvió a guardarlo. Luego se dirigió hacia Diego.

– Va hacia allá. – murmuró Julia.

– Cállate. – dijo "él" agresivamente.

El vestido de Julia comenzó a encogerse. La asfixiaba.

– Así aprenderás a estar callada.

Julia comenzó a marearse. Apenas podía respirar. Cayó de rodillas al suelo. Bruno corrió hasta ella y la sujetó.

– Quitamelo. – le pidió casi en tono de súplica.

– ¿Qué?

– ¡QUÍTAME EL PUTO VESTIDO BRUNO!

El chico agarro la tela del vestido de la parte del pecho y tiró violentamente de ella, haciendo que se rasgase. Vio el pecho desnudo de Julia y subió la cabeza sonrojado. La respiración de la chica volvió a la normalidad.

– Gracias.

Se apoyó en él y, apenas se volvió a la cama vio a "él" agarrar a Diego del cuello.

– ¡No! ¡Para!

Aquel ser le dedicó una mirada de víbora. Luego se giró hacia Diego. Lo levantó de la cama. El muchacho daba patadas a un lado y a otro. No sirvieron. Él no podía ver nada.

– ¡Déjalo! ¡Él apenas tiene el don! ¡Yo sola te valgo! ¡Para! ¡Déjalo!

Bruno la sujetaba para impedir que corriera hacia la cama.

– ¡Lo vas a matar! ¡Para!

Dicen que los ojos son el espejo del alma. Los de Diego ya no eran verdes. También se habían vuelto neblina morada. Una neblina que, flotando en el aire, acababa por fundirse con los ojos de "él". Finalmente, el muchacho cayó sobre la cama. Estaba pálido, no se movía.

– No... ¡NO!

Julia se liberó de Bruno y corrió hasta la cama. Diego estaba muerto. Las manos del "él" habían sido abandonadas por ese leve  halo blanco que caracterizaba a los espíritus. Julia se abrazó a Diego. Se negaba a separase de él. Lloraba sin parar.

– Por fin llegó tu turno. – "él" sonrió.

– ¡ASESINA!

– ¿Sabes? Tengo mucha curiosidad por probar tu alma. Nunca había visto una así.

Agarró a Julia del cuello, clavándole las uñas. Sin embargo ella contaba con una ventaja. Podía verla, y también podía ver el frasco, que se balancea dentro de la capa. Miró a Bruno, quién comenzó a acercarse sigilosamente.

– No sabes lo que estás haciendo... – murmuró Julia tratando de entretenerla. – No funcionará.

– ¿Cómo estás tan seguro de que no lo hará?

– ¿Cómo estás tú tan segura de que sí? – Julia casi le sacó la lengua. En aquel momento Bruno se abalanzó sobre "él". Cogió el frasco y se lo lanzó a Julia. Ella lo agarró, con las manos temblando. De repente, "él" agarró a Bruno del cuello, y neblina morada comenzó a salirle de los ojos. Julia no entendía nada. Bruno ya estaba muerto. ¿Qué pretendía hacerle? Comprendió que quería librarse de él por completo. Quería hacerlo desaparecer. No estaría presente ni en el limbo ni al otro lado.

– ¡Hazlo Julia! – le gritó.

– ¡VAS A DESAPARECER!

– ¡HAZLO!

Con lágrimas en los ojos, Julia agarró el frasco y lo lanzó contra el suelo, haciendo que se rompiera en pedazos. La habitación se iluminó. Una brisa la recorría de arriba a abajo. Los recuerdos y las almas comenzaron a girar sobre ella. Se dejó caer sobre la cama, agotada. Se le erizó la piel. Lo último que vio antes de cerrar los ojos fue a Bruno caer al suelo y el resto de espíritus lanzarse sobre "él".

EL DON.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora