Capítulo 4

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"Ha sido increíble"

Aquello fue lo primero que pensó Julia al despertarse aquella mañana.

"Coño, que mareo"

Recordaba haber besado Diego. Después el chico la incitó a beber, a lo que no se resistió. Desconocía si se habían enrollado más veces. Tampoco recordaba a que hora volvió a la casa. Pensó en los limpios ojos verdes del muchacho y suspiró. Salió de la cama y se percató de que ni siquiera se había quitado la ropa de la noche anterior. Salió de la habitación y se dirigió hacia el baño. Allí encontró a su hermana lavándose los dientes.

- Mira quien se ha decidido a revivir.

- Que graciosa. ¿A qué hora llegué a casa? - preguntó mientras se desvestía y se metía en la ducha.

- No lo sé. Yo me acosté a las dos y aún no habías llegado.

Hubo unos momentos de silencio.

- ¿Ya has visto alguno? - preguntó la niña entonces.

- ¿Qué?

- Que si ya has visto algún fantasma aquí.

- Creo que no... Bueno... Sí... Pero no de cerca. - murmuró pensando en la figura del bosque.

- En fin.

Su hermana se marchó y Julia terminó de ducharse. En el comedor encontró a sus padres.

- Buenas tardes. - dijo su padre apoyando en el sofá.

- ¿Cómo que buenas tardes?

- ¿Tienes idea de la hora que es?

La muchacha se dirigió hacia su móvil. Las cinco y media de la tarde.

- Vaya. - murmuró. Su estómago rugió. - Me muero de hambre.

- Hay macarrones en la nevera. - indicó su madre - Tu padre, tu hermana y yo nos vamos a hacer senderismo. No llevamos móviles. Si necesitas algo los vecinos podrán ayudarte.

- Vale.

Julia se sentó en la mesa, frente a un enorme plato de macarrones con tomate. Mientras comía comenzó a revisar su móvil. Diego le había dado su número, y habían estado hablando por WhatsApp mientras volvía a casa. Encontró también un mensaje en el que decía que habían quedado aquella noche en la plaza. Perfecto. Terminó el plato y se dirigió a la cocina. Lo puso en el fregadero y encendió el agua. Entonces comenzó a escuchar un ruido tras ella. Golpes sobre una superficie de metal. Venía de su habitación. Fue hacia allí tratando de no hacer ruido y se asomó a la puerta. Había un muchacho allí. Por su forma de vestir le recordaba vagamente a Jack del Titanic. Tenía una herida de bala en el pecho, de la que no salía sangre. En su mano izquierda sostenía una cacerola, que golpeaba con una cuchara de madera. Ante la impresión Julia dio un paso atrás, pero rápidamente volvió a su posición inicial.

- ¿Sabes que puedo verte?

El chico se detuvo en seco. Soltó los utensilios de cocina, que cayeron al suelo. Luego la miró con los ojos como platos. Se acercó a ella despacio, casi temeroso.

- Hacía décadas que no conocía a alguien con el don.

- ¿Puedo saber que haces con eso?

- Lo que hago cada vez que alguien viene a esta casa. Asustarlo. Me has aguado la diversión.

- ¿Sólo por eso sigues en este mundo? ¿Porque quieres divertirte asustando turistas?

- Tengo algún que otro asunto pendiente, pero esa es mi mayor ocupación. Por cierto. Me llamo Bruno.

- Yo soy Julia. ¿Te importaría no molestar a mi familia? - preguntó casi sacándole la lengua.

- Mi intención era molestarte a ti.

- ¿A mí? ¿Y por qué a mí?

- Reconozco a alguien asustadizo cuando lo veo.

- Pueden darme miedo muchas cosas. Pero no los fantasmas.

- Prefiero el término "espíritu".

- De acuerdo, señor francés.

Julia caminó por el pasillo de vuelta al comedor con Bruno tras ella. Se sentó en el sofá. El muchacho quedo de pie frente a ella.

- Y ahora que he arruinado tus planes de fastidiarle el verano a una pobre chica... ¿Qué piensas hacer?

- Bueno... Hace mucho que no conocía a alguien como tú. Mi mejor amigo, cuando yo vivía, también tenía el don. Desde entonces no he tenido ni un solo amigo.

- ¿De verdad me estás pidiendo que seamos amigos? - murmuró ella con una risita. - ¿Cuántos años tienes? ¿Seis?

- Tengo veinte. Bueno, ciento veinte si cuentas mis años de muerto.

La cara del muchacho se ensombreció un poco. Julia también se puso seria.

- ¿Puedo preguntarte algo?

- ¿Qué?

- ¿Qué te pasó?

Él se miró por un momento la herida de bala.

- ¿Esperas que te cuente esto sin que seas mi amiga?

- De acuerdo Jack, seremos amigos.

- ¿Cómo me has llamado?

- Olvídalo. Ahora cuéntame la historia.

- Bien. Supongo que sabrás que no siempre se ha vivido tan bien como ahora. Antes la gente solía tomarse la justicia por su mano.

- Continúa.

- Mi familia se moría de hambre. Tenía seis hermanos pequeños. Mi padre estaba muerto y mi madre enferma en la cama. Yo sólo robé un poco de pan. Pero me pillaron. Huí del panadero por todo el pueblo hasta que me acorraló en un callejón. Después me pegó un tiro.

- ¿Así? ¿Sin más?

Él asintió.

- La verdadera razón por la que estoy aquí es para vengarme de quien me mató.

EL DON.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora