Capítulo 9

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Bruno llevó a Julia fuera de la casa. Ella le soltó la mano. Resultaría un tanto extraño ver a una chica por el pueblo caminando con la mano extendida. El muchacho no dijo palabra durante el trayecto. Mientras caminaban, Julia se hizo un mapa mental de aquel lugar. El pueblo era circular, con la plaza y el ayuntamiento en el centro. Únicamente se podía acceder a él por una carretera de tierra, ya que el resto estaba rodeado de árboles y daba a un espeso bosque. Fue en la linde de este donde Bruno la detuvo. La miró con una sonrisa pícara.

– ¿Qué? ¿Qué pasa? – preguntó ella.

– ¿Cual era tu sueño cuando eras pequeña?

Julia lo miró extrañada. ¿A qué venía aquella pregunta?

– Pues... – se miró los pies y removió la tierra con uno de sus zapatos. – Supongo que el mismo que el de todos los críos. Volar.

La sonrisa de Bruno se ensanchó.

– Vamos, ven. – se colocó delante de ella y extendió los brazos. – ¡Vamos! ¡Te cogeré!  – movió las manos, indicándole a Julia que saltase sobre él.

– Eh... Está bien.

La chica corrió hacia Bruno, saltó ligeramente y se agarró a su cuello, mientras rodeaba el cuerpo del muchacho con sus piernas. Este la agarró . Julia sentía como su corazón latía más y más rápido.

– Ahora no te sueltes.

– Está bien.

La muchacha sintió como, poco a poco, se iba elevando del suelo. Miró hacia abajo, y vio como los pies de Bruno levitaban sobre una bruma blanquecina. Poco a poco, alcanzaron la altura de las copas de los árboles, y la  superaron. Desde allí se veía el pueblo entero. Ella miró al chico sonriendo y lo abrazó. Él parecía agotado, por lo que el vuelo duró poco. Unos momentos después descendió, la soltó y se puso de rodillas sobre el suelo.

– ¿Estás bien? – Julia se arrodilló frente a él y le pasó la mano por la cara.

– Tranquila, ya estoy muerto. – soltó una risita ahogada e inspiró – Flotar suele cansarnos, en especial si tenemos que cargar con algo.

Julia se sentó a su lado.

– Ha sido genial.

Bruno la rodeó con su brazo. Julia se mordió el labio y lo miró.

– Esto no está bien. ¡Estás muerto, Bruno! ¡Muerto!

Él retiró el brazo y miró hacia abajo con tristeza. Julia se puso las manos sobre los ojos. Estaba empezando a sentir algo fuerte por el muchacho. Una especie de punzada, un cosquilleo, cada vez que este la abrazaba. Aquello no era bueno. No era sano. Sintió como los ojos se le humedecían. Miró hacia arriba y estiró el cuello.

– ¿Por qué no puedo tener una vida normal?

– Porque no eres normal.

Bruno se levantó. Julia se quedó observando su herida de bala.

– No podemos estar juntos. – dijo mientras meneaba la cabeza de un lado a otro. Después miró a Bruno a los ojos. – Lo siento.

Él se agachó frente a la chica y le colocó un mechón de pelo tras la oreja. Luego le puso una mano tras la cabeza, se acercó a ella y, sin darle tiempo a reaccionar, la besó. Julia no se apartó. Bruno no podía estar muerto. Tenía los labios calientes, parecían reales. No. Tenía que estar vivo.

– ¡Para! – lo apartó de ella de un brusco empujón. – No quiero verte más.

– Julia...

Era la primera vez que el fantasma la llamaba por su nombre. Le encantaba escuchar a su voz diciéndolo. Sin embargo, debía olvidarse de él. Tenía que hacerlo.

– Se acabó.

Él la miró con pena y se levantó.

– Te quiero. – dijo entonces.

– Y yo a ti. Pero tienes que irte. Esto es peligroso, Bruno. ¿Sabes lo que me harán si se enteran? ¡Me meterán en un psiquiátrico! – tragó saliva y miró hacia abajo –  No podemos estar juntos. Lo siento.

Él asintió y, sin mediar palabra, giró sobre sus talones y caminó hacia el interior del bosque. Julia no dijo nada. Se quedó sentada, viendo cono se alejaba, hasta desaparecer entre la maleza.

Una sensación extraña le recorría el cuerpo. Se levantó y se sacudió. El chico no había dado muestras de tristeza mientras se marchaba. No puedes romper un corazón que ha dejado de latir.

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