5.

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Lucy

Este es justo, el momento en el que mi cabeza me pide a gritos que corra pero mi corazón late desaforado como si estuviera a punto de salírseme del pecho, estoy encerrada en la habitación de un club nocturno con un hombre  peligroso, si así lo quiere, no logro descifrar si esta molesto o no, no puedo leer su rostro inexpresivo, no sé lo que esta pensando y por un momento deseo tener poderes como los de leer la mente para saber lo que pasa por su cabeza,  creo que mejor optaré por la opción de que si, esta enojado, yo lo estaría si hubiera sido el humillado delante de mis conocidos.

-Déjame ir- atino a decir retrocediendo unos pocos pasos.

Me siento como si yo fuera un zorro y él, el cazador a punto de cazarme.

Pero Irie se limita a mirarme en silencio, lentamente una sonrisa arrogante va apareciendo en sus perfectos labios, al final veo que se mueve, pasa junto a mi de forma calmada, se quita el saco y lo deja sobre el respaldo de una silla, sus dedos viajan hasta los botones de su camisa y es cuando  avanza hacía mi, oh no, espero que no haga lo que estoy pensando que hará, por instinto mis pies retroceden nuevamente hacía atrás.

-¡Detente!- levanto mi dedo índice-. ¿Qué quieres hacer?- siento los pelos de punta.

Se detiene a mitad de camino desabotonando su camisa, me sonríe como si fuera el diablo tentando a su víctima.

-Tranquila- dice por fin, divertido con la situación, a mi no me causa ninguna gracia.

Mis piernas chocan con el borde de la cama y caigo sentada.

-Por favor no lo hagas- ahogo una exclamación cuando su cuerpo trepa por la cama cerca del mío, cierro los ojos de golpe, ¿dios que es esto que estoy sintiendo?.

Los segundos pasan y nada, sólo hay silencio en la habitación, abro de apoco los ojos y choco con los suyos que me miran con curiosidad.

-Pervertida- me suelta enarcando una ceja. ¡¿QUÉ?!-. No veas así, lo que oíste.

Lo miro pasmada, el muy cretino se estaba quitando la camisa y ¿me dice pervertida a mi?, no tiene reparo alguno. Sube por la cama y se acuesta del lado derecho, respiro aliviada, siento como el alma me vuelve al cuerpo, vuelvo la mirada hacía él, tiene los ojos cerrados, perfecto, me mete a este lugar y él decide descansar, harta de este estúpido juego suyo me pongo de pie, recojo mi bolso del suelo, me largo.

-Yo que tú no haría eso- me advierte cuando llego a la puerta.

-Y tú no eres nadie para detenerme- digo indignada.

-Hazlo si quieres, pero los de afuera esperan que te este dando una buena lección por faltarme el respeto delante de los miembros de la familia.

¡Me lleva!, cierro los ojos frustrada, odio admitirlo pero él tiene razón, lo crean o no, allá afuera esperan que este teniendo sexo con él, luego de humillarlo como lo hice, el haberlo abofeteado delante de los clanes siendo su "prometida" no fue buena idea.

-Te sugiero que pases la noche aquí sino quieres que ellos te castiguen por lo que hiciste- dice con voz tranquila, como si todo esto le estuviera causando gracia.

-No puedo creer que tenga pasar por esto- me siento de nuevo en el borde de la cama, buscando con la mirada donde poder quedarme hasta que se haga de día.

De preferencia no tan cerca de él.

-Te lo ganaste por mano larga- contesta con tranquilidad.

- Y tú te lo ganaste por cretino- espeto. 

-Si quieres acostarte, puedes hacerlo aquí- me dice dando unos golpecitos del lado izquierdo de la cama.

Los príncipes de la mafia III : IrieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora