Capítulo 4

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Atenas

No pudo evitar sentirse nerviosa y muy rara después de haberle dicho a Sara que era linda. No se arrepentía, claro que lo era, era linda por sus ojos, sus labios, la forma en que se sonrojaba y también lo era por la persona que era, por su forma de ser y por todo lo que le ha contado sobre ella. Cada una de esas experiencias vergonzosas, buenas y malas la habían convertido en la persona que era.

Se acostó en su cama y miró el techo que ahora estaba lleno de estrellas. Se había tomado toda la tarde para seguir ordenando y decorando su habitación... A la chica le gustaban mucho las estrellas. Pensaba que se enamoraría el día que una persona la mirara y en sus ojos se reflejaran las estrellas.
Ninguno de los chicos con los que había estado  mostró las estrellas en sus ojos al verla. O tal vez sí, pero ella no. La verdad es que Atenas había tenido novios, uno de verdad y los demás fueron relaciones de un par de semanas. La chica se había esforzado por sentir ese algo por Matías, se había esforzado por amarlo y por mostrar estrellas en sus ojos, pero por más que lo intentaba no podía sentir lo mismo que él sentía por ella. Luego de dos años, se cansó de intentarlo, y al parecer el chico se había aburrido de dar tantas vueltas. Él término la relación, creyendo que Atenas se arrepentiría, sin saber que para ella fue un alivio.

Los padres de Atenas querían mucho a Matías. Era guapo, inteligente, llevaba buenas notas, tenía dinero y mostraba en verdad lo mucho que quería a su hija.
Cuando terminaron, Atenas no pudo responder cuando le preguntaron la razón. La chica no lloró, no sintió un vacío en el estómago ni sintió su corazón romperse. Se sintió libre, pues también se había dado cuenta de que sus padres querían que se casara con un chico como él (sí, pensaban cosas demasiado pronto), que les gustaba cómo se veían ante la sociedad al decir "Atenas es novia de Matías Villalobos".
Lamentablemente, hacía dos años, el pobre Matías tenía el amor de todos, menos de la chica a la que él quiso.

Pero no se sientan mal por el pobre Matías. La verdad es que, luego de terminar con la chica, se fue un tiempo a México, donde conoció a una chica bastante linda, al parecer tenía una buena posición económica y era una buena persona. Matías publicaba muchas fotos con ellas, y Atenas se alegraba de que, después de todo, el chico hubiese encontrado a una chica que en serio lo valoraba.

La chica seguía pensando. Su cabeza estaba hecha un río de preguntas sin respuesta. ¿Por qué salió de su boca decir que era linda sin pensarlo? ¿Por qué Sara no respondió? ¿Y si Sara no pensaba lo mismo de ella?

Se quedó dormida con todas esas preguntas en la cabeza. Se quedó dormida sin obtener alguna respuesta.

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La semana se pasó muy rápido. Ya era viernes.
Las chicas hablaron todas las noches por teléfono, claro, no habían mencionado nada de lo que Atenas le dijo a Sara. Habían dos opciones en la cabeza de Atenas: Estaba bien porque Sara no se lo había tomado a mal... Estaba mal, porque Sara no le daba la misma importancia que ella.

Ya era de noche, Sara y Atenas se la habían pasado el día entero desde que Sara regresó de sus clases. Cada día se conocían mas, y, por obvias razones, cada día se confundían más.
Estaban hablando de cosas sin sentido, casi sin importancia. Hablaban de las mascotas que tenían cuando eran pequeñas.

Cuando de momento salió un tema nuevo por parte de Sara, Atenas escuchaba con atención.

—Te contaré un secreto, Atenas.

—Claro, cuentame.

—Cuando era pequeña, me comía la tierra.

Atenas río imaginando a la pequeña Sara con la boca embarrada de tierra, las manos y a ropa sucia, mientras miraba a sus padres con inocencia.
Se hizo un silencio y Sara volvió a hablar.

—Atenas...

—Dime, Sara.

—Tú también eres linda.

No volvieron a tocar el tema en toda la noche. Atenas estaba feliz al saber que Sara no había olvidado las palabras que le había dicho hace unos días. Atenas se sentía feliz de saber que Sara también pensaba que era linda.

Hablaron hasta que Sara se quedó dormida.

Atenas miró las estrellas en el techo de su cuarto. Se imaginó los ojos de Sara reflejando una enorme constelación al mirarla...
¿Qué estaba pensando? Eso no estaba bien.

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Al día siguiente, Atenas se levantó muy tarde, pero de muy buen humor. Su madre se dio cuenta de ello, a lo que preguntó:

—¿Conociste a alguien?

—¿Qué? —La chica tenía un ligero rubor en las mejillas y una enorme sonrisa en el rostro.

—¿Quién es? —Preguntó ignorando la pregunta de su hija.

—No puedo decirte. —Bajó la mirada aún sonriendo.

—Igual algún día tendré que enterarme. —Suspiró y miró a su hija. —Atenas...

—Sí...

—Quiero decirte que no me importa de quién te enamores... Es decir, si es un chico o una chica... Solo... solo quiero que seas feliz... Mientras lo seas nada más me importa.

La chica se paralizó de inmediato. ¿Cómo es que su madre se había dado cuenta de eso? ¿La había estado espiando? Sus piernas comenzaron a temblar y sus manos a sudar.
Ni siquiera ella misma sabía lo que sentía. Estaba de esa forma por Sara, pero eso no quería decir que estuviera enamorada de ella... ¿O sí?
No sabía qué hacer o decir, hasta que por fin pudo hablar.

—Mamá, ¿cómo... cómo es que sabes eso? —Preguntó jugando con sus manos. Eso era lo que hacía cuando estaba nerviosa.

—Una vez te escuché hablando por teléfono... Y otra fui a verte mientas dormías, hablaste y dijiste "Sara, lo siento, pero estoy enamorada de ti"... —hizo una pausa y luego agregó con la voz quebrada —Luego dijiste: "Mamá, perdóname."... Atenas, no me importa si te enamoras de Sara, de otro Matías o de quien sea... Simplemente quiero ver esa sonrisa que has tenido estos últimos días, sin importar a causa de quién sea.

Se abrazaron. Atenas lloraba en el hombro de su madre, mientras ella le decía que todo estaba bien, que estaba bien ser así. La chica sintió paz y felicidad... Ahora podía aceptar dos cosas ante ella misma y ante su madre: Era lesbiana. Y estaba comenzando a enamorarse de Sara.

Sarenas: ¿Quién Soy? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora