Capítulo 13

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Sara

La noche en que vio a Atenas, no pudo evitar llorar como nunca lo había hecho antes.
Le habían dolido mucho las palabras que había escuchado por parte de Atenas. Pero lo que más le dolió, fue el hecho de que todo lo que dijo era verdad, siempre ponía su felicidad después de los demás. Siempre quería la aceptación de los demás para sentirse bien con ella misma.

Se la pasó llorando, pensando en todo lo que había hecho mal... Toda la noche estuvo llena de lágrimas, acompañada de cartas que escribía para luego romper y lanzar al piso.

Su corazón estaba totalmente deshecho. Atenas era quien la hacía feliz, y ahora seguramente la odiaba... Pero estaba en si derecho, ¿o no? Se permitió llorar, mientras recordaba la forma en que conoció a Atenas, la vez que la vio por primera vez cuando salió ese sábado a correr por el parque y que habían terminado hablando de muchas cosas. Le dolía recordar cada una de esas pláticas, cada sonrisa, cada vez que Atenas cantaba, la forma en que la chica la miraba.

Se quedó dormida pensando tantas cosas. Si su respuesta hubiese sido diferente, seguramente ella y Atenas estarían bien justo en ese momento. Seguro hubiesen hablado toda la noche, se hubiesen besado y abrazado, se habrían dicho una a la otra lo que les gustaba de cada una... Pero tristemente Sara no tenía claro en ese momento lo que quería. O más bien, lo tenia claro pero tenía miedo de que los demás se decepcionaron de ella.

La chica vivía de comentarios positivos, para aparentar quererse un poco.

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—¡SARA! —Escuchó una voz conocida que la hizo saltar del susto. Enseguida sintió a alguien saltar encima de ella.

—¿Qué mier... —Se talló los ojos cuando vio de quién se trataba.

—¡Sara! ¿Es así como recibes a tu hermana después de mucho tiempo sin vernos? —La chica se quitó de encima de su hermana y le quitó las sábanas de encima. —Levantate y dame un abrazo.

—Arelis, ¿qué rayos haces aquí? —Preguntó Sara molesta. No había dormido bien por el hecho de habérsela pasado llorando. Además no le gustaba la idea de que su hermana se encontrara allí, se había ido por una buena razón y se supone no la vería en tres años.

—Sorpresa de navidad, bebé. —Dijo con una sonrisa burlona mientras se encogía de hombros.

—¿Es en serio? Arelis, mis padres te envían dinero hasta donde estás para que no vengas a joder aquí, ¿ya se te olvidó lo que hiciste? Si yo fuera tú, me daría pena regresar.

—Sara, mis padres me aman. Es la ley de las hermanas mayores. —No borraba su sonrisa.

—Es verdad, te aman aunque por tu culpa tu hermana casi murió por tu maldita broma. —Dijo con enojo, pero mantenía una sonrisa.

—Hermanita, no tenía idea de que no sabías nadar... Ya superalo, fue divertido hasta que me di cuenta de que te estabas ahogando.

—Largo. —Dijo empujando a su hermana afuera y luego cerró la puerta.

Sara no se llevaba bien con Arelis desde aquella vez que causó que se ahogara. La verdad es que antes de eso tampoco se llevaban bien, eran muy diferentes: Arelis era la alocada de la familia, la que se metía en problemas y no le importaba nada más que divertirse, mientras que Sara era una chica de buenas calificaciones, callada y muy buena con todos.

Se arregló un poco y luego bajó a ver a sus padres... Mejor dicho, a reclamarles el hecho de que su hermana estuviera ahí.
Los encontró a los tres en el comedor listos para empezar con el desayuno.

Sarenas: ¿Quién Soy? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora