Sra Libertad (Cap 26)

194 11 1
                                    


Sin embargo, esa noche en San Francisco con la mano de Vivian jugando en la parte inferior de mi espalda, estaba dispuesto a seguir. Pasé la noche en su apartamento, y ella vino conmigo a la mañana siguiente para tomar el desayuno antes de que nos despidieramos.


—Llámame la próxima vez que estés en la ciudad —susurró en mi oído mientras nos despediamos.

—De vuelta al ruedo, mi hermano —dijo Beto, chocando los cinco conmigomientras conducíamos la camioneta al aeropuerto. Beto era un colega de la Holding, habiamos estudiado la secundaria juntos y en cuanto el pudo graduarse de la facultad postulo para un puesto en la empresa.


En L.A habia otra chica esperando esa era Brianna, pero con ella era distinto, no era la tipica chica que habia llevado a la cama apenas nos vimos, incluso fue ella la que me dijo.- Ser todo esto que ves no es sinonimo de que sea hueca o que no tenga aspiraciones mas altas en mi vida. Quizas fue eso lo que me atrapo de ella.

 Quizas fue eso lo que me atrapo de ella

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

*************************

Voy con Annie al ferry de todas maneras. Porque, ¿qué más voy a hacer? Lanzar una rabieta porque ella no ha mantenido un catálogo actualizado de cada conversación que hayamos tenido alguna vez. Se llama seguir adelante.

Y ella tiene razón con eso de que el ferry está muerto. A las cuatro y treinta de la mañana, no hay mucha demanda para Staten Island. Había, quizás, una docena de personas sentadas en el piso de las escaleras. Un trío de regazados está acostado en un banco, repitiendo la noche, pero mientras pasamos a su lado, una de las chicas levanta la cabeza y me mirafijamente.


Luego, le pregunta a su amigo: —oye , ¿ese es Alfonso Herrera? El millonario que vimos en esa revista cara.Al amigo ríe.—Sí. Y a su lado está Arianna Grande. ¿Por qué infiernos estaría Alfonso Herrera en el ferry de Staten Island?Me estoy haciendo la misma pregunta.Pero, aparentemente, esta es una de las cosas de Annie, y este es su paseo de ―despedida de Nueva York aun cuando en realidad no me estoy yendo.Así que la sigo escaleras arriba hacia la proa del bote cerca del enrejado.


Mientras nos alejamos de Nueva York, el horizonte desaparece tras nosotros, el Río Hudson se ve a un lado, y el muelle se ve al otro. Es tranquilo aquí en el agua, calmo excepto por un par de esperanzadas gaviotas que siguen nuestra estela, en busca de comida supongo, o tal vez, simplemente acompañando la noche. Empiezo a relajarme a pesar de mí mismo.

Y después de unos cuantos minutos, estamos cerca de la Estatua de la Libertad. Está toda iluminada en la noche, y su antorcha también lo está, como si hubiera una verdadera llama allí, dando la bienvenida a las amontonadas masas. Hola, Señora, aquí estoy.


Nunca había visto la Estatua de la Libertad. Hay mucha gente. El Señor Mckensey meinvitó una vez a un tour en un helicóptero privado, para llegar mas rapido a Washintong pero yo no me monto en esos. Pero ahora que ella está justo aquí, puedo ver por qué está en lalista de Annie. En las fotografías, la estatua siempre luce un poco sombría, determinada, pero de cerca, es más suave. Pero tiene una mirada, como si supera algo que tú no.


—Estás sonriendo —me dice Annie.Y me doy cuenta que lo estoy haciendo. Tal vez es por ser premiado con unpase especial para hacer algo que pensé que estaba fuera de límites. O talvez la apariencia de la estatua es contagiosa. —Es agradable —dice Annie—. No la he visto en un tiempo.—Es gracioso —respondo—, porque justo estaba pensando en ella. —Señalo hacia la estatua—. Es como si tuviera algún tipo de secreto. Elsecreto para la vida.Anahi mira hacia arriba.—Sí. Entiendo lo que dices.Dejo salir aire por mis labios.—Yo podría necesitar ese secreto.Annie inclina la cabeza sobre el enrejado.—¿Sí? Pues pídeselo.—¿Qué se lo pida?—Está justo aquí. No hay nadie aquí. No hay turistas rodeándole los piescomo hormigas. Pídele que te diga el secreto.—No voy a pedírselo.—¿Quieres que lo haga yo? Lo haré, pero es tu pregunta, así que piensoque deberías hacer los honores.—¿Tienes el hábito de hablar con las estatuas?—Sí. Y con las palomas. Ahora, ¿vas a preguntarle?Miro a Annie. Tiene los brazos cruzados sobre su pecho, un pocoimpacientemente. Me giro hacia el enrejado.—Um, ¿Estatua? Oh, Estatua de la Libertad —llamo calmadamente. Nadieestá por ahí, pero esto es realmente embarazoso.—Más fuerte —dice Annie, dándome un codazo.Qué diablos.—Oye, disculpa —llamo—, ¿cuál es tu secreto?Ambos nos ahuecamos los oídos sobre el agua, como si esperáramos unarespuesta que llegara rápidamente de vuelta.—¿Qué dijo? —pregunta Annie.—Libertad.—Libertad —repite Annie, asintiendo en acuerdo—. No, espera, creo que haymás. Espera. —Se inclina sobre el enrejado, ampliando los ojos—. Hmm...Hmm... Ajá. —Se gira hacia mí—. Aparentemente, no está usando bragasbajo esas faldas, y con la brisa de la bahía, aquello le provee un ciertoescalofrío.—La Señora Libertad va lista para la acción—digo—. ¡Eso es tanFrancés!Annie se parte de risa con eso.—¿Crees que alguna vez le dé un vistazo a los turistas?—¡Imposible! ¿Por qué crees que tiene esa mirada privada en su cara?Todos esos puritanos de red-state que vienen en el barco, ni siquierasospechan que la Vieja Lib no tiene ropa interior puesta. Probablementeluce un brasileño.—De acuerdo, tengo que olvidar esa imagen —gruñe Annie—. Y deborecordarte que venimos de un red-state; o algo así.—Oregon es un estado dividido —respondo—. Campesinos blancos al este,los hippies al oeste.


Que Será de Tí...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora