Y la culpa broto de su pecho, como una fuente cristalina que caía a las dulces aguas del Nilo.
La lunación inicia el día de oscuridad, con una partida silente de los guerreros que van a entrenar bajo el manto de Nut. La gran Diosa, morada del panteón divino.
Marcan con sus pasos un recorrido entre la arena y el cielo. Un tránsito sin afán, para llegar al valle destino. Rumbo a un ritual de iniciación, que medirá la grandeza de los hombres que defenderán al faraón.
La mayoría son jóvenes de casta guerrera, precedidos por la obligación que les confiere la sangre, sin embargo poco son los que en una treta contra su destino quieren escapar a zancadas entre la arena del oficio de su padre, panaderos, vendedores, artesanos, granjeros. Todos se consideran más de lo que es su proveedor. Todos tienen marcada en la frente la vena del orgullo desmedido. Por ello Kirishima los conduce allí, a las entrañas del desierto, para reafirmarles al fin que la grandeza solo se consigue con sangre y esfuerzo.
Izuku deambulaba entre pasillos y cuartos de toda índole, en su tiempo en aquel mundo tan "material" había desarrollado cierto gusto por la observación y más allá de eso por la escritura detallada de todo cuanto aprende. Es un pequeño hobby del cual Bakugo no se ha quejado todavía, ya que eso significa que no pasa todo su tiempo encima de él. Situación que le permite respirar sin querer explotarle la cara.
Entre más días pasan, más se ha aplacado su personalidad. Por ello, entiende ahora, que no esta bien molestar siempre a Bakugo, y que a veces la compañía desmedida puede cansar.
Es un hecho que como Dios, y más uno tan solitario nunca tuvo la facultad de formar una personalidad, fue solo su esencia y prepotencia divina dictándole como hacer su trabajo. Pero ahora, entre humanos, entre el dolor, el llanto, la risa, la alegría, el amor y la muerte, puede ponerse en el lugar de aquellos centenares de corazones que juzgo.
En su afán de seguir aprendiendo sobre el concepto de humanidad, recorre con parsimonia el palacio. Dando como resultado cientos de voces a tono que murmuran sobre su existencia, una afluencia de vocecillas que mueren en los oídos de Inpu, que con tranquilidad sigue sus pasos olisqueando cuanto se le cruza, y sacando en contraposición de su amo, gritos de miedo por su gran tamaño y supuesta fiereza. Anpu por otra parte ha preferido quedarse a los pies de Bakugo, mordiendo por ratos la pernera de uno de los bueyes que han traído como ofrenda al faraón. Pese a que Anpu e Inpu, son en esencia su divinidad transmutada, y deberían comportarse como partes equilibradas de sí, ha notado que ellos también han encontrado demasiada calma en el mundo terrenal, acostumbrándose sin dificultad aquel trato como "mascotas" que les dan en el palacio.
Una de las habitaciones favoritas del pequeño Anubis no es otra que la biblioteca privada del faraón. Un aposento luminoso y espacioso, que cuenta con papiros y tablones tallados desde las antiguas épocas. Un retazo de tiempo condensado en jeroglíficos y escritura simplificada que ha gustado desvelar con sus propios ojos desde el inicio. Quizás una de las mejores facultades que tiene como ser divino en esta búsqueda de aprendizaje es que ha juzgado a los seres humanos desde el inicio de sus dialectos. Lo que le da la facilidad de leer incluso aquellos papiros antiguos que no han sido re escritos en la lengua actual.
Su lugar de lectura es sobre esponjosos almohadones de piel, rellenos de las más finas y seleccionadas plumas. Mientras esta demasiado cómodo como para resistir aquellos lapsus de sueños fugaces, el calor producto de la ventana solar, le envuelve. Transportándolo sin cuantía al enigmático mundo de oscuridad y descanso.
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La grandeza del faraón
FanfictionEgipto vera la grandeza de su soberano a quien adoraran y temerán por su estrecha relación con los dioses. Todos los personajes son de Kōhei Horikoshi, a mi solo me gusta volverlos homo (? Art: AprilVITh