Kirishima le dio un buen golpe a su despertador, que se calló al fin. El pelirrojo se sentó en la cama y estiró los brazos, intentando quitarse el sueño de encima para empezar el día con buen pie.
Miró a la ventana, donde el sol aún no aparecía. ¿Ya eran las seis? Juraba que se había dormido hacía cinco segundos.
Le echó un vistazo el despertador, y sonrió resignado al ver que había quedado destrozado después del golpe que le había dado. Al parecer, había activado su quirk sin querer y lo había roto.
Otro despertador más. Su madre iba a tener que darle unos cuantos más de los que tenía guardados en casa.
Se levantó y lo cogió para tirarlo a la papelera. Esa era la razón por la que no usaba su móvil como alarma: sabía que algún día se lo acabaría cargando.
Cogió unas cuantas prendas de su armario para cambiarse de ropa, dispuesto a cumplir con su rutina de correr por las mañanas. Básicamente, tomó el primer chándal que encontró y se lo puso.
Como el viento corría bastante por las mañanas, decidió coger también una sudadera. Se recogió el pelo en una coleta pequeña, decidiendo que se lo acomodaría después de ducharse.
Salió de su habitación para ir al baño a limpiarse la cara y lavarse los dientes, cuando chocó contra alguien.
Debido al inesperado choque, Kirishima hubiera acabado cayendo hacia atrás y posiblemente dándose un buen golpe con la puerta de su habitación, pero una mano agarrando su brazo lo impidió.
Miró hacia arriba, donde un rubio le miraba con expresión preocupada.
—¡Ten más cuidado, idiota! —le regañó—. ¿Cómo se te ocurre salir así?
—¡Perdón!
Con ayuda de Bakugou, se incorporó y suspiró aliviado. Hubiera sido un buen golpe de no ser por los reflejos de Bakugou.
El rubio solo suspiró, y Kirishima se dio cuenta de que también estaba cambiado.
—¿Vas a salir?
—Voy a salir a correr un rato —afirmó—. Iba al baño, de hecho, hasta que un idiota se atravesó.
—¡Yo también! —sonrió—. ¡Podemos ir juntos!
Bakugou se encogió de hombros, pero no se negó, así que Kirishima lo tomó como una afirmación. Ambos caminaron hasta los baños de su planta, entre bostezos.
La particular manera de lavarse los dientes de Bakugou hizo que Kirishima echase a reír mientras se los lavaba, haciendo que sus labios se llenaran del blanco de la pasta.
—¿De qué te ríes, idiota? —le espetó cuando acabó.
Kirishima sonrió mientras se limpiaba la cara.
—Tienes que admitir que es muy gracioso cómo te lavas los dientes.
—Cállate.
Kirishima rió y se secó con el brazo el agua restante.
—Voy a salir a correr un rato, ¿te vienes?
—Por mí bien, también iba a salir un rato.
—¡Pues vamos!
Salió del baño más animado de lo que había entrado, recuperado totalmente de la falta de sueño.
—¿Cómo puedes tener tanta energía desde por la mañana? —preguntó Bakugou.
—¿Y me lo dices tú, con tu forma de lavarte los dientes? —rió.
—Que te calles.
Ambos fueron a la cocina para tomar un par de botellas de agua. En cuanto salieron, el viento de la mañana sacudió sus cabellos.
—Vaya, sí que hace viento —Kirishima puso un brazo en frente suya.
—¿Tienes frío? —arqueó una ceja Bakugou.
—No, solo es el viento —sonrió el pelirrojo.
Ambos empezaron a correr suavemente para entrar en calor. No irían muy lejos, porque necesitaban estar en la residencia antes de que las clases empezasen. Sin embargo, en un momento dado, a Kirishima le pareció divertido el que Bakugou se molestase cuando le adelantaba sin querer, y empezó a hacerlo a propósito.
Así comenzó una especie de carrera entre ambos que acabó con los dos agotados en un parque cercano, sentados en el césped mientras veían el sol iluminando tímidamente las nubes blancas.
—Eres... un idiota —declaró Bakugou, recuperando el aire.
Kirishima solo sonrió y bebió la mitad que le quedaba de su botella de agua de una sola. Tosió un poco porque se había pasado con la cantidad, pero sentía que su garganta le pedía más.
Vio la botella del rubio, que aún seguía medio llena, y trató de quitársela. Sin embargo, Bakugou vio sus intenciones y fue más rápido a la hora de impedírselo.
—¡Solo un poco! —se quejó el pelirrojo, estirando el brazo para intentar atrapar la botella.
—Te aguantas, este agua es mía.
—¡Bakugou!
—Nada.
Kirishima se tiró encima de Bakugou para atrapar la botella, pero este no le dejó, tirándole a otro lado cuando veía que iba a alcanzarla.
—¡Sólo un poco!
—¡Que no! ¡No haberte bebido toda tu botella!
—¡Venga, no seas malo! ¡Tengo sed!
—¡Si gritas, más sed vas a tener!
—¡Pues dame un poco!
Bakugou se iba a negar de nuevo con algún insulto intercalado, pero algo se lo impidió. Más exactamente, el puchero que Kirishima había hecho mientras estaba encima suya, con el pelo cayéndole por el lado izquierdo debido a que su coleta se había deshecho en algún momento de la pelea.
Su tono de piel cambió a un rojizo color, y le plantó la botella en la cara, sorprendiendo al pelirrojo.
—Déjame un poco, que yo también tengo sed.
Kirishima sonrió alegre y se quitó de encima para sentarse y beber un cuarto de la botella. Cuando terminó, se relamió el agua que había quedado en sus labios.
Bakugou evitó mirarle, arrebatándole la botella de las manos de una manera brusca, haciendo que Kirishima se sorprendiera.
El rubio no le dio ninguna explicación. Solo bebió hasta que la botella se acabó mientras se preguntaba cómo era posible que tuviera tanto calor si ya no estaba corriendo, el sol apenas salía y el viento le daba en la cara.
—¿Volvemos?
Bakugou le miró. Se había levantado y le ofrecía una mano para ayudarle, a contraluz con el sol naciente. La sonrisa que le dedicaba hizo que el rubio volviese a sentir más calor.
Sin embargo, aceptó su ayuda y se levantó, y ambos andaron el resto del camino que quedaba hasta llegar a la residencia.
Sus manos siguieron enlazadas todo el camino.
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30 Days: Kiribaku short stories
FanfictionUn mes da para mucho, y los estudiantes de la UA nunca tienen tiempo de relajarse, Kirishima y Bakugou no son la excepción. Porque cada día contiene una historia que merece ser contada. ¿Os animáis a leerlas?