Making out

6K 873 147
                                    

—¡Bakugou! —llamó Kirishima desde la puerta, haciendo que el rubio cesase en su intento de dormir y abriese uno de sus ojos.

—¿Qué te pasa?

—¿Quieres jugar?

—¿A qué?

El pelirrojo le enseñó la última entrega de Call of Duty, agitando la caja del disco en su mano.

Bakugou sonrió y se sentó en la cama, divertido. El idiota de su novio a veces tenía buenas ideas, solo a veces.

—¿Quieres volver a perder, idiota?

—Ya lo veremos —Kirishima le devolvió la sonrisa.

Cinco partidas después, el pelirrojo siguió sin ganarle. Kirishima podría ser muy bueno en temas de conducción —en el Mario Kart era un hacha—, pero en cuestión de puntería era pésimo. Bakugou, en cambio, siempre le habían gustado los juegos de guerra, y estaba muy acostumbrado a ellos.

—Una lástima, pelo pincho, te he vuelto a ganar —zarandeó el mando en frente suya en festo de superioridad—. ¿No extrañas tu mando trucado?

—¿Sigues con eso? ¡Sabes que no lo estaba!

—¡Claro que lo estaba! ¡No hay manera en la que me ganes!

—¡Claro que no! ¡He jugado honestamente! —se quejó—. Aunque si quieres, dejo de hacerlo.

—No lo hacías ya, de todas formas.

Bakugou presionó el botón de reiniciar partida, y Kirishima cogió el control de su personaje a toda pastilla.

Así empezó todo.

Al principio, Kirishima empezó a darle codazos y Bakugou se los devolvía, luego el pelirrojo comenzó a hacerle cosquillas y el rubio no se iba a quedar atrás, desencadenado así un ciclo que fue aumentando gradualmente, dejando caer los mandos para tener más libertad en las manos. El juego quedó en un segundo plano, y la pantalla que indicaba el final de este había quedado congelada en la televisión.

—¡Vale, vale, me rindo! —reía Kirishima, intentando evitar que Bakugou le hiciese más cosquillas.

—¡Tú empezaste, pelo pincho!

—¡Ya me he rendido! ¡Soy muy malo con las cosquillas!

Bakugou suspiró y rodó los ojos, apoyando los brazos a ambos lados de Kirishima. Habían acabado uno encima del otro en medio del pique, y no fue hasta entonces cuando se dio cuenta de la situación.

Entre sus brazos, debajo suya, estaba Kirishima, con el pelo más alborotado que de costumbre, porque lo tenía hacia abajo dado que se había duchado antes de invitarle a jugar, y con las mejillas rojas de tanto reírse. Su ropa estaba desacomodada por todo el movimiento, al igual que las sábanas de su cama. Si el rubio dejaba de sostenerse con sus brazos y estiraba las piernas, se acortaría cualquier tipo de distancia.

—¿Pasa algo, Bakugou? —le miró, ladeando la cabeza.

No parecía darse cuenta de lo que porvocaba en él, el muy idiota.

—Nada. Idiota.

Resistió la tentación de tocarle. De besarle. Sabía que no podría detenerse si lo hacía.

—¿Seguro? —frunció el ceño.

Idiota.

Bakugou no era una persona paciente, eso le iba determinado por naturaleza, y Kirishima no parecía percatarse que la manera en la que sus movimientos le alteraban no era sana. Así que el rubio decidió besarle, vertiendo toda su pasión en ese beso.

Kirishima quedó algo sorprendido al principio, pero no tardó en corresponderle, una mano filtrándose bajo la camiseta negra de Bakugou, acariciándole suavemente mientras que la otra se filtraba entre las hebras rubias de su novio.

Cuando se separaron, sintieron que, repentinamente, hacía bastante calor, a pesar de la nieve que azotaba la ventana de la habitación.

Sus respiraciones estaban alteradas, pero extrañamente acompasadas con la del otro. Se miraron a los ojos unos momentos, sintiendo la temperatura aumentar y, segundos más tarde, sus labios se volvieron a unir.

Kirishima tenía la sensación de estar jugando con fuego, volátil, incontrolable. Y que, si dejaba que su mano siguiera descendiendo, acabaría quemándose.

Pero asumiría el riesgo.

30 Days: Kiribaku short storiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora