Getting married

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Bakugou no veía la razón de ser a todo eso.

Se cruzó de brazos, indispuesto a ceder en ese juego. Miró a los niños de su clase, que parecían muy dispuestos a conseguir su objetivo. Acorralaron básicamente al profesor sustituto para que les dejara hacer esa chorrada.

Y bueno, el hombre muchas opciones no tenía. Era una clase de treinta alumnos de siete años con poderes. Él sólo seguro que no podría hacer nada.

¿A quién demonios se le había ocurrido ese maldito juego? Está bien que quieran jugar a las casitas y todo lo que quisieran pero por favor, que no le involucrasen.

—Está bien, chicos, haced parejas —declaró una niña, subiéndose a una mesa.

Bien, Bakugou no se movió de su sitio mientras veía a los niños juntarse. Era una estupidez, y más si consideraban que tenían menos chicas que chicos, así que dos iban a quedar fuera.

—¡Bakugou! —un niño de cabello negro y ojos rojos se plantó en frente suya, con una gran sonrisa—. ¡Sé mi novio!

Le extendió la mano, aún con la misma sonrisa, y toda la clase cayó en un silencio que duró por segundos, antes de que Bakugou parpadear sorprendido y todos echasen a reír.

Kirishima les miró sin entender.

—¿Qué? Se supone que tengo que tener una pareja, o no me puedo casar —Kirishima no entendía nada.

—¡Es que no te puedes casar con otro chico, tonto! —rió uno de los que ya habían cumplido los ocho—. ¡Tiene que ser con una chica!

Unos cuantos más siguieron riéndose, pero Kirishima siguió sin comprender.

—Pero yo quiero que él sea mi pareja —le señaló.

El profesor parecía querer intervenir, y lo hubiera hecho si no hubiese estado atado y con una cinta en la boca.

—¿No ves que no puedes? —replicó el otro—. ¡Tiene que ser una chica!

Bakugou empezó a mosquearse por el tono con el que le hablaba aquel niño a Kirishima, así que decidió intervenir.

—¿Y si yo también quiero, qué? —las miradas se centraron en el rubio—. Tiene que participar toda la clase, ¿no? Si no voy con él, me niego a este juego.

—¡Pero no puedes! —se indignaron unas niñas—. ¡Es parte de las reglas!

—¿Quién lo dice? —Bakugou dejó ver unas chispas en sus manos, y nadie se atrevió a decir nada.

Sabían que el rubio no tenía reparos en usar su poder contra cualquiera. De hecho, hasta los más mayores le tenían miedo, y no era de extrañar.

Kirishima sonrió de nuevo y le abrazó.

—¡Cómo no tenéis ningún problema, voy con Bakugou! —rió, y el rubio rodó los ojos.

—Sabes que en realidad es de mentira, ¿verdad?

—¡Eh, pero hemos hecho anillos!

Sacó de su bolsillo un par de círculos amarillos hechos con cartulina. Los demás se rindieron, dejándoles ser.

—No es tan raro —un niño se les acercó cuando los demás se alejaron—. Yo tengo dos papás. Y tengo una amiga que tiene dos mamás —indicó—. ¡Así que podéis casaros!

—Lo íbamos a hacer de todas formas —se encogió de hombros Bakugou.

Después del incidente, el juego continuó, cada uno usando sus diferentes poderes para crear un poco más de ambiente y que parezca más un lugar de boda que un aula.

Se dedicaron a hacer flores de cartulina, decorar las paredes, y obligar al profesor a hacer las veces de cura. Le pusieron una tela blanca para que lo pareciera más, y todos se pusieron en fila delante del escritorio del profesor que era como el altar.

Alguien veía demasiadas películas románticas, pensaba Bakugou, porque le recordaba mucho al estilo americano que tenían las bodas en esas películas que su padre solía ver.

—Oye, Bakugou —le dijo Kirishima mientras esperaban su turno—. ¿Esto significa que siempre estaremos juntos? Aunque no sea de verdad, es una boda.

El rubio lo pensó, reflejándose en su rostro.

—Supongo que sí. Pero no necesito un anillo para eso —se encogió de hombros—. Ya íbamos a estar siempre juntos de todas formas.

—¿Verdad? —rió, y le cogió de la mano—. ¡Siempre estaremos juntos!

Bakugou rodó los ojos pero rió, estando de acuerdo con Kirishima.

Cuando les llegó el turno, se intercambiaron los anillos de cartulina y prometieron estar juntos por y para siempre, con su clase y el profesor de testigos.

Ninguno de los dos podía saber cuán real se harían esas palabras al cabo de los años.

Siempre estarían juntos.

30 Days: Kiribaku short storiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora