Eating ice-cream

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El calor era, definitivamente, insoportable.

Kirishima no entendía la función que hacía el calor en el planeta, aparte de las vacaciones de verano, la playa y poco más. El resto era un estado constante de sentirse en una sauna diariamente, y con tal calor no podía salir a correr ni practicar boxeo por las tardes o le daría una insolación.

Por tanto, se aburría. Y mucho. Y no le apetecía jugar videojuegos porque ya lo había hecho, y Bakugou estaba castigado por el profesor Aizawa y no tenía permitido las visitas, así que estaba tirado en la cama, mirando el techo mientras pensaba en la posibilidad de ir a la piscina o de meter la cabeza en el congelador para parar de pensar.

Cuando se aburría, pensaba. Y en esos momentos, no pensaba cosas demasiado agradables.

—¡Kirishima!

La puerta de su habitación se abrió, dejando ver a un muchacho rubio que sonreía.

—¿Qué ocurre, Kaminari?

—¡Mira esto! —se acercó a él y le mostró la pantalla del móvil.

—¿Has ganado un sorteo? Bien por ti, pero...

—¡Son entradas de cine, idiota! ¿Quieres venirte? Iba a decirle a Midoriya, pero después me acordé de que estaba castigado, me acordé de ti y me pareció buena idea ir contigo.

—Gracias por decirme que soy tu segunda opción, me siento halagado —sonrió divertido.

—Lo importante es que es gratis, ¿vienes o qué?

—Me lo tengo que pensar... —Kaminari rodó los ojos y el pelirrojo rió—. Venga, vale.

—¡Bien! ¡Pues venga, apúrate, que tenemos hasta las seis!

Kirishima suspiró y se levantó de la cama, Kaminari ya corriendo por los pasillos en dirección a su habitación.

Por lo menos ya tenía algo que hacer.

★★★

—¿Kirishima? ¿Estás bien?

Kaminari estaba preocupado. Kirishima parecía ausente, y lo había notado desde que entró antes. En realidad, era mentira lo de que había ganado entradas, fue él quien compró las entradas para animarlo. No era demasiado avispado en esas cosas, pero hasta él veía que su amigo no estaba bien desde que Midoriya y Bakugou habían sido castigados. Según todos sabían, se habían saltado el toque de queda para pelearse y habían sido castigado con tres y cuatro días de encierro, respectivamente.

Pero Kirishima parecía ser uno más de los castigados, porque no salía de su habitación más que para entrenar, y tenía una expresión seria cada rato, impropia del despreocupado y alegre Kirishima que solía ser.

—¿Eh? ¡Sí! Solo pensaba en la película... —sonrió nervioso—. ¿Te parece si damos una vuelta? No quiero volver aún a la residencia...

—Kirishima, ¿seguro que estás bien?

—¡Sí, sí! No te preocupes —rió, pero ambos sabian que era forzada—. ¿Vamos?

Kaminari hizo una mueca, pero asintió. Sabía que no sacaría nada a Kirishima, porque aparte de que su quirk fortalecía su cuerpo, también parecía afectarle al cerebro, y a terco no le ganaba nadie. Kaminari lo había aprendido con el tiempo, y sabía que era mejor dejarle su espacio para que se mejore por sí mismo.

Pero aún así, no podía evitar preocuparse por su amigo, que volvía a tener esa expresión ausente. Como si estuviera encerrado y quisiese estar fuera de su jaula. Kaminari, como la mayoría de los demás, habían supuesto que el estado de Kirishima se debía a que no podía ver a Bakugou a pesar de estar a una puerta de distancia.

Todos sabían lo cercanos que eran, y aunque solo eran cuatro días, para Kirishima debía parecerle una eternidad.

Lo habían discutido con Aizawa y All Might, y aunque el número uno se había mostrado apenado, su tutor no había tenido flexibilidad en el aspecto de reducir los castigos o dejar que los visiten, pese a la insistencia de los de 1-A.

—¿Quieres helado? —preguntó Kaminari, en un intento de sacarle tema de conversación.

Kirishima pareció pensarlo, y de cierta manera, apenarse por alguna razón. Kaminari suspiró y le cogió de la muñeca, tirando de él hasta el supermercado que había en el centro comercial.

—¿Qué haces?

—Vamos a comprar helado y llevarlo a la residencia, ¿te parece?

Kirishima se sorprendió, pero luego sonrió. Kaminari se alegró de ver que era una sonrisa sincera, la primera que había esbozado en todo el día.

★★★

Kirishima sabía que no debería estar haciendo eso, porque se estaba saltando el toque de queda y una orden directa de su tutor, lo que podría conllevarle su retiro de la licencia provisional e incluso la expulsión de la UA.

Pero eso sería si se enteraban.

Y no se iban a enterar.

Escuchó el sonido metálico del robot patrulla que hacía rondas por las habitaciones, alejándose mediante pasaban los minutos. Cuando no le escuchó, tomó la bolsa que tenía en el escritorio y, sigilosamente, abrió la puerta de su habitación. La cerró con cuidado de no hacer ruido, y corrió hasta la habitación de Bakugou. Se metió inmediatamente, alertando a Bakugou, que estaba acostado, mirando el techo.

—¿¡Qué cojones...?! —empezó, pero calló ante la seña de silencio de Kirishima.

—Si gritas, me descubrirán.

Bakugou se sentó en la cama, y Kirishima se sonrojó un poco por la ausencia de camiseta, pero no lo dejó entrever, aprovechando la oscuridad.

—¿Sabes lo que estás haciendo, idiota? Esta estupidez te puede llevar la expulsión. O te pueden retirar la licencia. O las dos cosas.

—Agradezco tu preocupación, pero sé lo que hago —rió—. Ten. Te he traído helado.

—¿Helado? —arqueó una ceja.

—De menta y chocolate —sonrió.

Bakugou le vio sacar una tarrina de helado del sabor que había nombrado y un par de cucharas.

—No sabía que te gustase la menta —dijo, mientras Kirishima se sentaba a su lado.

—No sabía que te gustase pelearte a mitad de la noche, rompiendo unas cuantas buenas reglas.

Bakugou rodó los ojos y tomó la cuchara que le ofrecía el pelirrojo. Kirishima intentó abrir la tarrina de helado, pero por alguna razón estaba muy fuerte y no podía abrirlo. Estaba por usar su quirk para abrirlo, pero Bakugou sonrió, y le quitó la tarrina de las manos. Entonces, Kirishima se dio cuenta de que no podía abrirlo porque había una cinta que retirar antes.

—¿Ves qué fácil? —Kirishima hizo un puchero y Bakugou rió.

El rubio fue el primero en tomar una cucharada del helado, saboreando la menta con los pequeños trazos de chocolate.

Kirishima tomó una cucharada también.

Ninguno de los dos dijo nada. Bakugou dejó el helado en el hueco de la cama que dejaba la distancia entre las piernas de ambos y pasó un brazo por los hombros de Kirishima, sin siquiera mirarle. El pelirrojo le dedicó una mirada fugaz, pero luego sonrió y apoyó su cabeza en el hombro de Bakugou mientras tomaba otra cucharada de helado.

No hacían falta palabras, ni tan siquiera miradas. Habían muchas cosas que querían decirse, varias que preguntarse, pero en ese momento, solo eran el silencio y ellos, con una tarrina de helado de menta y chocolate, y la brisa de la noche de verano colándose por la ventana.

No hacía falta nada más.

30 Days: Kiribaku short storiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora