Kirishima estaba raro, y Bakugou lo sabía.
No era que actuase diferente a lo normal. Seguía siendo el mismo idiota de siempre, lleno de risas y alegría, pero parecía más distante. Normalmente, el pelirrojo le seguía a dónde quiera que fuese y, pese a lo que Bakugou pudiera decirle, seguía ahí.
De alguna manera, el rubio había terminado acostumbrándose a su constante presencia. Tanto, que se le hacía muy raro el no tenerlo pegado a su lado como siempre.
Al principio lo ignoró, diciéndose que a lo mejor tenía cosas importantes que hacer. Pasaron los días, y Bakugou iba molestándose cada vez más con cada excusa que Kirishima le daba para irse, que eran tan poco creíbles como «tengo que hacer algo» o «se me ha olvidado que tenía que hacer deberes».
Llevaba ya una semana así, y Bakugou no estaba dispuesto a dejarlo correr un minuto más.
De hecho, veía sus intenciones de ire en ese mismo momento. Habían jugado apenas una partida —normalmente jugaban cinco o más— y Kirishima ya miraba el bendito reloj que tenía en la muñeca derecha, y el cual Bakugou le vio por primera vez en el inicio de esa maldita semana.
El pelirrojo se levantó y le miró con una sonrisa.—Bakugou, tengo que...
—¿Irte? —interrumpió, y Kirishima frunció el ceño.
—¿Sí? —dijo, dudoso.
—¿No estás cómo muy ocupado últimamente?
Kirishima parpadeó confundido por su repentina actitud mientras Bakugou no perdía tiempo en agarrarle de la muñeca y hacerle caer de nuevo al sofá.
—Ya sabes que tengo que estudiar —dijo, como si fuera obvio—. No es que sea precisamente el mejor de la clase.
—¿Y desde cuándo te ha importado el estudio sin tener exámenes de por medio?
Kirishima sonrió nervioso. Otro indicio que le daba a Bakugou para hacerle ver que estaba mintiendo.
—Bueno, mayo ya está cerca y...
—Y una mierda. ¿Qué te pasa conmigo últimamente?
—¿A mí? Nada...
—¿Cómo que no? No sabes mentir, idiota. Dime qué demonios pasa contigo.
—¡No me pasa nada! —exclamó.
—¡Entonces dime qué demonios haces que no me quieres contar!
—¡No puedo!
—¿Me lo dices o te lo saco a la fuerza? —gruñó, las chispas empezando a brotar de sus manos.
—¡Es que de verdad que no puedo!
La mirada de Kirishima parecía sincera a ojos de Bakugou, pero estaba tan enfadado que no pensaba en nada más que en saber lo que le estaba ocultando.
Kirishima no sabía cómo librarse del acorralamiento de Bakugou. Estaba entre la espada y la pared, porque no podía decir nada y a la vez no quería mentir.
Hizo lo primero que se le ocurrió que haría de manera que no mintiera pero que tampoco tuviese que hablar.
Bakugou se quedó congelado cuando, repentinamente, Kirishima le plantó un beso muy inesperado e insospechado. Duró unos segundos, no demasiado pero lo suficiente para dejar al rubio completamente fuera de lucidez, el cual Kirishima usó para huir.
Salió de la sala común donde habían estado jugando videojuegos, dejando atrás a Bakugou, que tardó algo en reaccionar pero se fue tras él en cuanto lo hizo.
—¡Espera, idiota!
Kirishima, obviamente, no pensaba quedarse parado esperándole. Aumentó la velocidad al ver que le seguía, y de repente desapareció bajo las escaleras que llevaban al sótano de la residencia.
Bakugou bajó también, y viendo que estaba oscuro, decidió encender con su poder unas chispas de luz.
Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, las luces se encendieron de repente, cegándole por unos momentos. Cuando se acostumbró, escuchó el sonido de unas trompetas de juguete sonando y abrió los ojos, distinguiendo a la mayoría de la clase rodeando a una mesa con una tarta y gritando un «feliz cumpleaños» genérico.
Todo estaba bastante bien montado, con globos y esas cosas típicas de un cumpleaños. Bakugou nunca había sido de fiestas de cumpleaños, así que implicaba una gran sorpresa.
Sobre todo si tenía en cuenta de que ni siquiera se acordaba que era veinte de abril, con todo lo de Kirishima...
¿Y Kirishima?
Empezó a recibir felicitaciones que agradecía automáticamente mientras buscaba con la mirada a Kirishima.
Le encontró mirando con timidez desde una esquina, frotándose un brazo y sus ojos mirándole a él y al suelo, alternativamente.
Cuando se pudo librar de todos los que se acercaron a felicitarle y darle su regalo, intentó acercarse a Kirishima, pero Kaminari se puso de por medio.
—¡Espera, Bakugou! —extendió los brazos delante suya. A su lado, Mina estaba dispuesta a ayudar al rubio eléctrico—. Será mejor que no te acerques a Kirishima... Al menos, no por ahora.
—Está asustado —dijo Mina—. No hace falta que nos diga que es algo relacionado contigo. Es mejor que le dejes su tiempo...
—Y una mierda. Vosotros no me vais a decir lo que tengo que hacer.
Y apartándolos a ambos, se hizo camino hasta llegar a Kirishima, que había pasado a obtener una posición fetal, sus brazos rodeando sus piernas y la cabeza entre ellos.
—Kirishima.
El pelirrojo levantó la cabeza, como un ciervo asustado. Bakugou le cogió por el cuello de la camisa y lo acercó más a él, y Kirishima le miró con grandes ojos llenos de temor.
—Bakugou, yo... Lo siento, yo... —empezó a balbucear.
No pudo decir nada más cuando Bakugou le besó con la misma espontaneidad que Kirishima anteriormente.
Cuando el pelirrojo rodeó su cuello con los brazos, acercándole más a él, supo que ese era el mejor regalo de cumpleaños que nunca habría podido recibir.
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30 Days: Kiribaku short stories
FanfictionUn mes da para mucho, y los estudiantes de la UA nunca tienen tiempo de relajarse, Kirishima y Bakugou no son la excepción. Porque cada día contiene una historia que merece ser contada. ¿Os animáis a leerlas?