BLACK STONE ─PETER PARKER [SAGA DEL INFINITO]

CAPÍTULO 28

ACTO DOS | CAPÍTULO VEINTIOCHO

❝El Decatlón❞

   Observo tras la ventana del autobús intentando ignorar el cuestionario de Liz hacía el equipo de Decatlón, no es que no me interese pero mi cabeza esta llena de otras cuestiones. Se preguntarán como es que termine en el mismo autobús que el equipo del Decatlón de la escuela. La realidad es que fue idea de Peter.

Le pedí a Allison que me consiga hacer el viaje con ellos como su acompañante, al principio se confundió pero termino aceptando y, de alguna manera, lo consiguió. El punto de todo esto es seguir a los vendedores de armas, y esta claro que Washingto, DC —donde se hace el torneo del Decatlón— se encuentra más cerca de Maryland.

De todas formas, puedo notar que la actitud de Allison se vuelve cada vez más extraña, llegando al punto en que ni siquiera se esta molestando en responder las preguntas que Liz esta haciendo. Ella se encuentra sentada junto a Alex, alguien que, para agregar, supera las expectativas de actitud extraña desde que lo conocí.

— Muy bien, Peter —felicita Liz—. Que bueno que volviste.

— Me alegra hacerlo —replica el adolescente cuando su celular comienza a vibrar, puedo ver que se trata de una llamada de Happy—. ¿Puedo responder esto? 

Persigo a Peter hacía los asientos traseros del autobús, justo donde Ned se encuentra, una vez que estamos lo suficientemente lejos de los demás, mi amigo pone la llamada en altavoz.

— Mi pantalla esta parpadeando —escucho decir a Happy—. ¿Saliste de Nueva York?

— Es un viaje de la escuela, no es nada —aclara el castaño—. Oye, Happy, creo que rastrear a alguien sin permiso es invasión a la privacidad.

Ned señala el aparato con el que podemos ver la ubicación de los vendedores.

— Es diferente —murmuro.

— ¿Esa es Gema? ¿Qué es diferente? —sigue interrogando.

— Si, lo soy —expreso con fastidio—. Y es el Decatlón de la escuela. ¿Acaso lo que Stark quería no es que seamos adolescentes normales?

— No es la gran cosa —agrega Peter dándome la razón.

— Yo decido si es la gran cosa —demanda Happy en un tono autoritario—. Es verdad, no es la gran cosa. Pero los estoy vigilando.

Golpeo mi cabeza con el vidrio de la ventana para rodar nuevamente los ojos, pero, en ese preciso momento, la imagen de una piedra brillante invade mi cerebro, puedo verla por apenas un instante pero es lo suficiente como para lograr que el color violeta quede grabado en mi mente, junto al brillo que irradia. No es la primera vez que aquello hace lugar en mi mente este día.