c a p i t u l o 10

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"Te quiero con tus cicatrices,

con tus heridas, con tus lágrima.

Te quiero así: natural, verdadera"

C A P I T U L O 10

En 1924 un médico llamado François Boisent enumeró, una a una, todas las anomalías físicas y mentales que se producen cuando una persona se enamora.

Al principio, afirmaba Boisent, el enamoramiento tiene numerosas similitudes con procesos gripales, estado febril, dilatación de pupilas, palpitaciones, sudoración, temperatura alta y disminución de pensamiento periférico.

El mal de amores cursa los primeros días como un catarro, pero a lo bestia, hasta que el paciente se habitúa a la presencia de la persona amada. Después, los síntomas en vez de remitir como sucede en los procesos gripales, se multiplican, el enamorado pierde el apetito, pasa las noches en vela con gran ansiedad y se entrega al aislamiento y la soledad. Y aunque el paciente sabe lo que le está pasando no hay antibiótico ni antigripal que le alivie, la vida sin la persona amada se convierte entonces en un infierno.

En función del organismo afectado, su periodo de recuperación puede ser de unos días o convertirse en una enfermedad crónica, un desasosiego para toda la vida.

Un desasosiego para toda la vida, eso era mi vida sin él. Cada noche de las 365 que pasamos en Bourton me despertaba sobresaltada en mitad de la noche para ver si él seguía a mi lado. Me aterraba el pensamiento de que se cansara de mí y me dejara en mitad de la noche. Pero al contrario de mis pensamientos, él se despertaba conmigo y me arropaba entra sus brazos para que volviera a dormirme.

Después de lo sucedido, Miguel intentaba evitarme por todos los medios, pero era muy difícil en Bourton, es un pueblo pequeño y el grupo de españoles que nos juntábamos era reducido. Dejó de salir, de relacionarse con sus amigos, se lo había arrebatado todo y me sentía realmente malvada por ello. Por supuesto le conté a Luis como me sentía y me animó a hablar con él, tomar un café e intentar normalizar las cosas, pero entiendo que no debe de ser agradable salir a cenar con tus amigos y encontrarte a la chica con la que estabas empezando algo haciéndose mimos con otro. Porque la verdad es esa, y de no haber venido Luis a mi rescate, ahora Miguel y yo estaríamos empezando algo, lo que fuera, sin nombres ni apelativos, pero sí algo real.

Una noche de las que salíamos a cenar con el resto de nuestros amigos, nos lo encontramos en la barra del pub al que solíamos ir a tomar unas cervezas. Estaba solo y una profunda sensación de lástima me invadió por dentro.

- ¿Puedo acompañarte? – le pregunté señalando su pinta. Él se giró y divisó al resto del grupo. Volvió a girarse hacia la barra sin apenas mirarme a la cara.

- Será mejor que no, tu maridin podría enfadarse.

- No conoces a Luis – le hice saber – él me ha animado a venir hasta aquí.

- Pues debe de estar loco – sorbió de su cerveza. – yo no te dejaría sola.

- ¿Qué me estás diciendo? – pregunté atónita.

- Que si yo fuera tu marido, no te dejaría sola ni un instante. Es más, ahora mismo te cogía en brazos y te metía en mi coche. Nos iríamos lejos, donde no pudiera encontrarnos.

- Miguel por favor, no serías capaz de hacer una cosa así – pedí una pinta con mi mano y me senté a su lado en un taburete.

·· d e s p e r t a r ··Donde viven las historias. Descúbrelo ahora