c a p i t u l o 2

1.3K 40 11
                                    

"A mí me gusta que me digan la verdad,

yo ya veré si duele o no"



C A P I T U L O 2

Abrí los ojos, entre penumbra, quería abrirlos rápido y poder comprobar que todo había sido una pesadilla, que no estaba pasando. Que volvería a mi día a día, con Luis, en nuestra casa, nuestro... ¿futuro hijo?

La realidad muchas veces te da contra los morros y por más que tú quieras volver a cerrar los ojos y dormirte para hacer que pase, está siempre vuelve. Hay cosas que no se pueden cambiar. Algunas pasan para aleccionarnos, hacernos más fuertes, más consecuentes. Algunas, se te van de las manos, una discusión, una palabra de más o de menos, y cuando te das cuenta has llegado sin saber cómo, a un punto de no retorno en el que no quieres estar, del que quieres escapar. Quieres gritar y luego escapar. De puntillas, sin hacer mucho ruido para no molestar a los que están a tu alrededor.

Mi realidad me devolvió a aquella cama de hospital. Blanca, inmaculada, con paredes azules más propiamente de un centro psicológico que de un hospital barcelonés. Mi realidad... mis padres dormían amontonados en un viejo sofá del que les iba a costar levantarse. Mi realidad... Luis no estaba. Su chaqueta estaba perfectamente doblada sobre una silla que estaba a mi derecha. Su móvil en la mesita. Sus llaves del coche, su paquete de tabaco. Definitivamente... no podía estar muy lejos.

- Buenos días Luis, ¿Qué tal estás? – le saludó el doctor Méndez tendiendo su mano - ¿Cuándo has llegado?

- ¿Doctor Méndez? ¿Qué hace usted aquí? – le preguntó Luis sorprendido.

- Estaba por la ciudad de congreso y Belén me llamó y me contó lo que le había pasado a Aitana. Vine lo más pronto que pude.

- Muchas gracias Doctor, Aitana tiene mucha suerte de tenerle como médico, ¡hay que ver lo que se preocupa por ella!

- Es mi trabajo – sacó un café de la máquina se lo ofreció mientras metía las monedas para sacar otro.

- Es lo menos que puedo hacer para agradecérselo. – este lo cogió encantado moviendo su cabeza en señal de agradecimiento.

- Hijo, ¿has hablado con ella? ¿Cómo está?

- Mucho mejor, parece que la tensión ya la tiene estabilizada. Espero que en un par de días podamos volver a casa. Ese sofá me está matando la espalda. – los dos rieron.

- Luis, lo siento mucho – le confesó sin apartar la vista al poso de café que quedaba en el vaso – yo le avisé. Le pedí que descansara – suspiró – pero cuando llegué ya no pude hacer nada.

- ¿Cómo? No le estoy entendiendo doctor, ¿A qué se refiere? – preguntó asustado.

- Me has dicho que has hablado con ella ¿verdad? – el asintió – el bebé Luis, no pudimos hacer nada para que no lo perdiera.

- ¿Qué bebé? – clavó su mirada en el doctor – Aitana ¿estaba...? – no pudo acabar de decir la frase.

- Me parece que la que cagado ¿No te ha contado nada? Me has dicho que habíais hablado.

- Sí bueno pero no me ha dicho nada de... ¿ella lo sabía? – preguntó de nuevo, no daba crédito a lo que estaba escuchando.

- Será mejor que hables con ella. Que ella te explique. Yo lo siento, no quería ser yo el que te lo dijera. Estaba muy asustada Luis, anoche. Cuando vino a mi consulta estaba muy ilusionada con la noticia, con la alegría que te iba a hacer a ti.

·· d e s p e r t a r ··Donde viven las historias. Descúbrelo ahora