c a p i t u l o 4

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"Ya sé huir, ahora necesito a alguien

que me enseñe a quedarme"

Lib.

C A P I T U L O 4

Metí la llave en la cerradura dispuesto a enfrentarme con la realidad, era momento de afrontar el punto en que nos encontrábamos Aitana y yo. Me sentía renovado, Galicia siempre me había venido bien, pero la realidad que me esperaba no era la que yo quería encontrar.

Oscuridad, polvo y sus llaves sobre la mesa del salón. ¿Cuándo se había vuelto esta situación tan peligrosa? ¿Cuándo la había perdido? ¿Era demasiado tarde o la podía recuperar? Al lado de las llaves una nota; "Tenías razón, no estoy bien. Necesito un respiro, unas vacaciones. Tranquilo estaré bien. No me culpes demasiado, te quiero". Te quiero... esas dos palabras retumbaban en mi mente sin saber muy bien lo que significaban. ¿Me seguía queriendo? ¿Ahora o cuando escribió la nota? ¿Cómo pareja o como amigo?

Mientras la releía de nuevo intentando descubrir alguna cosa más en ella, pulsé el botón del contestador que rebosaba parpadeante, 31 mensajes. Algunos de agencia que ya había solucionado, otros de propuestas de trabajo que Armand me había informado, algunos de Ana, Amaia y muchos de su madre. Pensé en llamarla pero, ¿Qué le iba a decir? Hola Belén, abandoné a tu hija haciéndola culpable de lo que había pasado y ahora ella se ha marchado sin decirme a donde o con quien y ni siquiera sé si está bien. No podía, no lo merecía.

- ¡Ana! Dime que sabes dónde está Aitana – dije una vez escuché que descolgaba su teléfono.

- ¡Luis! ¡Ya era hora! Llevo tiempo intentado contactar contigo, tío no hacía falta desaparecer del mapa. ¿Dónde has estado? – preguntó ella.

- En casa, en Galicia, lo necesitaba.

- ¿Y allí en Galicia no hay teléfonos? ¿O cobertura?

- ¿Se ha ido? – pregunté tembloroso por la respuesta que iba a llegar.

- Sí, se ha ido. Me dijo que necesitaba un cambio. Estaba agobiada.

- ¿Quién lo sabe? – pregunté de nuevo.

- Me mandó un mensaje. Creo que habló con Armand antes.

- ¿Armand lo sabe?

- Creo que sí Luis, ella quería hablar con él. No se sentía a gusto con lo que le estaban proponiendo últimamente.

- ¿Y a mí porque no me había dicho nada? – me estaba empezando a preocupar. Parecía que el problema de Aitana se extendía mucho más que a la pérdida de nuestro hijo.

- Estaba asustada Luis. Imagino que al final te lo acabaría contando.

- ¿Sabes dónde está? – pregunté mientras cogía las llaves de mi coche.

- ¡Qué va! Su mensaje solo fue me voy, no me busquéis, voy a estar bien. Os aviso cuando allá llegado. Volveré, os lo prometo. Os quiero. No sé dónde puede estar.

- Bueno pero alguien sabrá donde está. Te cuelgo.

- Espera Luis. ¿Has hablado con Belén? – preguntó insistente de nuevo.

- No, no puedo. Está desesperada. A ella sí que le manda mensajes, pero poca cosa. Igual ella puede ayudarte.

- Ana, no sabría que decirle.

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