c a p i tu l o 11

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"Lo que me enamoró de ti no fue ni tu cara ni tu cuerpo,

fue tu desorden mental, tu pervertido sentido del humor

y esas ganas de embriagarme con tu sonrisa".

J. Wailen.

C A P I T U L O 11

Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sentido ilusión por algo o alguien. Si nos paramos a pensar un momento en que es para nosotros la ilusión, puede que todos en la definición incluyamos ideas positivas, cosas que nos alegran. Algo que nos ayuda a buscar el cambio y a mejorar como personas. Pero no solo es eso, también nos hacer crecer y que nuestra calidad de vida aumente. La ilusión es la que nos estimula. La ilusión en parte nace de la fe, de imaginar una posibilidad al menos de conseguir aquello que queremos. Se materializa cuando empezamos a andar el camino para lograrlo y firmamos un contrato en el que nos comprometemos a no rendirnos en el primer obstáculo, sea real o imaginario, anticipado o imprevisto.

- ¡Aitana! – gruñó en mitad de la noche mientras yo masajeaba sus partes por dentro del pantalón.

- ¡Venga! – le susurré en la oreja.

- Han pasado tres horas – dijo mirando con un solo ojo abierto el reloj de su móvil – estoy reventado.

- Se trata de hacer un bebé ¿no? – me posé sobre sentada sobre su cadera – cuantas más veces lo intentemos más posibilidades tendremos de dar en la diana.

- Igual consigues un bebé y pierdes un marido.

- ¡Qué exagerado eres! – empecé a esparcir pequeños besos por su cara, cuello, orejas...

- ¡Esto va a acabar conmigo! – gruñó de nuevo.

De un impulso se incorporó hasta quedar sentado conmigo encima y empezó él a animarse. Empezó por mis labios mordiéndolos para hacerme rabiar, siempre lo conseguía, ya me tenía desmarcada. Le arranqué la camiseta y me abracé fuerte a él besando insistente su cuello y masajeando su espalda. Desde su sur empecé a notar como se elevaba su mástil, sonreí. Me quitó una de sus camisetas que usaba como pijama desde tiempos inmemorables y me recostó en la cama quedando él encima de mí y haciéndose paso besar mis pechos y morder mis pezones, empezaba a perder la cabeza. Poco a poco se deslizaba hasta llegar a mi vagina que lo esperaba ansiosa y llena de humedad. Besó mi clítoris y empezó a darle golpecitos, golpecitos que me hacían estremecer y entonces noté como su lengua se posaba haciendo pequeños movimientos que me hacían llegar a lo más alto, allí, desde mi cama, podía tocar el cielo llegando al primer orgasmo. Mi turno, necesitaba librarme de sus pantalones que dejaban al descubierto su pene erecto preparado para entrar dentro de mí, pero no quise hacerlo, deseaba volverlo loco, que perdiera la cabeza al igual que él me la hacia perder a mí.

De un empujón lo recosté quedando esta vez yo por encima. Lo masajeé y después me lo introduje en la boca. Entraba y salía y sus ojos se quedaban en blanco. Más fuerte, me gritaba, y de nuevo lo apresuraba en mis manos. Fuerte, todo lo fuerte que mis diminutas manos en comparación con aquel miembro podían.

- Aitana, me voy a correr. – me susurró como podía.

- Un poco más Luis.

- Se trata de que lo haga dentro cariño.

Estaba preparado. Me lo introduje dentro y empecé a saltar sobre él. Con cada embestida creía que iba a despegar de lo fuerte que nuestros cuerpos impactaban. Más envestidas y me cogió por la espalda pegándome fuerte a su pecho. Más envestidas y puede notar como llegaba el momento, el éxtasis total, el vacío más divino y de nuevo me quedaba llena de él al mismo tiempo que volvía a tocar el cielo en una de las noches más frías de nuestra estancia en Bourton.

·· d e s p e r t a r ··Donde viven las historias. Descúbrelo ahora