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          Solo era otro domingo desperdiciado por un soltero a pocos años de alcanzar los treinta, tirado en un sofá, observando un maratón de películas de horror. Koo necesitaba escoger una lo suficientemente aterradora para una cita, y seguir los mismos pasos; abrazar a la chica, decirle que no es real, besarla tal vez hasta que la pantalla pase a segundo plano siendo ignorada con ellos pasando a la etapa C, qué importaba si se saltaban la B, después de todo a él sólo le importaba la última. Sabía que tenía que prepararse mentalmente – JunHoe era un cobarde que no toleraba las películas de horror – por ello las veía primero él solo, las suficientes veces, hasta que ya ninguna escena le afectara.


          Con los pies sobre el sillón y con una manta cubriendo casi todo su cuerpo apretó el contenedor de sus snacks.
– ¡No vayas al ático maldita sea! ¡Llévate al niño, lárguense de esa casa ahora! –. Le gritó a la mujer que con una linterna se encaminó en dirección contraria a la que JunHoe había dicho.

          Abrió la puerta lentamente y JunHoe se permitió volver a respirar cuando vio que no había nada fuera de lo normal allí, la música de suspenso también había acabado. La protagonista se relajó, pero cuando se giró para salir de ese lugar, allí estaba.

          JunHoe pegó un grito agudo tirando sus snacks al suelo y cubriéndose completamente con la manta. Seguía temblando cuando dejó de oír la televisión y una completa oscuridad se adueñó de su vista. La lluvia afuera se oía fuerte, los relámpagos alcanzaban a alumbrar un poco la sala a través de las ventanas. Palpó el sofá buscando su celular, cuando lo encontró y la pantalla de este no encendía recordó que sólo tenía cinco por ciento de batería cuando empezó a ver la película.

          Se levantó y caminó con cuidado de no chocar su rodilla con algún mueble cuando de pronto alguien llamó a su puerta. Él no esperaba visitas. El golpeteo era insistente, como si la otra persona estuviera dispuesta a echar la puerta si no la abría.
– No es real, no es real – se repitió en voz baja tratando de olvidar la película – no es real, no es...

           Al abrir la puerta gritó, había una persona espantosa allí.
– Al fin abres – habló la cosa frente a él y apartándolo de un empujón, entró con dos enormes maletas – no creerás la desgracia que acaba de sucederme.
– ¿J-JinHwan?
– Necesito una ducha...
– ¿Qué te sucedió? – la oscuridad no ayudaba mucho, su cabello estaba mojado, todo él estaba empapado, JunHoe apartó el flequillo de su frente con su dedo índice, sintiendo el líquido espeso, con un relámpago alumbrando el recibidor identificó aquella sustancia espesa color roja – ¡Qué demonios JinHwan! ¿Esto es sangre?

          Inquieto, JunHoe observó las maletas dejando volar su imaginación.
– ¡Maldita sea hyung! – Se llevó ambas manos a la cabeza – ¿Quién es?

          Miró los ojos de su mejor amigo, estaba asustado pero lo conocía de toda la vida, JinHwan no era peligroso, nunca lo fue. JinHwan sólo observaba a su amigo de la infancia, quien se notaba desesperado, sacando una conclusión del asunto.
– Conozco un lago – murmuró en tono bajo luego de reflexionar, el más bajo de estatura levantó una ceja – está lloviendo así que no podrán reconocernos si nos ven, podemos usar una bolsa para no manchar el auto... Um... pero no puedes quedarte aquí, sería el primer lugar en el que te buscaría la policía...
– ¿También quieres morir Koo? –. Amenazó JinHwan con tono sombrío.
– Sería la última persona sobre la faz de la tierra a la que le harías daño –. Afirmó convencido, entonces JinHwan no pudo contener la risa.
– Eres un tonto – señaló las maletas – es solo ropa, esto – palpó su cabello – es solo pintura.
– ¡Maldito enano! – Agarró su cabello tirándolo con fuerza – casi entro en pánico, debiste habérmelo aclarado desde el principio.
– Me pareció linda la forma en la que estabas dispuesto a cubrir a tu lindo hyung, cuando asesine a alguien ya sé a quién recurrir.

          Le prestó el baño sin hacer más preguntas, no quería que el mayor cogiera un resfriado, la luz regresó luego de unos minutos, le preparó un té y cuando este salió con una toalla atada a su cintura y con otra secando su cabello le dio un lugar en el sofá para que se sentara a su lado.

          Hubo un largo silencio, el mayor parecía ensimismado, se masajeó un hombro y suspiró pesadamente.
– Papá quiere que me case – observó al menor por el rabillo del ojo antes de continuar – dice que ya es tiempo de que siente cabeza, tenga hijos y todas esas estupideces – entonces apoyó los codos sobre su regazo y atrapó su cabeza con las manos – discutimos, me amenazó con desheredarme, le dije que no me importaba, empaqué y me fui a la casa de una amiga.
– ¿Cuál de todas?
– SunHee, ya sabes, la artista que fuma yerba.
– ¿La del trío? –. Recordó JunHoe.
– Sí, bueno, todo iba bien, ella estaba encantada hasta que sin darme cuenta le llamé por otro nombre.
– Oh, ahora comprendo mejor el aspecto que tenías.
– ¡Está loca! Me lanzó cuchillos y su pintura.
– Sabes que puedo esconderte por unos días, pero es el lugar más obvio.
– Unos días está bien para mí.

           Se sonrieron con complicidad y pronto cambiaron el tema de conversación, se llevaban tan bien que hasta podían hablarse con miradas, incluso con su propio silencio.

          JunHoe tenía que seguir su vida, en cambio JinHwan tenía que quedarse encerrado. Esa tarde, cuando JunHoe fue al trabajo alguien llamó a la puerta. Cuando fue a abrirla no había nadie pero cuando bajó la vista encontró una caja decorada de forma colorida, la tomó y dejó el sobre con el que venía sobre la mesa; en él decía que la carta era para JunHoe.

          Siguió limpiando el lugar y entreteniéndose con cualquier cosa, mientras pasaba, una y otra vez al lado de la caja, sentía una fuerza de atracción inexplicable, una curiosidad que no sabía justificar.

            Terminó rindiéndose, abrió la caja y se encontró con un bonito pastel de chocolate y coco. Se mordió el labio meditando unos segundos, el decorado era tan bonito, tenía un buen aroma. No le costó partir un pedazo de él y comérselo, había acertado, era exquisito, cortó otro pedazo importándole poco que fuera de JunHoe, total, al menor no le gustaba mucho lo dulce.

          JunHoe llegó del brazo de una extraña esa noche, JinHwan estaba en el sofá viendo televisión con su tercera porción del pastel, el menor le guiñó el ojo y JinHwan subió el volumen del televisor plasma cuando vio que ambos se dirigían a la habitación de Koo.

          Con el quinto trozo sintió que su estómago estaba por explotar, la señorita se fue dedicándole una tímida sonrisa a JinHwan, entonces JunHoe en ropa interior se aproximó a la cocina.
– ¿Y esto? – Preguntó entonces sacando la cabeza por la puerta, JinHwan se estiró y se levantó para ir junto a él – ¿es para mí?
– Sí, me estoy encargando de él – ambos rieron cuando JinHwan se acarició el estómago en forma circular – Vino con esa carta.

         JunHoe ignoró la marca roja de unos labios en el sobre y lo abrió. Pronto frunció el ceño, JinHwan se sostuvo de la mesa cuando sintió un mareo llamando la atención de su amigo.
– ¿Estás bien?
– S-sí.

           El reloj marcaba las once y cuarenta y cinco en ese momento, JinHwan tenía el corazón acelerado, empezó a hiperventilar.
– Debería llevarte a un doctor.
– No, estoy bien.
– ¡Maldita sea! – Entonces JunHoe le mostró la carta – ¿Y si estaba envenenada o algo?

         JinHwan entrecerró los ojos leyendo la nota.

Cinderella _ ||JunHwan|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora