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El sujeto me sonrió, estirando sus delgados labios rosados y alzó la mano para saludarme.

—Hola. – Musitó, bañando al español con un matiz inimitable de italiano.

Sujeté su mano, respondiendo el saludo y le devolví la sonrisa.
Como no hablé para nada, Gaspar, volvió a la plática con Grayson.

—Neanche parla spagnolo? – Le preguntó, confundido.

Grayson soltó una carcajada que al instante supo contener.

—Penso che odia questi luoghi, man no te la prendere personale. – Le dijo él, con amabilidad. —Beh, è meglio andare. – El pesar en el rostro de Grayson apareció de repente.

Al menos podía estudiar sus expresiones sino entendía nada de lo que hablaban.

—Ma se siete appena arrivati. – Dijo el sujeto tras la barra.

—Sì, ma fretta. – Una mueca se dibujó en el rostro de Grayson.

—Okay, okay. Saluto Bri.

—Chiaro. – Grayson sonrió.

—Hasta pronto, Paula. Me dio mucho gusto conocerte.  – Me dijo con su acento italiano, distorsionando un poco el español.

—Adiós, Gaspar. – Musité, tímida.

—Arriverdeci. – Dijo Grayson, despidiéndose con el movimiento de mano también.

—Arriverdeci, Grsyso. – Dijo él.

Grayson me tomó de la cintura y el tacto cálido de su mano sobre mi cuerpo, llegaba incluso a través de la ropa. La piel se me erizó, como si una lombriz de electricidad me recorriera el cuerpo.

Me sacó de aquel lugar y pude respirar el aire fresco una vez que estaba afuera. Aquel respiro me hizo pensar en Bri. Me sobresalté.

—¿Qué hora es?  – Le pregunté a Grayson.

Sacó su celular y miró la pantalla del mismo.

—Las ocho con cuatro. – Contestó, como si nada.

—¡Bri ya está en casa!

—Conduciré rápido. – Dijo.

¿Esa era su respuesta? ¿Acaso me sentía más culpable yo que él? ¿Él se sentiría culpable al menos? Las preguntas revolotearon en mi cabeza con voz propia, mientras me esforzaba a mandarlas todas al rincón de mi mente. Callándolas.

Subí a la Hybrid de Grayson cuando este me abrió la puerta. El tiempo se me acababa, había pasado un buen rato con él, sin embargo para mí pareció sólo la prolongación de lo que dura un suspiro y ahora iba a ponerle final al día, a mi tarde con él.

Condujo hasta el departamento de Bri, y en el camino casi no hablamos debido a que mi cabeza se encontraba hundida en pensamientos, buscando alguna manera de explicar la situación. Situación que a Grayson parecía no preocuparle.

Cuando llegamos y él estacionó frente al edificio, me congelé en el asiento por que aún no tenía el pretexto ideal para decirle a Bri. Hoy era una de esas noches en las que la cabeza no me daba para más, más que para sostener el cabello.

El rugido del motor se detuvo y el silencio se produjo la instante.

—Listo, subamos rápido.  – Dijo Grayson, satisfecho del tiempo que había tardado en llegar. ¿Veinte minutos se le hacía poco?

—Espera. – Lo sujeté del brazo antes de que bajara.

Me miró, intrigado.

—¿Qué vamos a decirle?  – Pregunté.

—¿A quién? – Inquirió, confundido.

—A Bri. – Dije, obvia.

—¿Por qué? – Su ceño levemente fruncido me decía que no estaba fingiendo confusión.

—Por la hora a la que llegamos, por que estamos juntos, querrá explicaciones. – Intenté explicarle, desesperada, la culpa me estaba comiendo por dentro.

Grayson rió por lo bajo.

—Bueno, le diremos la verdad, ¿no? –Dijo. —Que fuimos al parque de diversiones y que pasé a saludar a Gaspar.

—Pero…

—No hicimos nada malo, Paula. – Me interrumpió, pero aún en la oscuridad de la noche pude ver el brillo ladino que sus ojos desprendían con persuasión. Y el tono de voz cínico que salía de sus labios carnosos.

Tuve que hacer un esfuerzo sobrenatural por no aproximarme a ellos, para acallar los ridículos latidos de mi corazón que podrían dejarme en evidencia. Tuve que obligarme a retener a la cordura para no contradecir a lo que él acababa de decir.

La oscuridad sólo me hacía desearlo más. Me hacía querer acercarme de una manera casi incontrolable. Pero la voz en mi cabeza mascullando el nombre de mi mejor amiga impidió todo tipo de incoherencia que mi mente pudo haber producido.

—Paula. – Me llamó, haciendo que regresará al momento. —¿Estás bien? – Preguntó.

—Sí, yo… sí. – Tartamudeé.

—Bien. – Se bajó del auto y quise quitarle la oportunidad de ser caballeroso, porque todo aquello no ayudaba mucho en el asunto del enamoramiento absurdo en el que ahora estaba metida. Pero la puerta no abrió. Él rápidamente se encontró de mi lado y él mismo la abrió para ayudarme a bajar.

Subimos por las escaleras hasta el tercer piso y llegamos por fin al departamento. Grayson parecía relajado mas sin embargo yo seguía sintiéndome culpable.

Abrí la puerta con el corazón palpitante de desazón y visualicé por un momento cómo debía ser el mundo.

Ethan se encontraba con Bri y ambos miraron al instante hacía donde Grayson y yo estábamos, la expresión de cada uno era distinta, la de Bri era un rostro inquieto, preocupado, sin duda; la de Ethan estaba tranquila, serena. Me pregunté cuál sería la mía.

—¡Oh ahí están!  – Exclamó Bri y corrió a abrazarnos a Grayson y a mí.

Me quedé quieta, confundida.

—Bestia, ¿por qué no te llevaste tu celular? –Me dijo. —Gray, ¿por qué no respondías el tuyo?  – Le preguntó mirándolo.

Más que una amiga que se sintiera engañada o especulando alguna artimaña parecía madre preocupada como cuando sus hijos no llegan a casa y pasa de la media noche. Me sentí más culpable que antes.

—Lo siento, amor. – Dijo Grayson y en la última palabra el corazón se me encogió adolorido —Llevé a Paula al parque de diversiones, ¿recuerdas que me contaste que jamás había ido a uno? Bueno, quise hacer algo realmente lindo por ella. – Me miró y me sonrió, pero con una de esas sonrisas que te dan los amigos, expansiva y sin rastro alguno que me hiciera confundir. —Y además, pasé a saludar a Gaspar, recuerda que hoy es su cumpleaños. Por cierto, te mandó saludos. – Se acercó a Bri y besó sus labios.

Capté la escena desde muy cerca y el corazón aún encogido en alguna parte de mi pecho, se sacudió violenta y dolorosamente. Bri se tranquilizó.

—Pero debiste al menos avisarme, amor. – Musitó y se alzó en puntillas para besar a Grayson en la frente.

Ya no pude mirar más, bajé la cabeza y me retiré con rapidez hasta llegar a donde Ethan estaba quien se encontraba también con la mirada gacha. Esa escena le lastimaba tanto como a mí.

—Pero, ¿te divertiste, Pau? – Me preguntó Bri, con una sonrisa sincera cuando se hubo desocupado de los labios de su novio.

—Si, aunque casi muero arriba de una montaña rusa. – Dije, aparentando que todo estaba bien.

Bri estalló en estruendosas risotadas y luego miró a Grayson.

—¿La hiciste subir a una montaña rusa? ¿Cómo lo lograste? – Dijo, sorprendida y divertida.

Grayson se encogió de hombros.

—Supongo que tengo don de convencimiento. – Bromeó.

No estuve en desacuerdo con Grayson, aunque su definición de “Don de convencimiento”.

MANUAL DE LO PROHIBIDO ➳ gd   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora