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—¡Chicos ya llegué! – La voz de Bri nos hizo sobresaltar.

Ambos pegamos un salto al oír la voz de Bri y ver el rayo de luz que la puerta abierta introducía a la habitación. Nos separamos tan rápido que no pude ni procesar la información del todo bien. ¿Bri? ¿Que hacia ella acá? ¿Eran ya las ocho de la noche?

—¿Porque está todo tan oscuro? –Preguntó y luego las luces me cegaron. Parpadeé repetidas veces, desconcertada.

—Estábamos viendo una película. –Explicó Grayson, quién de repente se encontraba muy lejos, a diferencia de como lo había tenido antes. ¿Cuándo se alejó tan rápido?

—¿Enserio? ¿Cuál? – Preguntó Bri.

—Infectados. – Respondió Grayson.

—Pau, yo no sabía que eras masoquista. – Bromeó Bri y sólo cuando oí mi nombre, aterricé. —Esa película si que da miedo, ¿porqué la alquilaste? – Musitó

—Porque no se italiano, ¿te parece una buena excusa? – Musité, medio atontada. Aún no sabía que había ocurrido y porque Bri estaba acá siendo las siete con treinta.

—Bri, amor, ¿porqué llegaste temprano hoy? – Preguntó Grayson.

—Salí temprano. – Se encogió de hombros. Se puso de puntitas para besar a su novio y me di la vuelta instantáneamente, de pronto más aterrorizada por esa escena que por la película.

Oí el ruido de sus labios al unirse y quise taparme los oídos o subirle todo el volumen a la TV con tal de qué me fuera imposible captar ese tipo de sonidos. La mariposa apareció de pronto, atenta y molesta. Se movía inquieta dentro de mi estómago y me rogaba que me levantara del sillón y me fuera.
Miré por la colilla del ojo y pude verlos aún besándose. La mariposa se removió y comenzó a rasguñar mi estómago.
Ahora era un sentimiento casi palpable, podía sentirlo con claridad dentro de mí, alguna especie de punzada cerca del corazón que hacia los latidos pesados, moribundos. Esto no debía de hacerme daño... pero me lo hacía.

Me levanté del sillón y quite la película del televisor. Hice ruido cuando el control del DVD se me cayó de la mano. Pero al menos sirvió para que Grayson y Bri se dejaran de pasar saliva y me miraran.

—Perdón. – Musité.

—¿No vas a terminar de verla? –Preguntó Bri.

—No, recordé que tengo que arreglar mis cosas. – Dije, mientras ponía con movimientos torpes el DVD de nuevo en su lugar.

—Ay Pau, pero vos nunca arreglas tu habitación. – Me acusó.

—No me refiero a eso Bri. – La miré. —Lo que quiero decir es que mañana saldré con Cameron y me llevaré la cámara. – No sabía de dónde había salido esa mentira, Cam y yo no teníamos planes de nada. —Y por cierto, yo si arreglo mi habitación, aunque no muy seguido.

Bri ignoro mi último comentario.

—¿Saldrás con Cam de nuevo? ¡Wow! ¿Cuántas veces ya son? – Anto se emocionó.

—No las cuento, Bri. – Reí.

—¿Y a donde irán? ¿De nuevo a tomar café?

Miré el rostro de Grayson y pude ver en él ese tipo de gesto que le producía cada vez que yo hablaba de Cameron. Aquello me alentó a seguir con mi mentira.

—No, a la plaza de San Marcos. – Dije.
—Asi que si me disculpas, tengo que ir a ver que me pongo. – Sonreí.

—¿No vas a cenar? – Preguntó Bri.

—No, no tengo hambre. Pero si acaso me da, tengo una barra de cereal en mi cartera. – Me encogí de hombros.

—Esta bien.

—Hasta mañana, Grayson. – Dije amablemente y le sonreí. De verdad que me sentía mala y a la mariposa le gustaba eso.

—Hasta mañana, Paula. – Dijo serio y sin sonrisa.

Me di la vuelta y me dirigí a mi habitación. Había calmado a la mariposa, pero ahora tenía otro problema. ¿De dónde había salido esa mentira? No me quedaba más que sólo cruzar dedos para que Cameron pudiera ser mi cómplice y aceptara la invitación que le iba a hacer.

Marqué rápidamente el número de Cameron y me aparte de la puerta para que no pudieran escucharme. Sonó un par de veces y a la tercera su voz de ángel contestó del otro lado de la línea.

—¿Pau? – Me dijo, sorprendido por mi repentina llamada. Él siempre era el que me llamaba a mí.

—Hola Cam, ¿cómo estás? – Susurré.

—Bien. ¿Porque hablas tan bajito? – Preguntó, cambiando su tono de voz al mío.

—Porque no quiero que me escuchen.

—¿Quién?

—Mañana te explico, ¿si? Sólo quería preguntarte si querías salir a pasear conmigo a la plaza. – Pregunté, nerviosa.

—¡Por supuesto! ¿Mañana?

Suspiré de alivio.

—Sí, gracias.

—No, gracias a ti por invitarme. – Dijo.

—Entonces, hasta mañana, buenas noches. – Musité.

—Hasta mañana.

Terminé la llamada e hice una exclamación de victoria. Sabía que podía contar con Cam.

Me senté sobre la cama y me incliné para abrir el último cajón de mi escritorio. Resbusque entre papeles y  encontré lo que había guardado como un tesoro hasta hoy. Levanté las diez fotos y miré cada una hasta encontrar alguna que dibujara el rostro mejor.
Cuando lo hice, la tomé entre mis manos y estudié el bello rostro de Grayson. Sentí en mi estómago como si un montón de burbujas se inflaran y fueran flotando en el espacio libre.
¿Porque el me provocaba todo esto? Ahora empezaba a tener un miedo racional y tangible. Grayson no debería de provocarme ese tipo de sensaciones, porqué yo sabía que significaban. Recordé lo que había pasado hace un rato, y no pude ni imaginarme lo que hubiera pasado si Bri no hubiese llegado. Su rostro estaba muy cerca. Demasiado.

Guarde de nuevo todas las fotografías en mi cajón, debajo de todo el montón de papeles, en donde deberían estar, como si fuera un manual, un manual de lo prohibido.

Me acosté, y luché contra los pensamientos que en ese momento estaba teniendo, a mi no me podía gustar el novio de mi mejor amiga, no debía.

MANUAL DE LO PROHIBIDO ➳ gd   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora