Llovía, un monzón imparable caía sobre la ciudad lamiendo las calles, escurriendo por las paredes de ladrillo de los edificios saltando sobre los adoquines.
Sostuve con fuerza el paragua en mi mano enfundada en guantes de cuero rojo crucé corriendo la calle para llegar al inmueble donde un par de hombres esperaban en el umbral, abrieron la puerta dejándome entrar a una estancia.
– El señor McMahon insiste en que debe verle sin armas, Señora Solomons – Habló un delgado hombre pulcramente afeitado en un traje gris, asenti entregándole mi paraguas a uno de los asistentes, me quité el abrigo de piel negro.
– ¿Podría acercarme aquel banquillo? – El alto rubio asintió, de inmediato colocaron frente a mí el taburete el pequeño tacón de los zapatos negros reposó sobre la almohada morada del banquillo.
El rubio sonrió entrelazando las manos para regalarme una sonrisa, desvió la mirada para permitirme subir el vestido sacando desde el portaliga un revólver y repetir lo mismo en la otra pierna, dejé ambas armas en la bandeja que me estiró.
– Confiaré en su palabra, ¿trae más armas con usted?
– No – Respondí sonriendo para quitarme el sombrero y entregarlo al asistente.
– Por favor sígame – Caminó por un largo pasillo para detenerse frente a una puerta enorme tallada en madera caoba – El señor McMahon ha estado esperándola.
– Te Agradezco, Kyle – Sonreí cuando abrió las puertas dejándome entrar al oscuro escritorio iluminado por la luz del fuego en la chimenea y unas cuantas velas.
El escritorio de madera estaba justo frente al enorme ventanal de pesado cortinaje verde musgo repleto de libros y papeleo, dándome la espalda sentada en el belgere de cuero enrojecido pude escucharlo aspirar el habano que siempre tenía entre los labios.
– Eliette Solomons – Llamó girándose para observarme con una alargada sonrisa en los labios pálidos.
Su rostro dejaba ver la creciente barba de un par de días, patillas largas, cabello rapado a los costados y la cabellera oscura desordenada sobre la parte más alta de la cabeza, un peinado de moda para la época, el rostro enmarcado por cejas definidas y espesas, y esos hermosos ojos grises cómo eran la mayoría de los días lluviosos en Inglaterra.
– Banan – Saludé alzando la barbilla – bonito traje – se arregló la corbata negra al tiempo en que se levantaba acercándose a mi, sus tatuadas manos tomaron las mías para besarme peligrosamente en la mejilla.
– Quiero que sepas que lamento mucho tu pérdida, cariño – Dijo observándome desde su prominente altura.
– Lamento la tuya – Respondí acompañándolo para sentarnos en el sillón frente a la chimenea.
– Bueno si tu esposo no se hubiera acostado con mi cuñada, mi hermano no estaría muerto – Sirvió whisky para ambos – ¿Qué se puede hacer?
– Entonces ¿me hiciste llamar para reírnos de nuestros muertos? – Carcajeó entregándome el vaso.
– Claro que no, preciosa, simplemente quería aclarar que tú y yo – Sonrió – bueno, los Solomons y McMahon estamos bien – cada vez que tenía oportunidad de vernos a solas actuaba de aquella forma, cada movimiento planeado para la insinuación, cada sonrisa siendo seductora.
– ¿No te importa que haya matado a tu hermano entonces?
– No si no te importa que él haya matado a tu esposo – Bebí de mi vaso estirando mi mano a la cigarrera sobre la mesa de centro para prenderme un cilindro – claro, lo siento. Escuché que Alfie estuvo en la ciudad ¿vino por ti?

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Sra. Solomons. [{COMPLETA}]
FanfictionMe cubrí el rostro con el velo negro mientras el ataúd descendía a la tierra, apreté mi mano con fuerza cuando la señora Solomons me la tomó sosteniendo un pañuelo contra su rostro. Jaim era seis años mayor que yo, lo conocía desde el primer día de...