Sra. Solomons. [{COMPLETA}]

Parte XX

Pocos capítulos para el final!!
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Amarlas.

Bangor, Irlanda.

Observé larga y detalladamente cómo O'Connell amarraba las patas del ciervo recién cazado.

Comenzó a jalar de la soga para que el animal quedara pendiendo desde las patas traseras desde un árbol; O'Connell llevaba una camisa de tela ligera, más que blanca estaba teñida de rojo por la sangre del enorme animal, su cabello caía sobre la frente mientras afilaba el cuchillo.

– ¿Puede ayudarme? – Su mirada verde me hizo despertar de lo que mis ojos veían, me quité rápidamente el abrigo lanzándolo sobre un montón de leña para subir las mangas de mi camisa blanca por sobre los codos, el irlandés sonrió.

– ¿Qué?

– Me agrada que siendo una dama tan elegante siempre esté dispuesta a ensuciarse las manos.

– ¿Qué quiere que haga? – El pelirrojo se irguió echándose el cabello hacia atrás con ambas manos.

– Sostenlo.
– ¿Cómo? – Me observó divertido con una sonrisa de lado mientras se me acercaba – Estoy dispuesta a ayudarle pero no tengo puta idea de cómo, así que si quiere realmente ayuda digame que hacer – Asintió largamente terminando de afilar su cuchillo.

– Tómalo por la cornamenta – Se colocó detrás de mí tomando bruscamente mi mano para agarrar uno de los cuernos, eran suaves como terciopelo, tomó mi otra mano para hacer lo mismo apretando mi palma contra la cornamenta, se colocó delante del animal – tómalo firme, y jalalo hacia atrás – Asentí – el desgraciado está muerto pero el cuerpo suele tener espasmos, le cortaré la garganta luego puedes soltarlo – parecía medirme mientras continuaba afilando el cuchillo, observándome atentamente, la cabeza del animal era pesada me costaba jalarlo, subí la mirada cuando el pelirrojo se arrodilló para apuñalar al animal en el cuello, escuché como dejó caer un poco de sangre en la tierra para luego colocar una palangana debajo de el ciervo – suéltalo – Me alejé sacudiendo mis manos para luego restregarlas en mis pantalones, caminé hasta quedar junto al hombre.

– ¿Y ahora?

– Hay que dejar que se desangre, si no hacemos eso la carne queda dura como un maldito palo – Asentí viendo la sangre caer – ¿de qué querías hablarme? Debe ser algo importante para que vengas hasta acá.

– La verdad es que quiero mediar mis posibilidades.

– ¿Hablas de Shelby?

– ¿Qué tiene Shelby? – Sonrió negando con la cabeza mientras me hacía una señal para que camináramos por el bosque.

– Deja tu abrigo, debemos regresar a desollarlo. Ya sabes, Eli, las noticias vuelan rápido en nuestro rubro, se dice que ustedes dos han estado negociando más que licores – Sonreí – y si vienes a ver qué tengo que decir, bueno – se detuvo bebiendo de su petaca para entregármela – tengo más que ofrecerte que licor.

– ¿Qué?

– No es lo que crees linda – Rió alejándose un poco – voy a mear.

– Mierda – Me giré dándole la espalda para encenderme un cigarrillo.

– Tengo un amigo que es productor de habanos en Cuba, y ya sabes que negociar con ellos es ilegal.

– Claro.

– Quiero traer habanos y meterlos a Inglaterra
– Lo vi acercarse terminando de cerrar su pantalón, sacando un habano del bolsillo – pruébalo – asentí viéndolo morder el rabo del puro para escupir un pedazo de este se lo dejó en la boca encendiéndolo con una cerilla, chupó el grueso rollo sacando humo por los lados de la boca escondida en la abundante barba – escucha esta mierda no se aspira, sólo se saborea ¿vale? Si lo aspiras tendré que cargarte hasta la casa y eso no pasará hasta que haya terminado con el ciervo.