Parte XXII

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Me queda un capítulo y el final!
Así que terminaré esta semana.
Las amo

El gato negro entró empujando la puerta de la habitación para caminar con toda su elegancia por la alfombra verde musgo, de un salto se trepó al escritorio en donde terminaba de formar papeleo fumando un cigarrillo.

Alcé la mirada observando a Loira recostada en el sillón leyendo un libro, llevaba el cabello desatado cayendo en amplias hondas por debajo del hombro, aspiró su cilindro de tabaco cambiando las páginas, el ronroneo del animal me llamó la atención obligándome a observarlo.

– ¿Ya lo nombraste? Es de mala suerte tener un gato negro, mucho más si no tiene nombre.

– Se llama Irlanda.

– Creí que era un macho.

– Lo es – Loira me observó con media sonrisa marcando la página del libro – ¿Que tal va tu vida?

– Aquí y allá. Acá y allá – Explicó moviendo la cabeza hacia los lados con indiferencia – Camden town no es muy divertido.

– ¿Y el Edén?

– No me agradan los italianos – Sonreí volviendo la mirada al papeleo – El gitano no ha parado de llamar – La observé acercándose al escritorio dejó su libro sobre la madera – ¿Que sucedió?

– Nada...

– Puedes decírmelo.

– Las cosas se pusieron un tanto diferentes – Hablé sin observarla – hablamos de vivir juntos y adoptar un bebé – Loira se sentó en la mesa observándome entusiasmada.

– ¿Ya?

– No sé.

– Ya basta, Eliette. Mi tener miedo, mi no saber que hacer con mi vida – Levantó las manos remedandome, la observé.

– ¿Crees que es tan fácil como dejar camden town de lado e irme así nada más?

– ¿Cómo más podría ser? Llevamos ya un año trabajando juntas ¿no confías en mí?

– Claro que lo hago.

– Entonces toma tus calzones y vete con el gitano ese – Se rió acariciando al gato – eres cómo O'Connell sufriendo en silencio, llorando a tu esposo muerto, ya casi van dos años. Vete de aquí, ayúdame a cambiar mi apellido a Solomons si eso te hace sentir más tranquila.

– Loira Solomons – Sonreí observándola – Suena bien ¿verdad?

Tenía casi treinta y dos años, y sentía que me veía exactamente igual que cuando contraje matrimonio con Alfie, me observé en el espejo amarrando mi cabello en un moño alto, para tomar el labial rojo delineando con cuidado mi boca, observé la ropa que minutos antes había dejado sobre la cama.

Sostuve el paraguas con firmeza mientras el abrigo negro se elevaba por la brisa suave deslizándose por la calle humedecida, me detuve antes de cruzar la calle al ver a Alfie Solomons de pie frente al alambique.

Mi respiración y mi corazón se pausaron volviendo el ruido de la ciudad silencio absoluto, se giró observándome para quitarse el sombrero y saludar con una mano, un camión con el logo de los Shelby pasó por delante, convirtiendo a mi esposo en el pelirrojo irlandés que me saludaba entusiasmando desde el otro lado de la calle.

Crucé.

– ¿Qué te pasó? Te ves como si hubieras visto a un muerto – Comentó estirando su mano para pasarla tras mi cintura besándome la mejilla.

– Vi a Alfie – Respondí observado el otro lado de la calle – Joder, yo – me encogí de hombros sintiendo náuseas, giré sobre mi propio eje aferrándome del automóvil inclinándome sobre mí misma para vomitar el escaso desayuno sobre la calle.

Sra. Solomons. [{COMPLETA}]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora