Observé en el espejo como el vestido de seda color marfil se ajustaba a mi cuerpo extendiendo la piedreria por toda la tela, dejé caer un par de hondas desordenadas por toda la corona que formaba mi trenza, maquillé mis labios de carmesí.
Me coloqué el abrigo con el cuello de piel blanca para salir de la casona.
Reí sonoramente mientras cortaba los vegetales en la tabla de picar, observé a la mujer en un delantal rosado, su cabello rubio estaba muy corto, como era la moda, sonrió acomodándose los lentes para leer la receta.
– Octtavio no mencionó que estabas en Londres – Habló sirviendo más vino blanco a las copas.
– Es extraño, mamá Sabini, porque hace nada más unos días estuvo en nuestra casa – Deposité los vegetales en la olla – fue por eso que decidí venir a visitarla.
– Y te agradezco inmensamente tu visita, preciosa, la última vez que te vi fue en tu boda – Dejó su mano en mi espalda dando un par de palmaditas – Lamento mucho lo de Jaim.
– Gracias mamá Sabini.
– Eli, linda, sólo llámame mamá – Dijo entusiasmada poniendo la olla sobre la plancha caliente para comenzar la cocción de las verduras que formarían una sopa – ¿Y cómo está Alfie?
– Muy bien – Respondí tomando la copa para beber – Alfie y yo nos casamos.
– ¡Mamma mía! – Alzó la voz junto con ambas manos para luego estrecharme con fuerza – ¡felicidades preciosa! Me alegra mucho que se hayan desposado al fin, lamento mencionarlo pero todos siempre supimos que Alfie estaba muy enamorado de ti – Sonreí, alzando la mirada cuando la puerta de entrada sonó – ha de ser Octtavio – cuando Sabini apareció por la puerta se quedó pálido, dejó su abrigo y sombrero sobre las sillas del comedor de diario acercándose a besar a su madre.
– Madre.
– Mira nada más quien vino a visitarnos, Octtavio, no me habías dicho que Eliette estaba en la ciudad – Le recriminó dándole una palmada en el hombro, me acerqué a Sabini tomando sus manos para besar sus mejillas pausadamente.
– Que gusto me da verte, Octtavio – Posé mi mano en su mejilla guiñándole suavemente el ojo derecho.
– Eliette me ha ayudado a hacer la cena, supongo que vas a quedarte ¿no, preciosa?
– Lo lamento mamá Sabini, pero hoy es mi aniversario de matrimonio – Expliqué entusiasmada.
– ¡Ya ha pasado un año, cariño! Es una pena que no nos hayan invitado a la boda.
– Fue en Windsor, mamá Solomons insistió en que nos uniéramos lo antes posible.
– Yo entiendo cariño.
– Vine para robarle sus secretos de cocina y así preparar una exquisita cena a mi esposo – Sonreí bebiendo más vino.
– Pues tú y Alfie podrían venir a cenar ¿No, Octtavio?
– Sería un placer tenerlos en casa – Le Sonreí acercándome a besar a la mujer en la mejilla.
– Ha sido un placer verla, mamá – La estreché observando a Octtavio largamente.
– Cariño, llévate esto – Tomó una fuente de cristal para entregármela en las manos – Así tendrás una excusa para volver a visitarme – me besó la frente cubriendo la fuente de tiramisú con un paño blanco – Octtavio acompaña a Eli a la puerta.
– Gracias de nuevo, mamá – Me despedí caminando por el largo pasillo, Sabini dejó su mano contra el vidrio de la puerta principal.
– ¿Qué estás haciendo?
– Vine a aprender cómo se hace la salsa carbonara – Sonreí viéndolo de cerca – siempre me ha gustado la comida italiana.
– Anoche estuvieron tus gitanos amigos en el Edén.
– Eso escuché...
– Se tomaron mi club como si fuera de ellos.
– Es una lástima, Octtavio – Deje caer mi mano sobre su rostro – nos vemos pronto.
Guiñé el ojo girando el picaporte para abrir la puerta principal y salir hacia la calle donde el conductor le esperaba fumando un cigarrillo.
Ya había anochecido por lo que me metí rápidamente en el alambique viendo cómo cargaban los últimos barriles en camiones, me deslicé por los pasillos con la fuente de cristal en las manos, entré a la oficina para encontrarme con Alfie y Ollie, este último anotando todo lo que mi esposo le decía.
– Eliette – Me saludó el moreno observando nerviosamente a su jefe – si me permites jefe, Eliette luce muy bella.
– Muchas gracias Ollie – Me acerqué dejando la fuente en el escritorio.
– Eso es todo por hoy Ollie, termina con lo que te pedí, vete a casa.
– Vale, con permiso – Salió apresuradamente de la oficina, Alfie levantó la tela que cubría la fuente.
– ¿Tu lo hiciste?
– Claro que no – Abrí la cartera sacando los redondos cubiertos para dejarlos sobre la mesa – lo hizo mamá Sabini – Alfie se reclinó en el belgere observándome con una sonrisa por poco invisible.
– Eres un verdadero peligro – Saqué una pequeña caja para dejarla sobre la madera – Feliz aniversario – sus ojos de miel me observaron sorprendidos, se limpió las manos con un trapo para abrir la cinta morada.
– Vaya – Su gesto de sorpresa me hizo sonreír, lo observé sosteniendo la almohadilla a la que el reloj permanecía abrazado – qué sorpresa ¡Ollie! – El moreno se asomó por la puerta con una sonrisa enorme – entra ya – Ollie se metió en la oficina cargando un enorme bouquet de rosas y una caja.
– Feliz aniversario. Todo listo jefe – Sonrió saliendo de la oficina despidiéndose con la mano.
– No me esperaba esto – Hablé con la mirada baja observando los botones de rosas rosadas, roja y anaranjadas – están preciosas.
– No tanto como tú, amor – Se levantó del belgere estirándome la mano para salir de la oficina, donde me encontré con una pequeña mesa redonda con un mantel blanco y velas encendidas sobre ella y alrededor – adiviné que no esperarías algo así de mi parte – se acercó alejando la silla para guiarme de la mano a tomar asiento encontrándome con un plato de salmón con salsa de rábano picante y remolacha y algunos vegetales, el pan aún expelía su vaho caliente.
– Sírvete – Se sentó delante de mí estirando su servilleta de tela sobre su regazo – lo maravilloso es que tú ya trajiste el postre.
Alfie sostuvo mi cintura con fuerza contra él, mi brazo derecho sobre su omóplato, mientras nuestras manos se apretaban contra su pecho podía escuchar el latido de su corazón contra mi oído oliendo el aroma de su perfume mezclado con el sudor y el aroma del alambique, la música inaudible guiaba nuestro baile mudo en la madrugada acarició mi cabello besando lentamente mi cabeza.
– ¿Queres ir a casa? – Susurró en mi oído casi como una insinuación, sonreí alzando la mirada para encontrarme con sus ojos grandes y atentos viendo dentro de mí.
Nos detuvimos dejando sus manos en mi rostro se aproximó lento, expectante, diría que casi temeroso, el primer roce de su boca hizo temblar mi ser alejándome eléctricamente para acercarme por el cuello a su boca hambrienta de mí.
Un año había pasado, un año para un primer beso, sus dedos se enredaron en mi cabello sosteniéndome firmemente, metí las manos dentro de su camisa encontrándome con una piel suave y tibia, me alzó por los muslos enredé mis piernas a su cintura.
– Mi vestido – Le reclamé cuando me sentó sobre uno de los polvorientos barriles.
– Te compraré otro – Susurró en mi cuello deslizando sus manos por mis muslos encontrándose con las medias.
Sus besos avanzaron hacia mi pecho al tiempo en que desabrochó el vestido para quitármelo completamente, se bajó los suspensores para desabotonar su pantalón, me apreté a su espalda cuando restregó su miembro en mí sexo se aferró a mi cintura, adentrándose en mí pausadamente, cerré los ojos dejando escapar el aire de mi boca.
– Joder...
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Sra. Solomons. [{COMPLETA}]
Fiksi PenggemarMe cubrí el rostro con el velo negro mientras el ataúd descendía a la tierra, apreté mi mano con fuerza cuando la señora Solomons me la tomó sosteniendo un pañuelo contra su rostro. Jaim era seis años mayor que yo, lo conocía desde el primer día de...